CONTRATAPA
› Por Miriam Cairo
Labios y metáfora
Sube y baja el caracol desde los labios hasta la metáfora. Va desde el rosal hasta el promontorio, desde la asfixia hasta el movimiento. Pasa por el azul y los jinetes. Transita por las espumas en un viaje de bodas. Sube y baja el caracol desde los labios hasta la metáfora, hasta esa flor capaz de contener el silencio más la noche. Va con su manía bordadora haciendo puntillas de baba, agarrándose al aire puro con sus notas de pez y sus violetas. La metáfora huye del armazón tallado por la aurora. La metáfora sólo quiere ser sorbida por labios de Giocondas profanadas. Por labios caracol. Por labios Marosa.
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Cintura y memoria
En el trayecto que va de la cintura a la memoria, aparecen los ángeles vestidos de marineros. Alguno salta por el trampolín hasta el presentimiento. Otro queda de pie en el aire y la tierra se llena de fulgores. Este es el ángel erógeno que cita a Yeats y nombra la belleza con una letra recóndita. Es el ángel que se oye en el fondo de los espejos, en fondo de la noche, adentro de los huesos. Todas las ilusiones bajan del pedestal y giran desnudas alrededor de la cintura. El ángel de Yeats baja también y pide perdón a la ausencia por no estar allí, por ser el ángel presente que hunde la cabeza entre las hojas de un lirio inmenso.
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Pies y luna
Por los senderos que van desde aquí hasta la luna, sopla un viento de resurrección y algunas cosas comunes. Descalzo el viento enciende la marmita de las flores. A pie de página se aclaran todas las dudas. En cada uno de los dedos de la luna nace una mujer descalza, un ángel en puntas de pie, una mariposa en cuatro patas. Lame el viento los talones con lengua de dios alterno y se frota la lámpara transparente. Sale el genio y llena de estrellas el escroto del cielo. Parte el genio con su bolsa cargada de luces: la derrama sobre el talón aceitado de la luna creciente. El viento irradia una luz cada vez más brillante y verosímil. El viento es un hombre nupcial y de su boca nace la rueda oral, difusa.
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Ombligo y universo
Va rodando lo que rueda, con soplo, con luciérnaga. El esperma de Bolaño cae sobre los libros, sobre las mujeres, sobre los hombres, sobre las palabras. Corre por las tuberías interiores. El universo da a luz un hombre a imagen y semejanza de Bolaño, Roberto. Bastaría un error para besar el ombligo del universo. Va rodando lo que rueda sobre el mundo. Bolaño abre la caja de múltiples fondos y cierra los ojos. Cierra la boca y estira los pulsares vibratorios. Abre las manos y hace montoncitos de polvo. Cierra el esfínter de una estrella. Va rodando lo que rueda desde adentro hasta el universo, hasta el enorme centro gravitatorio. No metas el dedo en el ombligo del mundo sin consecuencias. Va el universo de una punta a otra con su Bolaño en el centro. Con la muchacha rubia que lame el ombligo de la muchacha roja. Que se salga el mundo de su centro. Que del ombligo salgan todas las tormentas. Va rodando lo que rueda hacia un ciclón de plumas, hacia un trozo de incomparable eternidad. Y afuera el mundo se quiebra.
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Pubis y alma
Aquí el alma húmeda, turgente, voraz, incandescente. Allí el pubis transparente, etéreo, sublime, delicado. El alma de O'Keeffe no está enferma. El pubis de O'Keeffe se abre con una rosa en la boca. El pubis de O'Keeffe cubierto de pétalos. El alma encarnada de O'Keeffe, la amapola. Dentro del alma de O'Keeffe el pubis. Dentro del pubis el alma. El alma no está muerta. El pubis de O'Keeffe ha sido perdonado por el alma. El alma de O'Keeffe ha sido besada por su pubis. Un alma es relativamente pequeña. Un pubis tampoco. El alma de O'Keeffe como mascarón de proa. El pubis de O'Keeffe como navío. Todo el jardín de O'Keeffe se respira en el alma púbica. No hay pubis más puro que el alma. No hay alma más pura que el pubis.
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