CONTRATAPA
› Por Bea Suarez
"aunque no lo veamos..."
Marilina Ross.
¿Amanece la ciudad por todos lados, sus piedras, sus orillas, las pisadas, el día anterior inexorablemente devorado?
Esa hora de la mañana tiene, últimamente, una soledad que me deshace, probablemente por la luz que carece de permiso para entrar, por tanta construcción, tanto edificio (con cochera). Parece incluso que costara amanecer, que al sol le fuera infinitamente difícil presentarse. Sortea uno de 20 pisos, otro de 19, 18, 17, 16, 15, 14, 13, 12, 11, 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, y recién las casas (¡Vamos pa las casas! Decían en el pueblo de la invisible infancia. Porque había casas).
Los ladrillos obturan alegría y resplandor, no sé de qué nos ponen a salvo; el sol en cola de espera, sus rayos llenando formularios para ver si de la Secretaría de obras públicas y privadas permiten su ingreso a Rosario. Lo piensan, concejales, diputados, senadores, lo están debatiendo. ¿Dejamos o no? Se votará por mayoría. Ojalá gane lo que nos haga bien a los humanos y no tanto a los helechos.
Yace la tierra fría, arena vuela por doquier. Me siento a esperar que amanezca, preparo unos matecitos, todo a tientas por la urbe oscurecida. Avanza en proyectos pero va a oxidar sus pájaros.
Vamos a terminar blancos, blanquísimos, enfermos de noche, atiborrados, convictos y confesos, de poquísima claridad. Mental también.
La luz natural será un milagro, será como ver llorar a la virgen; los niños correrán diciendo "mamá, vi un rayo", con el mismísimo asombro de haber visto un rinoceronte en vivo.
A contramano del boom de la construcción va mi discurso, una denuncia necesaria que precisaría firmas para parar grandilocuentes empresas a quienes les importa un pito que en el futuro todo parezca insepulto en vez de vivo.
¡Amanece!, es un decir, estoy en la dulce espera mientras usted lee con bombitas de bajo consumo. Si tiráramos todos los rascacielos abajo el sol podría incluso iluminar el diario, algunos dejarían de usar lentes y, a pesar de que los oftalmólogos presentarían sus quejas, veríamos.
Sí, veríamos.
Diez de la mañana y no amanece, hay claridad (apenas, para no errar el agujero del mate).
Acaso en unas horas resplandezca la pared final de este mal sueño y, cual ofrenda de cobre, lo tengamos entre obreros, cal y el mismísimo rayo de su ausencia.
Una ciudad no puede renegar del día. ¿Será para favorecer la actividad de restaurantes y boliches? Pero ¿y la vieja costumbre de desayunar? ¿haremos un asado a las 06, ensalada y vino tinto? ¿Nos volveremos alcohólicos en masa?
No amanece, señores, el sol se sustrajo de esta porción de mundo en que vivimos, una confabulación municipal con demoledores de fachada más ingenieros, agrimensores y arquitectos enriquecidos ha confundido la consigna de mejorar la ciudad con taparla de portland.
Hay un error, un remolino de camiones trae mezcla para, finalmente, causar este irreparable daño. Tantas lechadas y techos dejaron huir el horizonte y hoy no se ve mucho más que puntas de nariz. Nariz parada, más bien.
Señora intendenta haga algo, hay más murciélagos, más coleópteros nocturnos, más hongos. La gente duerme desde hace quince días.
O veinte.
¿Quién va a pagar los impuestos? ¿Quién irá a trabajar?.
La sombra ha hecho creer la noche eterna, se cuentan cuentos a rolete y en forma permanente, los niños piden a la abuela más que antes, las camas sacan olor y nadie transpira. Linternas y pilas agotadas.
¿Con quién se puede hablar?
El fugitivo delirio de la luz asoma apenas en precarias ventanas.
Las personas duermen mientras me levanté a escribir. Se me ocurrió. Me dije: escribo una cartita para pasar por internet por si alguien tiene pesadillas, por si alguien vio al legendario sol en algún país hermano que lo traiga otra vez. Qué se yo, por lo menos me vino la idea de la cartita. Pedir que empiecen desde el río y lo metan hacia adentro, ilumine Dorrego, Italia, España, Alvear, Browm (¡Mamita querida, que oscuridad!), etc. Eche luz nuevamente y regresen las facturas.
Arrebataron algo tan valioso, fue una trampa para rosarinos.
Tener de rehén al sol no estaba en el contrato, al menos aquél que firmé yo cuando vine.
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