CONTRATAPA
› Por Beatriz G. Suárez
Una semana antes. Una semana antes al desmoronamiento de gaviotas, a que el nido del hornero hiciera agua, a que se pulverizaran las manos de los niños. Hasta quedar Argentina sin mañana.
Una semana antes de una guerra, un casamiento, un cumpleaños, para hacer prevención de Coca Cola. Y para que pudieras darte cuenta.
Una semana antes, un día antes, el minuto anterior al eje moribundo, a que fuese más importante una anestesia que tus manos, a que todo resbalara y dispararan noches por las armas.
Una semana antes en el preparativo de la rosa, en elaborar abrazos como si fueran pétalos, en ahuyentar el terror con mas jardinería que vacunas.
El instante previo a los hubiera, habrías, hubieses. Darte con cada verbo mi llamado, hacerlo correr e inmunizarme para no enfermar de silencio y caer en la terapia intensiva del pasado.
Una semana antes al virus, a la bacteria de tu nombre, a tus infiernos, a la luna conjunta, al eclipse, cuando los astros se asesinan para la ceguera irremediable.
Antes, ayer, hace mucho, necesitar hacer la mesa, poner vino, que lo destape mi deseo eso quería, que llegaras a tiempo en todos los relojes, en el de mis abuelos o mi madre, en el de mis hermanos, mis amigos, en el de las pastillas, la farmacia, la inocencia de polvo y de ladrillo. Que se previniera esta catástrofe de cascarudo y mosca o mi rostro con tristeza
pegada.
Una semana antes, solo una, que hubiera dado espacio a la locura, a
compartir pan y cebolla o estrategia. O algo.
Una semana antes de las fiestas, del primero de mayo, de hacer mini turismo en la otra cuadra, del comienzo de clases, del invierno, de encender entonces las estufas, del estreno o la última guitarra. Una antes del primer renglón en la novela entera, y el invento mayúsculo de verte, ese instante anterior en que no pude nacer sola porque tus ojos se cerraban como los sanatorios a la noche.
Una antes de terminar la tirita, el final de los pomos que luego van al
tacho, no logré sacar más hay que comprar otro, ahora cerró la inscripción, estaban agotadas las entradas, el último de la fila es mío, agonizante, bocanada, por fin ya no hay más quimio, terminé el libro en verano, disfrutemos que mañana nos vamos, dejame decir esto y no hablo más, antes de volver a hacerlo me corto las manos, nunca más, nunca más, nunca más.
Antes, antes, pero antes, antes del nacimiento y de la célula, la tesis, el orgullo, a que me dieras miedo, a que las jeringas inyectaran tragedia y se me envenenaran las ideas y en ellas te mezclaras con un ángel malísimo.
Una semana antes te pedía y después no pedí porque me resultó tarde.
Tarde, muy tarde, infinito. Infinito.
El poema salió por la tangente y las radiografías daban nada.
Y en un electrocardiograma íntimo encontré a todas las madrugadas con
infartos.
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