Sáb 03.06.2006
rosario

CONTRATAPA

El regreso de los gorriones

› Por Gary Vila Ortiz

Hasta el 12 de mayo de 1988 había visto 39.778. Es probable que aquella cifra cometiera el exceso de considerarse exacta, pero creo que se aproximaba bastante a la verdad. Siempre amé a los gorriones. De todas las cosas que le agradezco a Sarmiento, que cada vez son más, mi gratitud es plena pensando en que nos trajo a los italianos, a los gorriones y a las maestras normales. Aquellos gorriones de 1988 gustaban de la música de Bach, se apasionaban con Charlie Parker, también disfrutaban de Bartok. Por cierto que se dirá que esta contabilidad, una de las pocas que entiendo, una de las pocas que puedo llevar, tiene relación con aquel texto de Borges, "Argumentum Ornithologicunr'. El lector interesado lo puede encontrar, al texto y a Borges, en la página 299 de las Collected Fictions editado por Alien Lañe, The Penguin Press, Londres 1999. No es por capricho o algo parecido que cito esa edición inglesa. Se trata, sencillamente, que es la que tengo a mano. Las ediciones originales y las de las obras completas, fueron dispersadas por el viento de agosto, los chaparrones de abril, los amores de mayo.

De 1988 a ahora, ¿cuántos gorriones han ido apareciendo en mi vida? Sé que hubo un tiempo que desaparecieron, era como si hubieran decidido algún viaje, como si fueran convocados por el presidente de los gorriones, ya que los gorriones, dicho sea de paso, son democráticos y por eso son tan odiados por los nacionalistas argentinos, que escriben la palabra en cuestión como "zeta" y saben que Adolfito odiaba a los gorriones. Suponía, el tal Adolfito, que los gorriones tenían algo en común con los gitanos y los judíos. Puede ser, lo cual implica un par de razones más para amarlos. Desaparecieron, decía, después de una tumultuosa serie de reuniones parlamentarias, pero poco a poco fueron apareciendo y tratando de buscar aquella vieja amistad que tuve con sus antepasados y que ahora, claro, tengo con ellos. Como se sabe "gorrión" es el nombre común de diversas aves paseriformes de la familia de los ploceidos, del género Passer, Petronia y unos cuantos más. El gorrión común, el Passer Domesticus, es pequeño, de color pardo y según un poema de Guillermo Hudson tiene un gran valor. Son oriundos de Asia, pero como tienen un gran poder de adaptación viven por todo el mundo. Tienen además una gran fecundidad. Le gustan los granos, también las migas de pan y de vez en cuando algunos insectos pequeños. Son amistosos y siguen siendo amantes de la música. Como es lógico pensar, los gorriones mueren. Pero como no sabemos ni dónde, ni cuándo ni de qué manera, podemos dar en pensar que gozan de cierta inmortalidad. Puede que no sea así, pero ¿por qué no pensarlo? De cualquier manera sigo sin ajustarme al tema de fondo, cuántos son los'gorriones que he visto desde aquel 12 de mayo de 1988. Tengo algunos apuntes. Todos dispersos, como es lógico, y he perdido la exactitud de aquel entonces. Como a partir de 1988 las cosas fueron cambiando y de manera un tanto precipitada, cierta contabilidad de los gorriones tuvo que ser dejada de la do. Traté de explicarles a los que pude que no era indiferencia la mía sino otras preocupaciones que solían agobiarme.sin pausa. Ellos comprendieron, no hicieron preguntas y ofrecieron la ayuda que pudieran darme. Sé, por ejemplo, que en la década del noventa, vi muy pocos gorriones y en cambio tuve oportunidad de conocer, o ver sin conocer, gente extremadamente desagradable, con las no demasiadas excepciones del caso.

Sin embargo, aún en esos años difíciles, debo haber visto uno siete mil gorriones. Tal vez un poco más entre 1995 y el 2000. En los dos primeros años del nuevo siglo se que no vi ningún gorrión y si lo vi no lo tuve en cuenta. Tal vez se debiera a que me había impuesto una dieta que no debería recomendar a nadie. Lo esencial era una sopa de zapallo, de esas que vienen deshidratadas, a las cuales les agregaba un huevo, con yema y clara, y un poco de leche. Las otras bebidas consistían en una mezcla por partes iguales de caña Piragua y té; cada tanto un whisky con agua bien helada; en cuanto a los sólidos, lengua a la vinagreta y anchoas. Se trató de una dieta estimulante, pero ignoro para qué. Los gorriones estaban enojados. Y me lo hicieron saber. Fue un tiempo en que descubrí, no sé si con demasiada sorpresa, que amigos que creía que me querían, les hacía bastante gracia considerarme algo parecido a un muerto civil. Los gorriones me salvaron. Comenzaron a insistir en buscarme. Me dijeron que la única salvación es perder todo tipo de resentimiento, perdonar pero no necesariamente olvidar. ¿Se puede perdonar sin olvidar? Creo que sí, no es fácil pero es un ejercicio que requiere alguna paciencia. Por cierto que hay cosas imperdonables, que son aquellas que nos hacen mas daño. En ese caso, me decían los gorriones, no olvides ni perdones, pero no te entregues al odio, eso es nocivo para el que lo experimenta.

A partir de ese momento los gorriones fueron apareciendo con mayor frecuencia, lo cual me hace pensar que debo haber visto unos once mil trescientos noventa y siete. No hay mucho de exacto en esta cifra, pero haga el lector la suma que yo me he olvidado de sumar: 39778 más 11397. ¿Cuántos son? Ya dije, no sé sumar. Pero tal vez en la suma algo nos aproxime al nombre secreto del Ser Supremo.

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