CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA
› Por Adrián Abonizio
* El viejo, entraba al boliche de Pellegrini y Lavalle de Cañada de Gómez tras dos días de carreras de caballos, la mayoría de las veces con el cinto ensanchado de patacones. Ordenaba entonces al cantinero: "!Sirva sin medir que se va a pagar sin contar!", y se sentaba orondo y expansivo. Fortunas arrojadas en las mesas interminables de bebidas, fortunas de corazón sin medida ni tiempo. Tiempos donde el amarrete moría de sed y el opulento de un ataque al corazón, fruto desmedido de una vida plena.
* Borges tiene un artículo precioso denominado "Leyendas en los carros"; donde se expande acerca de la sabiduría popular. El, viajante de la rutas, a su modo va guardando algunos que descubre en las parte trasera de los camiones: "No lo lavo, quiero mucho a mi tierra", "Ladran Sancho señal que pisó un perro", "Por el viejo lo tengo y por la vieja lo doy", "Mientras lee esto está manejando mal". Y el único el imbatible, un clásico eterno: "Lo mejor que hizo mi vieja es el pibe que maneja".
* El tipo vivía en los bares e inexplicablemente siempre se lo encontraba al sujeto que al verlo por ahí, vagueando, puesta la vista en la nada de la ciudad le repetía como un sonsonete que "de mirar no se come". "Vos calentá el agua que otro se toma el mate", le retrucó el observador. Vivía de escribir en cuadernitos, apuntes breves en diarios pobres, pero con vocación. El otro yugaba de remisero, una vida gris . "Lo del mate no lo entendí", se sinceró y pidió un café. En la acera opuesta, entrada de un telo la mujer del chofer acababa de atravesar el umbral con un galán. "Mejor me voy", dijo el vate. "Hembra de zorro no da cachorro que no huela mal", alargó saludando después. El engañado se quedó pensando en lo raro que son todos estos filósofos.
* El Pulga Luciani oriundo de Venado Tuerto establecía que su ciudad era un reservorio de creativos. Cuando el genio llegó a Buenos Aires se lo acercó al amigo con una amplia sonrisa y un sentido del orgullo inenarrables: "Este es el flaco Pucilini. Uno nunca conoce a los anónimos populares, a la ciencia sabia de la oración certera, la metáfora que recorre los caminos y nunca tiene padre, pero en este caso sí!Aqui está!, Este es el que inventó.... !Revoleando los ojos como pintor pasando presupuesto!". Y era como si presentara a Dalí, a Gandhi, a Groucho Marx o a Charly Parker.
* Autor extraordinario de tangos el músico se encontró en un brete en cierto poblado del interior. Unos mamados lo habían apartado del resto e insistían que les contara los atributos reales de la señorita que el describía en una canción. "No existe", se defendió. Un murmullo de decepción y bronca lo amuralló en el encono. Entonces no tuvo otra que narrarla, con lujos de detalles fingidos, desnudeces varias y costumbres amorosas. Como no estaba muy inspirado recurrió a las groserías. Los borrachos dejaron el ámbito del odio para pasar al de la decepción. "Esa que nombrás es más bien una puta, nosotros pensamos que era una mujer leal, ya no la queremos", dijeron entre vahos. "Andate y decile que es más falsa que un billete de cuarenta pesos".
* Tenía cabeza de lamparita y el cuerpo de laucha hundido, con el reborde una joroba que le nacía incipiente, producto de los siglos sentadito en su silla baja, arreglando zapatos. Colgaban de su cueva varios dichos a tinta y papel pegados a con una madera: "El mal no está en que haya ricos sino en que haya pobres" o "El mal herrero se queja de sus instrumentos". "El guano cuanto más se revuelve más hiede". "Donde fuiste peón no seas patrón". Era anarquista y tartamudo. La vida para conjugar estos destinos lo había empujado a colgar cientos de estos cartelitos con dichos. Cuando algún inadvertido encaraba una conversación, oía un atentamente y luego con una precisión de flecha señalaba el dicho que colgaba en algunas de las paredes, quienes seguramente, sintetizaban mejor la respuestas que nadie.
* Se había criado entre los dichos de su tío, un genio locuaz. Recordaba algunos: "Más agachadas que japonés con visitas". "Pesado como barrilete de mármol". "Nervioso como merluza en Semana Santa". Memorables, reflexivos, perfectos. El, aprendiz de chapería, le daba al martillo tratando de retenerlos a todos. "Firme como mugre de talón", insistía el tío en medio de la autógena. "Desorientado como chancho en departamento". "Resbaloso como teléfono de carnicero". "A los tirones como negra peinando al hijo". Y así. El súmun fue cuando le trajeron la noticia que su hijo adolescente iba a ser papá. "Más vale pájaro en mano que padre a los dieciocho" graficó el mensajero. El tío pensó un instante y pidió el retruco: "Y más vale pájaro en mano propia que mano en pájaro ajeno".
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