CONTRATAPA
› Por Gary Vila Ortiz
El título ya es un error. Ya no existe el fútbol del domingo. Ahora el negocio del fútbol se ha transformado, por motivo del negocio, no del deporte, en signo de todos los días. Pero de cualquier manera podríamos decir que en el mundial se juega el fútbol pero, vaya por la primicia, no tan solo el fútbol es el que se pone en juego. Lo cual determina que hay quienes miran el partido con absoluta inocencia y aquellos que exageran las circunstancias que rodean a cada uno de estos mundiales que se transforman en el eje central de la información, pase lo que pase. No hay necesidad de refrescar la memoria de nadie, porque creo que todos pueden recordarlo, y los que dicen "no me acuerdo" es solamente una expresión de mala fe.
No soy muy objetivo con respecto al tema. Creo que el fútbol es el más bello de los deportes. Jean Giraudoux va más lejos: "Más aún que el rey de los deportes, el fútbol es el rey de los juegos. Los grandes juegos del hombre son juegos con una pelota, ya sean el tenis, el frontón o el billar (...) La pelota es en la vida lo que mejor se escapa a las leyes de la vida...". Es cierto que en algún momento los periodistas se preguntaron, hacia 1933, que en un mundo en donde todos los países parecían poner murallas de odio contra los otros, lo único que quedaban como cosas de carácter internacional eran los deportes y la guerra, que de hecho se practicaron y se siguen practicando con largueza. Otra pregunta, un poco anterior al '33, pero por esos años, era el por qué los intelectuales preferían el rugby al fútbol cuando éste se había democratizado. Esto ha ido cambiando; y en el caso del fútbol si bien sigue siendo un deporte democrático, no lo es tanto como antaño. Es, sobre todo, un estupendo negocio y el lucro se impone a un juego aún cuando la belleza del mismo (no siempre, pero algunas veces) suele seguir victorioso.
El fútbol, por otra parte, suele abrir un paréntesis en países donde imperan sistemas totalitarios. Un mundial como el que se ganó aquí en la Argentina, hizo que el entusiasmo popular parecía dejar de lado las terribles circunstancias en que vivíamos. Por ese tiempo no llegué a ver ningún partido y cuando Argentina le ganó a Perú con los goles que necesitaba con exactitud para calificarse, como si eso fuese hecho por una máquina calculadora, me tocó como periodista (a mi pedido por otra parte) salir a la calle a ver quiénes no estaban pendientes del mundial. La nota no se publicó, lo que era lógico. Recorrí buena parte de la ciudad. Era un desierto un poco menos desértico que el siniestro del tiempo de los saqueos.
Pero no es este el tema de la nota que trato de hilvanar. Si bien se podría agregar que nuestro país participó de un mundial en tiempos en que vivíamos una guerra como la de las Malvinas. Ignoro, sin exagerar, a qué se prestaba mayor atención.
Volvamos al fútbol, que ahora tiene dos o tres visiones: la que se ve en la cancha y la que se observa por la televisión, a la que habría que agregar la que puede inventarse con mayor facilidad (pero no con mayor felicidad) desde la radio. El fútbol, sobre todo por la TV, es una de los pilares de esa abominables presencia del hecho consumado. Un ejemplo del mundial que estamos viviendo: en uno de los partidos un primer plano de la televisión se observó cómo el arquero sacaba la pelota poco menos que desde el fondo del arco, pero el gol no fue tal porque el referí y el lineman no lo vieron.
Dejemos de lado el hoy y vayamos un poco a la historia. Puede sorprender que el fútbol, según algunas investigaciones, se comenzó a practicar en el Japón, unos mil años antes de Cristo y en China unos quinientos antes de la era cristiana. Incluso habia competencias mundiales. Se llamaban juegos de "TauTau". Creo que no había ni televisión ni hechos consumados, pero no lo sé a ciencia cierta.
En cuando su difusión, fueron los legionarios romanos los que llevaron al fútbol a muchas otras partes de aquellos tiempos anteriores al descubrimiento de América. A Inglaterra, donde en tiempos de Guillermo el Conquistador tuvo una gran difusión. Pero después, en la misma Inglaterra, un muchacho con evidentes problemas edípicos, que fue Eduardo III, mostró una gran inquina contra el fútbol. Eduardo III, que ascendió al trono ayudado por su madre y el amante de ella, un tal Mortimer. Eso ocurría en 1327. Cuando llegó al trono este muchacho complicado hizo tres cosas: primero encerró a su madre en un castillo, luego hizo colgar a Mortimer y finalmente decidió empezar la Guerra de los Cien Años. Pero sus complejos no lo dejaban en paz; entonces se las tomó con el fútbol y decidió declarar ilegal su práctica en sus dominios y además calificándolo de juego peligroso. Eduardo III murió curiosamente de muerte natural en 1377. No lo mató ningún hincha de fútbol. Los historiadores del fútbol suelen olvidar a este muchacho, pero recuerdan con cierta precisión que el fútbol tal lo conocemos se perfeccionó en Inglaterra entre 1840 y 1860.
Una acotación final: se supone que parte de la belleza y originalidad del futbol la tiene el hecho que le prohíbe a veinte de sus veintidós jugadores el uso de las manos. Según el ya mencionado Jean Giradoux, "si las manos han sido suprimidas del juego (salvo para los arqueros) es porque con su intervención la pelota dejaría de ser tal y los jugadores ídem de lienzo. Las manos son trucos que la han sido dados a los animales tramposos, al hombre y al mono. La pelota no admite trucos que no sean los efectos estelares".
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux