CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA
› Por Adrián Abonizio
*Ambos venían hablando entusiastas en la mañana de verano a bordo de la chata. Al llegar a una esquina, chofer y acompañante miraron para el mismo lado, errados en la dirección porque del otro lado un carro, caballo adelante los atropelló. El equino pudo zafarse y saltar sobre el capot, pero la barra de madera atravesó el vidrio y les pasó a ambos por debajo de sus mentones sin siquiera tocarlos. -Es un milagro de Dios, repetía el dueño del carro revisando a su bestia y huyendo con lo que quedaba del transporte antes que llegara la policía. La barra de madera, roja y fileteada aún está de decoración en el patio del dueño de la chata. Es para recordarse a sí mismo que la Parca a veces, anda distraída.
*Siempre repite el mismo chiste que,a fuerza de aprenderlo y largarlo en el lugar preciso suena efectivo -Yo antes era igual a Brad Pitt, pero tuve un choque de frente en la 33 contra un Monticas y me reconstruyeron esta cara.
*Se conocieron en un choque. En una esquina, como observadores casuales. El la invitó a tomar algo para evitar que ella observara como cubrían el cadáver. Simpatizaron enseguida. Ella pudo recuperar la presión y a la semana estaba en su lecho, fervorosa. Por la ventana del departamento donde llegaron a convivir los dos, enamorados aún, recordaban la esquina de la muerte y del amor, allí abajo de sus pies de su dormitorio, de su nido.
*"Llegan a las ocho los fierros,...si los recibo", recita el gordo de al lado y ella deduce que pueden ser armas, estructuras o autos. O las tres cosas a la vez
*Los llevaron a los Juegos del Parque. Ella, la Reina Rubia iba en el autito rosado y él evitaba siquiera mirarla, o rozarla para que no se aprecie su camote. Además temía molestarla. Pero un morochito audaz del otro grado que la persiguió todo el tiempo, la chocó, de costado, de atrás y hasta la embistió de frente. Ella se reía a los chillidos. Cuando él entendió el vaivén de la seducción y quiso llevarla por delante sonó la sirena. En la rampa, ella se apoyó fugazmente en el brazo del chico aquel mientras reía como loca. A él se le ocurrió que el morochito iba por delante saltándole como un cuzquito a su ama.
*Toda la familia era un desastre manejando. El padre tenía un prontuario pesado y ninguna companía de seguros quería admitirlo ya. La esposa se había llevado por delante hasta un burro de paseo. Y los hijos, salvo el menor, eran criminales al volante. Cuando el más chico entró a trabajar de chofer de ambulancias, lejos de sorprenderse, lo rodearon y le festejaron el oficio como si le otorgaran una cucarda de premio, una distinción, como el sello hereditario de bestias con carnet. Volando por la ciudad con su corazón de hielo sin temor salvó mas vidas que las que el resto de la familia en su larga perfomance. Y así se reparó el karma maldito.
*Autitos a masilla. Era loco por los autitos con la panza repleta de masilla que recorrían las inmensidades de la vereda, plagada de hoyos y acechanzas. Choque contra un adversario, volvía al punto de donde había salido disparado. Caída al barranco, medida doble. El manejaba la Estanciera amarilla. Un día se estuvieron casi dieciocho horas en la Vuelta a la Manzana, esto era, correr por el cordón hasta completar, expuestos a las salpicaduras de los autos en la calle, las lipotinimias, las picaduras de animales salvajes. Que Dakar ni Dakar!
*Vidrios polarizados donde nadie ve nada. Auto verde oscuro, cortada centrica, pavimento de adoquín. Ella estaciona, se saca solamente la solera, sube el aire acondicionado, empieza con aquello, a cincuenta centímetros donde pasa la gente y nada advierte. A él, luego del viaje riesgoso y alucinatorio se le ocurre preguntar si eso que hicieron no fue una infracción de tránsito.
*Jugaban a que huían de la policía con sus autitos de plástico. Le ponían rompeportones en la trompa y a veces estallaban en medio de la algarabía. Uno estudió química y se especializó posteriormente en efectos especiales para cine. El otro fue ladrón de bancos en donde siempre había explosiones. Murió hace poco. Dicen que se quedó fascinado mirando arder una mecha.
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