CONTRATAPA
› Por Luisina Bourband
I-
Las "madres esperando" son toda una categoría. Madres en espera de los niños, en fútbol, en rugby, en natación, en danza, en los cumpleaños, en la puerta de la escuela. El concilio donde se cocina todo.
--Ella se queda en extensión- dice señalando a la nena que se empeña en llegar a la orilla de la pileta, su cabeza ajustada por una gorrita de neoprene fucsia.
-Y eso qué es? --me entrometo en el diálogo y me miran como si fuese de otro planeta. (A mí me deben decir "esa, la del libro")
-En la escuela tenés la posibilidad de dejar los chicos fuera de hora si no llegás, las horas que vos necesites. Es bárbaro. Se quedan en talleres de distintas cosas. Después a fin de mes te lo suman a la cuota. Es medio salado, pero la vas a buscar y ya almorzó, te resuelve la vida. Y de ahí nos vamos a las actividades. Lunes y miércoles natación, martes y jueves patín. Y miércoles y viernes danza.
-Y sí, terminan tipo siete de la tarde todo -dice otra--. Y no se cansan. A veces son las doce de la noche y no las puedo acostar.
-Sí... no sé por qué, ahora los chicos no duermen nada.
Trato de imaginarme lo que para ellas no es un problema. El infierno de una infancia controlada por una mirada asimétrica siempre presente, un ocio reglado, una tarde cronometrada, un insomnio alerta.
La maternidad te protege de los pensamientos más extranjeros. Eso es una gloria, y también un estrago. Como que hay algo suspendido en las madres, esperando, sufriendo en extensión a los hijos. Madres en souffrance.
II-
En la puerta de la escuela hoy esperamos más que de costumbre. Mi hijo me saluda desde la ventana sacudiendo una bolsita de puflitos de colores. Es que hoy se despiden del jardín "las chicas de nutrición", las pasantes que fueron a enseñarles a nuestros hijos cómo alimentarse saludablemente. Parece que para que coman, hay que educarlos, argumentarles científicamente, convencerlos, seducirlos. A los niños hay que seducirlos, nominar la comida con títulos divertidos y hacer con ella un packaging amigable. A mi hijo le dieron un diploma que lo felicita por aprender a comer sano, aunque en casa tiene las mismas mañas de siempre.
Una mamá dice que el suyo sólo come papas fritas y patitas desde que comenzó su alimentación. Leche y fritos. "Es más, cuando era chiquito, todavía no hablaba mucho, pero divisaba de lejos la M de Mac Donald's y decía papa".
En la reunión de la tarde, un papá plantea con seriedad cómo fue que se hizo el festejo de un cumpleaños con una torta de chocolate, que es dañino para la salud de los niños, y no respeta el acuerdo alimentario de la escuela.
Una época donde infancia y juego se excluyen, infancia y chocolate también. El sabor perdido entre la pedagogía, la ciencia y el consumo.
III-
Esperando en el cumpleaños, todo rosa de princesas. Las madres de mujeres no sólo escuchan sino que lo dicen, de hijas propias y ajenas: "Y... si, es mujer".
Una me pregunta: "Ella es más bicha que él, no?". Es la respuesta que se da al favorecer ciertas tendencias de comportamiento sobre otras para explicar la diferencia sexual. Me resisto a hablar en esos términos, a esconder una interpretación pretendiendo que describo lo que veo. Le contesto que yo dudo si es así, si nosotras no somos las que privilegiamos algunas actuaciones sobre otras en los niños, con nuestra mirada. "Yo prefiero pensar que es genético, si son los genes no soy responsable", dice risueña.
Para algunas cosas, los genes son lo más propio, y para otras, lo más ajeno.
Todas sonríen y el tema pasa de largo. Las mujeres son terribles, bichas, brujas. La tautología decretada por el concilio. La comúnunidad que nos hace comunes y hace de todas, Una.
IV-
La noche es de los momentos más temibles de la maternidad. Muchas dicen que es lo único realmente negativo. No poder dormir. Esperar a que se duerman, esperar a que se despierten, fijarse si respiran. Yo creo que no es exactamente eso, sino que el hecho de estar despierta en la oscuridad y el silencio te da una lucidez insoportable. El insomnio puede ser el grado máximo de alerta del deseo, la consternación física de un deseo que pugna por encaminarse y queda entrampado, esperando ociosamente en el laberinto de las noches. Allí es donde una está sola. Sola y demandada por los hijos. No hay contradicción en ello. Pienso esto envuelta en la densidad nocturna, que en el momento se presenta como un hallazgo extraordinario, y seguramente me lo voy a olvidar a la mañana. Escucho el grito de mi hijo desde su cama. Me acurruco con él para que no se despierten los demás. Entredormido y todo blandito, me dice dulcemente mientras me abraza: "Acostate, y cerrá los ojos hasta soñar algo". Ahora sí que todo puede ponerse a esperar.
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