Sáb 26.07.2014
rosario

CONTRATAPA

Una Luna

› Por Bea Suárez

Para octubre de 2003 mi hermana estaba ya gravemente enferma.

Luego de un viaje a Córdoba la trajeron descompuesta para ser ya nunca más la flaca cuyo amor, en su sorteo, me tocaba hasta deshacerme de esa hermandad que sangra.

Se habían enfermado su espontaneidad, los recuerdos infantiles, los disfraces, la piedra más bella que en el agua flota, el sentido.

Ese octubre magnífico se ensanchó hasta hacer blanco en el medio de mi cuerpo pocos meses después.

Ella tuvo dos hijos en el centro de sus cosas, puso dos hijos en el centro de sus cosas quiero decir.

Sobrinos míos, terminados perfectamente desde sus respectivos nacimientos.

La Pepe los pulía en un guijarro cada vez, los hacía grandes, les enseñó hasta donde pudo un modo de entender el mundo, basado en el amor y por añadidura en la felicidad que es vivir.

Ella no sabía que moriría antes de tiempo, extramuros. Mi hermana murió entre bambalinas, con la promesa fuerte de volver a buscarme.

A contraluz de todo caía enferma como las hojas del otoño que se la llevó, dándole un valor al tiempo último pocas veces visto.

Entre otras me decía: "¡Como vas a sufrir!". Estrecho era lo que ella pensaba pues lo mío no fue mero sufrimiento.

En el afán de amortiguar la inminente falta del apego materno, se decidió en su familia comprar una cachorra labradora a quien llamaron "Luna" (ahora muchas perras se llaman de ese modo, pero en ese entonces no). Mi sobrina, tal vez mojada, tal vez vacía, eligió esa palabra para nombrar semejante hermosura en medio de la guerra concretada.

Recuerdo bien los primeros miedos de la perra, la algarabía de empujarla a mear afuera, el valor de mis sobrinos al sostenerse en esa baranda canina, yo diría, sin igual, a la sazón.

Y, podría decirse que mientras mi hermana comenzaba a apagarse, luna se encendía. Y todo era tan verídico, tan perfecto, que los extremos de la vida se tocaban hasta escurrir sonrisas para mis dos amados sobrinos.

Laura falleció finalmente y sin precauciones el mayo que seguía, la enterramos en un labrado jardín en Funes, allí descansa su cuerpo desde hace justo 10 años Y allí, con frecuencia, vamos a ver los pastos que brotan desde su valentía.

Hoy me entero que le paso a Luna. La internaron pero también se fue, no duró tal vez lo que debía, conquistó a todos pero hoy partió entre (seguramente) una lágrima de mi sobrina, mientras (me cuentan) mi sobrino le ponía tierra a sus pelos de miel.

Me cuentan que fue en Funes la cosa. ¡Ah! me dije: cerca de mi hermana, de donde desde entonces vive mi hermana Pepe. ¡Qué bueno! porque la vida real quedó sumamente disipada desde entonces, y mi geografía cambió como una playa en la marea. Hoy se fue Luna con ella a moverle la cola y el viento de su historia.

No hablé con mis sobrinos porque tengo miedo de otra desposesión, prefiero quedar en un entredicho de sucesos que a muchos nos signaron la vida.

Luna, diez años después, no te demores en encontrarla, ladrale, porque en la génesis de todo, ha de dilatarse la rompiente y como caracoles graves, una vez, estaremos los de entonces.

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