CONTRATAPA
› Por Adriano Peirone
No es saber, saber hacer
discursos sutiles, vanos;
que el saber consiste solo
en elegir lo más sano.
Especular las desdichas
y examinar los presagios,
sólo de que el mal
crezca con anticiparlo.
[Sor Juana Inés de la Cruz]
En las recientes tensiones acerca del valor de la moneda, surjen elementos a desmenuzar de modo pormenorizado, para evitar efectos futuros muy nocivos para el conjunto de la sociedad que la comparten. Puesto que es necesario un ejercicio que evite la naturalización de prácticas cotidianas rayanas con lo que es, siendo generosos, poco menos que grotesco en su talante antidemocrático, siendo a su vez de una importancia social y política medular, nos preguntamos, por tanto: ¿cómo construir políticamente para que dos dimensiones tan aparentemente alejadas, como la del mundo financiero y la del mundo popular, se pongan en relación directa, a partir de un prisma democratizador? ¿Cuándo daremos real cuenta de que la aparición de esa relación en la "esfera pública" o en la denominada agenda, significa un avance, y el solapamiento, un retroceso?
Quisiera centrarme en la problemática del valor de la moneda. En ese marco, propongo partir de la idea acerca de la publicación del valor del denominado "Dólar Blue", el "Contado con Liqui" o esos artefactos como eufemismos para las formas del dólar ilegal que erosionan fuertemente la soberanía del Estado.
Probablemente no sea fácil encontrar un mecanismo más representativo de rémoras antidemocráticas tan arraigadas en el sistema institucional vigente, y a la vez y justamente por ello, algo que sea de tan urgente revisión. En tanto que, llamativamente, hoy resulta posible enunciar cotidianamente en medios masivos de comunicación este elemento que es transable solo de modo no legal y que termina por repercutir, de manera independiente de la voluntad de los gobernantes democráticamente elegidos, sobre la capacidad del conjunto de la economía, ¿no sería un avance político discutir qué se entiende por control de la moneda por parte del Estado, en un sentido ampliado?
Si el umbral psicológico que representa el valor del dólar no oficial tensiona en el presente, de manera insoslayable, el valor futuro de referencia de la moneda local, definiendo de ese modo cuánto debe desembolsar el Banco Central de nuestro país de las denominadas "reservas" que la economía tiene, aparece como necesario reconsiderar los mecanismos políticos con los que decidir sobre las cuestiones comunes. Puesto que lo democrático, consideramos, de una práctica estatal no es algo que supone un mecanismo vacuo e insustante en relación al modo de afectar la vida cotidiana de las mayorías, sino la potestad que tiene una política pública de ahorrar atávicos vínculos, en el futuro, a los sujetos que se afectan en la sociedad implicada. O diciendo lo mismo con otras palabras, la Democracia no es el solo el cumplimiento de procedimientos de manera burocráticomaquinal, en tanto esos procedimientos no consideren una sensibilidad para los efectos de su propio proceder, sino también la responsabilidad por su repercución sobre las mayorías que no forman de manera cotidiana los elementos decisores.
Si entendemos la construcción de políticas, también, como el efecto de una dimensión centralmente comunicativa, resulta impensable que un Estado soberano permita hasta podríamos decir que ese permiso es una delegación directa de soberanía la postulación pública por parte de medios masivos de comunicación del valor de una "mercancía", a todas vistas, ilegal. Y no se trata de demonizar a los medios masivos, o de responsabilizar solamente a los grupos mediáticos opositores. Ellos son una parte importante, pero parte al fin, de un entramado concreto y mayor, en el que se inscriben sectores concentrados para renovar las poleas económicas de absorción de los excedentes producidos por los trabajadores, los más, o los sin parte, para así perpetuar una dominación política.
Siendo que es el Estado, a través del Banco Central, el que define el valor para la propia moneda, en condiciones de "flotación sucia", es inconcebible imaginar la pasividad frente a una práctica que es tan ilegal como publicar la venta de autopartes robadas, no solo por ofrecer un bien de "producción" no legalmente aceptado, sino también porque, para peor, en el caso de la moneda común se torna central para condicionar los actos de aquellos que quieren, en el mejor de los casos, "reservar el valor" de sus bienes o activos.
Como decíamos más arriba, esto no es un dato menor, en la medida en que atenta contra la definición que puede darse un gobierno de algo tan trascendente para una sociedad como lo es la moneda nacional. La crisis financiera mundial iniciada en el 2008, el desmantelamiento del Estado de bienestar en los países europeos, el giro de utilidades de las sucursales de la periferia a las casas centrales de los países occidentales, la financiarización de los sectores populares proceso este último de una velocidad preocupante, que viene siendo trabajado en reflexiones e investigaciones de manera muy aguda, que esperamos ingrese cuanto antes en la agenda política, como también, la arremetida de los fondos buitres, son todos puntos de conflicto que caracterizan una época: aquella en que está en redefinición los modos de extraer, hacia los núcleos concentrados de poder, aquello que las sociedades producen y contraacumulan.
Sugerimos entonces que, de otro modo, para dimensionar la centralidad política de los distintos planos que hacen a la problemática de la moneda, al denominado dólar blue podríamos definirlo, junto a su acepción de cosa tangible, en su acepción informativa: dado que aglutina la información para aquellos que no pueden negociar en términos del dólar oficial, este Bien condensa junto al contado con liqui, y elementos paralelos de ese calibre, en los signos que emite o en los mensajes que postula, una información resumida que atenta sobre la posibilidad que tiene un gobierno elegido de definir un elemento tan crucial como lo es el llamado "equivalente gral".
La grotesca campaña cotidiana de instalar valores (culturalmorales) sobre la moneda a través de los medios masivos de comunicación, y la no reglamentación de esa posibilidad, redunda en una aceptación social tácita que se traduce en acciones concretas por parte de actores individuales, por un lado, y sobre todo por parte de agentes con mucha capacidad de mercado, por otro.
Este pareciera ser un momento donde las piezas se están reacomodando para volver al encuentro. Es primordial concentrar las múltiples herramientas recogidas de lo que hasta aquí sucedió, con el fin de que el año se vaya cerrando sin margen para los arribistas de lo compartido. Para ello, es imprescindible considerar que la profundización de las democracias no se limita, solamente, a los modos de calibrar los mecanismos económicopolíticos para evitar sangrías de lo común, ya que ellas son impensadas sin la consolidación de las experiencias populares y subalternas que luchan cotidianamente por una voz en los lugares donde se definen qué le corresponde a todos y qué a unos pocos; pero resulta de central importancia, disputar también las maneras en que lo cotidiano, en la cultura generada, hace natural lo que atenta contra las mayorías, como un escalón más en este camino de definición política por los bienes y los sentidos de la época.
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