CONTRATAPA
› Por Miriam Cairo
Mesa 1. Lluvia
--Siempre que llueve vengo a buscarte.
--Lo sé, por eso estoy acá.
--Cuando no llueve, también.
--Lo sé, por eso estoy acá.
--Y cuando la noche viene subiendo desde el río.
--Por eso estoy acá.
--Y cuando termino de leer un libro.
--Eso nunca ocurre, pero igualmente estoy acá.
--Cuando el libro vuelve a empezar.
--Eso siempre ocurre, por eso estoy acá.
--Y sobre todo cuando me acecha cierta idea de desnudez o de flores
hermafroditas.
--Ni hablar. Aquí estoy.
--Y cuando las flores se enamoran de sí mismas.
--Sobre todo cuando se enamoran de sí mismas...
--Y cuando pienso en el marqués enredado en la lengua de la musa
soledad.
--Tampoco podría ausentarme.
--Pero también, o fundamentalmente, vengo a buscarte cuando la
musa se queda como una foto fija en la memoria del marqués, y de la
frente de la palabra marqués empiezan a brotar unas gotas de sudor
dichoso, entonces ya no caben dudas de que la noche, en la memoria
de la palabra musa, es tan peligrosa como un rottweiler.
--O como un campo minado de flores hermafroditas.
--Y los jardineros no entienden nada.
--Qué van a entender.
Mesa 2. Erudición
--¿Tenés el tema de la "autoficción"?
--No. Autofricción, sí. Llorar de frac, de flato y de flacura, también.
--Mirá, esto de la autoficción viene a ser algo así como que si a la mina le gustan los zapatos, después te escribe un cuento con zapatos.
--Qué jodido.
--Espeluznante.
--¿Y qué otra cosa te enseñaron en la facultad?
--A pasar el dedo por el índice de los libros y sacar conclusiones.
--Esa está buena.
--Esa es mi preferida.
--Sale gente muy sabia de lugares como esos.
--Puf.
--La cara lo dice todo. Vos le mirás la cara a la gente y aprendés de
una.
--¿Y vos aprendiste?
--Mirame la cara.
Mesa 3.
--De las ciento sesenta palabras que tengo en la cabeza, la mitad está
en cuarentena.
--Es así como se pierden tantas oportunidades.
--De hacer la revolución.
--De hacer una revisión.
--De hacer una resurrección.
--Por el rabillo del ojo.
--Ojalá.
--Es así como uno se deja engañar por el engaño.
--Y amar por el amor.
--¿Avanzo?
--No.
--¿Retrocedo?
--Sí.
--¿Hasta cuándo?
--Hasta ayer.
--Qué tiempos aquellos.
--Todavía no habías nacido.
--Vos tampoco habías nacido.
--Y de las ciento sesenta palabras no había ninguna en cuarentena.
--Las amigas de las ochenta incomunicadas venían de una Osadía
Griega.
--Y se creían romanas.
--Yo no hablo español.
--Ellas tampoco.
--Pero cuánta imaginación tenían.
--Cuánta tristeza esópica.
--Ayer no más estaba en cuarentena con Esopo.
--No me hagás acordar.
--Ayer se fabulaba que era un escándalo.
--Marche preso le dijeron.
--¿A Esopo?
--No, a Ayer. Y Ayer se fue.
--Al calabozo.
--Con las ochenta palabras.
--En cuarentena.
--Ochenta palabras que eran ochenta flores hermafroditas que se
enamoraban a más no poder.
--Ayer era imposible.
--Ayer no había nacido.
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