CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA
› Por Adrián Abonizio
*El paciente, echado a la fuerza por su suero y las ampollletas del electro que lo tienen sujeto, lo único que puede hacer es leer. Se acerca la cardióloga de guardia y le pregunta en que está tan enfrascado. "Enfermedades sicosomáticas, todos lo que estamos aquí la padecemos. Es de la cabeza", dice el tipo señalándose con el índice la sien. Presiente que iniciarán una conversación al respecto. Pero ella replica: -Ay, yo no puedo entender nada de eso, me desconcentro enseguida o me aburro, mientras maneja los instrumentos que son su única razón para no desaparecer del todo, envuelta en la indolencia que otorga la ignorancia.
*El juego consistía en que ganaban los que menos sabían pero lograban mentir con eficacia. Jugaban colocando temas en una gorra y el que extraía un papelito debía hacer un discurso acerca de lo que seguramente ignoraba, tratando de ser convincente. Los temas eran harto difíciles y la diversión asegurada. Estaban practicando retórica, pero no lo sabían. Tenían trece años y esa escuela imaginaria les sirvió para mentir, oficio al que se dedicaron los que menos sabían de todo pero habían adquirido con la práctica sangre de pato, sangre fría de killers y de embusteros consuetudinarios. Algunos arrasaron bolsillos y vidas ajenas sin que se les mueva un pelo y están fugados. Otros se hicieron mujeriegos. Otros vendedores. Otros escritores. Otros políticos.
*Era un chica muy bruta, deficiente, sudaba de miedo y nunca estudiaba. En la prueba ella le rogó a su vecina acerca de la segunda pregunta. Era de botánica, acerca de una parte de los vegetales. "Felógeno", le susurró la respuesta casi con piedad. Y la otra, bestia en estado puro escribió Peloponeso, una península de la antiguedad
*"Yo sé que ahora vendrán caras extrañas", canta Gardel acerca de la Muerte y sus pompas funerarias. Es que en esas situaciones se sabe que arribarán gentes a las uno no soporta pero ante la finitud de la Parca, que con sus dones negros y mágicos junta personas que de otro modo no se soportarían un segundo cerca, no se los puede echar. La certeza es soportada como un castigo.
*Las novelas, los cuentos, se suelen realizar sin un idea previa: apenas un hilito leve desde donde tirar hasta realizar el tejido, la trama propiamente. La gente cree que el artista sabe lo que hace y la mayoría de las veces, ni sabe lo que sabe y menos aún como lo habrá de emplear. Es el gran misterio de ignorar, solo presentir. Y sostener la audacia de saltar al vacío.
*Fino era el gordo mas mentiroso de la zona. Jugaba de defensor porque no podía ni levantar las piernas, pero solía ser efectivo debido a su corpulencia y su prontitud para empujar, pechar y asustar al rival. Pero de ahí a saber patear penales había una diferencia. "Yo sé", aseguraba. Y nadie le creía. Cuando en la final lo pidió pues el pateador oficial tenía el dedo hecho trizas todos dudaron y eso acrecentó su confianza. Tomó la pelota, esperó el pitazo y convirtió, fuerte, al medio, de punta. Campeones. En los vestuarios, exultantes, le preguntaron como había decidido patearlo ahí.-Les dije que sabía, esperé que se moviera el arquero y después lo hice con el arco solo. Pero quienes estuvieron a su lado esperando el rebote supieron que lo pateó cerrando bien fuerte los ojos. No mirar también es una forma de saber.
*"¡Quiero saber quien fue 'Esócrates' y que obras tiene!" pregunta intempestiva y bestial la dama en la web que vaya casualidad aparece bajo la forma de un iconito que representa a un caballito retozón. Los improperios que recibe son de una magnitud variada. El más gráfico es aquel que escribe: "Si te hubiese conocido hubiese escrito una obra -no publicó ninguna- que se llame ¡Denme cicuta doble!"
*El que suscribe hace tiempo ya que no sabe nada de nada. Tiene tegumentos, cortezas descascaradas en su memoria de perro fiel a un ideario seguro, pero que ya están vencidas y son parte del humus seco de la conciencia. Empezó a dudar y ese instante fue fatal, pero audaz y brillante. No saber nada libera, ayuda a nadar. Ya no tienen seguridades certezas ni triunfos. Ya no aconseja, ya no comprime, ya no asesina con palabras. Eso si, está expectante como una flor en primavera, abriéndose lentamente sabiendo que es probable la llegada de la muerte a la que espera con honor y una pizca de culpa.
*-"¡Quiero saber quien fue!", exige la maestra de primaria, acerca de un pequeño crimen ocurrido en las aulas. Una pequeñez que ella reviste de importancia mayor. Ningún chico se mueve; algunos por temor otros por convicción. Uno, rubiecito, todo colorado se para junto al banco. La maestra mira triunfante: al fin uno que va a delatar al resto. El pibe, como en clásica película de delitos, pide inmunidad y solo murmura: "No vale la pena, seño, cuando el error es tan chico no hay culpables". Purga su exceso de raciocinio siendo arreado hacia Dirección. Ni ahí, expuesto como un reo a un cuestionario carcelario larga un solo nombre. Siente una felicidad pavorosa que le llena el pecho.
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