Sáb 03.01.2015
rosario

CONTRATAPA

Como una cereza

› Por Miriam Cairo

La Pupilante (con cinco dedos en cada mano): ¿Alguien nos encontrará?

El Marqués: No. No son más de las cuatro, falta una buena parte del día para que sigamos perdiéndonos.

La Pupilante: No sé si usted ha escuchado esa canción que dice: "Hay una clase de perdido que no gusta de ser encontrado".

El Marqués: No, nunca.

La Pupilante: Es comprensible porque acabo de inventarla.

El Marqués: Se parece a esa canción que dice: "Hay una clase de buscador, que no gusta de encontrar lo perdido".

La Pupilante: Fíjese. La desconocía.

El Marqués: Es comprensible porque yo también acabo de inventarla.

La Pupilante: Eso debe ser lo que se llama equilibrio cósmico.

El Marqués: A cada rey su corona.

La Pupilante: A cada poeta su lector.

El Marqués: Y viceversa.

La Pupilante: De todos modos sigo temiendo que alguien nos encuentre.

El Marqués (moviendo su mano desnuda en el aire desnudo): El día tiene un cierto número de horas y nada más.

La Pupilante (segura de su inseguridad): Yo no sé.

El Marqués: Yo tampoco.

La Pupilante (leyendo un libro imaginario): Aquí dice que usted es producto de mi imaginación.

El Marqués (busca en su libro imaginario): Aquí dice que usted no es el producto sino la razón de mi imaginación.

La Pupilante: Como quiera.

El Marqués: Digamos que hay una línea fronteriza que en nuestro caso es muy tenue.

La Pupilante: Es filosa la filosofía.

El Marqués (colocando su desnudez en la imaginación pupilante): Me es familiar esta impresión de envión que ejercemos desde adentro...

La Pupilante (desnudamente): Usted me hace suspirar mis propios suspiros mientras recojo los suyos.

El Marqués: Vi con qué devoción usted tomó mi suspiro, aunque me pareció que él fue hacia usted con impulso propio.

La Pupilante (sin dejar de pupilar): Como un cachorro que ahora es mío.

El Marqués: Suyo es. Otra coleccionista habría acumulado gemidos con la ambición del contrabandista.

La Pupilante: Es que usted me ha creado a su imagen y semejanza.

El Marqués: Faltaba más. Usted ha imaginado mi imaginación.

La Pupilante (haciendo memoria de Narciso): Y viceversa.

El Marqués: Así es. Pero tendríamos que meditar la posibilidad de enloquecer.

La Pupilante (entusiasmada): Sucederá cuando nos encuentren.

El Marqués: ¿No antes?

La Pupilante: Podríamos intentarlo pero la locura es como la poesía: otros tendrán que decirnos si es o no es.

El Marqués: ¿Sabe? En su imaginación, puedo sentir plenamente mi existencia. Miento, no es así, en su existencia puedo sentir plenamente mi imaginación.

La Pupilante: Dígalo también por mí.

El Marqués (con gesto de magnolia teñida de amarillo): Prométame que cuando nos encuentren no dejaremos de estar perdidos.

La Pupilante (breve y natural como una cereza): Confíe en mí.

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