CONTRATAPA
› Por Marcelo Britos
Un dirigente soviético del periodo de Breznhev, explicaba - más o menos de esta manera- que había que ejercer el control y el miedo sobre el pueblo, hasta el punto en el que, si el partido dice que tal o cual cosa es roja, aunque sea violeta, todos afirmen que es roja. Esta desmesura intenta explicar cómo se puede manipular la verdad, en tanto coincidencia entre las cosas que nos rodean y vemos, y lo que pensamos de ellas. Si a esas cosas no podemos verlas, debemos confiar en canales intermediarios que nos acerquen eso que por una razón material no podemos ver. Si no conocemos como es Rusia, creeremos conocer la verdad de cómo es ese país, a través de lo que vemos y oímos sobre él de terceras personas. Si nos dejamos llevar, por ejemplo, por el cine de Hollywood, estaremos convencidos de que en Moscú sólo hay millonarios mafiosos, ex KGB secuestrando gente, y mucho vodka. Si el intermediario desdibuja la verdad, mi verdad ya está viciada desde el vamos.
En este país, en los últimos días, la verdad se ha disipado como una nube. Se diluye. Se hace imposible. Y no es el Politburó el que nos la niega, sino el fuego cruzado de poderes que trascienden gobiernos y dirigentes, "zonas marrones" como las llama O'Donnell, en dónde no puede llegar la legalidad del estado, o no quiere. O peor aún, la soberanía que reside en el derecho de elegir representantes y esos mismos representantes, son vulnerables o funcionales a esos poderes. La comunidad de inteligencia, la corporación judicial, el interior de las cárceles. Hay muchos. Pero el que actúa directamente sobre la gente, el que disemina lo que los demás creemos "cierto", y que oficia en su propio beneficio y otras veces como funcional de otros, es el monopolio de la información, el intermediario. Nos referimos, claro está, al Grupo Clarín.
Es preciso, en esta coyuntura que arrastramos desde 2008, y que enfrenta a la Presidenta de la Nación con este grupo, advertir que ya no se trata de una batalla entre el gobierno y el monopolio de la información (la estructura corporativa GC Dominio S. A.), sino que se trata de un paso repetido y predecible de una política diseñada por el Grupo, que sólo tiende a asegurarse un beneficio, valiéndose de sus "persuasivas" influencias con el gobierno de turno, o con las corporaciones, tanto económicas, como políticas y sociales. La denuncia de Nisman, su lamentable muerte, y toda la ficcionalización que de ella hicieron los medios, son sólo la punta del iceberg de algo más mezquino y siniestro: el beneficio que reclama Clarín de cada gobierno; no de este, sino del que vendrá. Dos años de cosecha, y los años que siguen pegando y apretando para que el presidente entrante, temeroso, entregue lo pedido. Es interesante que entendamos cómo funciona esta lógica. Una brevísima historia del Grupo es reveladora.
La fundación del diario que llevó adelante Roberto Noble en 1945, entre otras cosas fue financiada con préstamos de empresarios ligados a la Unión Democrática. Pero al ganar Perón, se convirtió en un pasquín furiosamente peronista, lo que le valió quedarse con los avisos clasificados de La Prensa, después de la expropiación y la entrega de este último a la CGT. También fue beneficiado con la impresión de sus diarios en los talleres de Crítica, subsidiados por el gobierno. Con la libertadora, luego de condenar al "tirano", mantuvo sus privilegios de impresión, e incluso consiguió dinero público para la compra de nuevas rotativas. En el período desarrollista consiguió, a través de un crédito del Banco Nación, rotativas nuevas y un edificio en calle Piedras, de 20000 metros cuadrados. Frondizi se salvó de las diatribas del diario, ya que Roberto Noble se consideraba un desarrollista, pero luego de apoyar a Guido y de bombardear a Illia, recibió con fanfarria a Onganíay obtuvo de éste créditos blandos y préstamos del banco de la ciudad de Buenos Aires para la compra de equipamiento. A partir de allí comienza el alejamiento del desarrollismo y el acercamiento a los militares de la mano de Magnetto y Ernestina, con lo que empieza también la persecución interna de gremialistas y periodistas díscolos, y el giro hacia la conformación de un grupo económico, que va a privilegiar el lucro sobre la información, siempre con la extorsión como herramienta. Y allí viene también la etapa más vergonzante. Por entonces el grupo Graiver era dueño de Papel Prensa, algo que la dictadura no digería por ser David Graiver judío y supuestamente vinculado a montoneros. Según las investigaciones de Graciela Mochkosfsy y Pablo Llonto, entre otros, hay documentos y entrevistas que prueban que Lidia Graiver fue obligada a firmar el traspaso de la empresa a Clarín, La Razón y La Nación, estas empresas elegidas por Martínez de Hoz. Días después fue detenida.
Durante el gobierno de Alfonsín - probablemente quien más resistió las extorsiones- , Clarín compró Radio Mitre y FM 5 estrellas con el banco Mariva (si, el banco de las corridas cambiarias desestabilizadoras), cuando la ley de radiodifusión no lo permitía. El radical se convirtió, desde 1987, en el blanco principal del diario, hasta su caída. Menem fue uno de los más generosos. Su ley de reforma del estado les permitió a los empresarios de prensa escrita comprar radio y televisión. Así el grupo, ya controlado por Magnetto, obtuvo la licencia de Canal 13 de forma fraudulenta, ya que Menem había nombrado antes, como interventor del canal, a Carlos Anzoátegui, hombre de confianza de Magnetto y confeso lobbista de Clarín. En ese período se consolida como multimedia, y empieza a configurarse el monopolio: crea TN, Volver, TyC Sports. Gracias a la AFA se convierte en el único proveedor del fútbol, lo que lo lleva a comprar una gran cantidad de cables del interior a precio vil, sobre todo aquellos a los que el grupo no les había otorgado la licencia del fútbol codificado. Para entonces, el monopolio está casi cocinado: además de las empresas ya citadas, hay que sumarle Arte Gráfico Editorial Argentino, ARTEAR Argentina, Artes Gráficas Rioplatenses, Cablevisión, Tinta Fresca Ediciones, Diario Olé, La Razón, La voz del interior (Córdoba), la agencia de noticias DyN (levantada por medios extranjeros que luego reproducen la línea de Clarín, como El País de Madrid), Flash, Fibertel, Full Zero, la recientemente adquirida Cúspide, y más de 200 cables del interior. A diferencia de lo que les encanta decir a algunos, Kirchner fue uno de los que más le dio al grupo. Promulgó la reforma a la ley de quiebras, con la denominada "Ley Clarín", que evitó que la empresa fuera invadida por acreedores extranjeros. Renovó el permiso de antena hasta el 2027, y permitió la fusión de Multicanal y Cablevisión. Por entonces, Clarín no parecía muy "nervioso". El divorcio con el fallecido ex presidente, se consumó cuando éste se negó a interceder para que Clarín se quedara con Telecom.
Luego vino el campo, y mucho después la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Esta última es sí una verdadera molestia para el monopolio, además de ser una ley necesaria para la democratización de la información. Y eso es lo que reclama Clarín al próximo gobierno. Es la misma lógica, no hay que ser historiador ni sociólogo para darse cuenta. Basta con sacarse el casete opositor y mirar bien, desde el pasado hasta ahora. El problema es que, en función de esa historia, no es descabellado pensar que Macri, Massa, Binner, Carrió, Cobos, y una buena parte de la oposición que desfila habitualmente por TN, ya hayan comprometido la derogación de esa ley. Tiempo de cosecha. Mientras tanto, ya despojado de reglas éticas y de escrúpulos, el grupo sigue manipulando la verdad, creando una propia a la medida de sus negocios. Como otras veces ha sucedido, esta verdad debe servir para derribar un gobierno y esperar el favor del que viene.
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