CONTRATAPA
› Por Miriam Cairo *
I. Ella, de nuevo llena el espacio y esclava de su olor, se sirve. Severa pasa de un río a otro. De un mundo a otro. Pasa porque la noche es ciega, y eso es todo. No se puede llevar a cualquier parte el amor de un hombre, pero la memoria todo lo imagina.
II. Apoyada sobre el palpitar de unas aves calientes, mira lo que ha imaginado de la noche. Ese estupor la opone a lo que existe y la acerca a cosas lejanísimas.
III. No sabe cómo empezó todo. Tal vez a los seis años, cuando la soledad era una compañía insobornable. O a los nueve, cuando tomaba enormes tazas de café negro. Desde siempre, ella ha tenido el escudo, los libros y el brebaje.
IV. Ella se halla de acuerdo con las imágenes esbozadas por las sombras. Rituales de tinta negra a los cuales regresa siempre. ¿Basta echar una mirada a la propia apariencia para imaginar el mundo en el que se habita?
V. Un libro es un catalejo. El corazón es un catalejo. ¿Un hombre es un catalejo? ¿Un extravío? Un hombre es una textura en los sentidos. Una fisura mínima por donde asomarse a la victoria insospechada.
VI. Ella ni siquiera pide un mar donde ahogarse. Cuando mira con los ojos empañados de la noche, el tiempo transcurre como un placer que no acaba. ¿Ella traduce el rumor de los mundos? La palabra es un rayo caudaloso.
VII. Los rumores del mundo interrogan. Ella ama esas cuestiones. Va de un río a otro, de un camino a otro. ¿Los desdichados se emborrachan de sed? ¿Se emborrachan cantando camino de la desesperación? Campo de lilas. Cerco de azucenas. Ella de nuevo llena el espacio y esclava de su olor, se sirve.
VIII. En donde los espejos proclaman la noche repetida, ella borra la endecha del amor de los maridos. ¿Quién no teme morir ahogado por las lágrimas de una esposa loca? ¿Cuál fue el error de la mujer sino el puñal nunca enterrado en el pecho del esposo? Lejos corre el viento con sus bestias sumisas.
IX. Ella espera la mínima fisura por donde se filtra la luna alucinada. Esclava de la oscuridad, se entrega a los abusos del alma. Desparrama sobre el papel las partículas de la aurora y cae en la abstracción para ver desde dentro los planos giratorios, la realidad y otras cosas.
X. Inicia el hábito, meticulosa. Aunque no se pueda, lleva a todas partes el amor de un hombre. Acaso todo sea el amor de un hombre. Acaso cada partícula de aurora sirva para iluminar el amor de un hombre y oscurecer el recuerdo de un esposo. Un hombre no necesariamente es un esposo. Y un esposo, puede llegar a ser un hombre.
XI. Ella, con toda libertad dice que para llegar a ciertos espejismos, se pueden leer relatos de exploradores o hacer un viaje que no es tal porque los espejismos se encuentran en el lugar mismo en que uno los imagina.
XII. Las fronteras entre un hombre espejismo y un hombre real son muy difusas. Hay una pulsión asesina que tiende a desunirlos. Cuando esto sucede, cuando el hombre espejismo se desvincula del real se produce la catástrofe, la contradicción universal, la fractura anímica.
XIII. Ella no puede negar que ha perdido las amarras. ¿Por causa del ron? ¿Del café negro? ¿Del palpitar de unas aves calientes? Sus textos de ayuda son "Las flores del mal" y "El barco ebrio". Llega a la erudita conclusión de que su escritura puede ser fruto del síndrome de abstinencia.
XIV. Ella construye sus ídolos de papel. Hace una pasta con ceniza, hilos de baba y barro. Ella tiene seis años. Todavía no probó el café negro. Tiene las piernas delgadas, el cabello finito y los dedos largos. Podría quebrarla por la mitad una sola mirada. Ella cuelga los remos de la barca en el costado. Ella navega. A menudo se salva de los picotazos de los grandes pájaros del mar. Ella tiene siete años. Mira a su alrededor con los ojos mortales de un resplandor. Imita, cojeando, a la vida matadora. Ella tiene ocho años y vence la tempestad. Sus piernas gigantes le impiden caminar. Ella bucea. Cambia de orillas con gozo indecible. A veces se detiene como un pájaro golpeado en pleno vuelo. Ella tiene nueve años. Bebe un oscuro y divino licor. Con fuego transparente llena las grietas del pequeño cuerpo asesinado.
XV. Ella puede describir una asamblea de fantasmas o enumerar las lesiones de un cadáver encontrado en la vía pública. Podría sumarse a los géneros literarios y participar del error colectivo, pero esa no sería su ilusión natural. ¿Qué sentido tendría crear libros con la parte más evidente de la vida? Ella prefiere escribir aquello que la realidad desdeña. Recoger las partes de la muñeca rota. Escuchar los gritos de la muñeca rota. Dialogar con el lenguaje inaceptable.
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