CONTRATAPA
› Por Luis Novaresio
Uno: Terminala de hacer ideología. Me dijiste, terminala con la ideología. No voy a dejar de reconocerte que en algún momento sentí algo de cargo de conciencia pensando que estabas teniendo razón. Que yo estaba reduciendo nuestra discusión al plano de la teoría y me apartaba del más práctico y banal problema que discutíamos. ¿No te pasa a vos? ¿No sentís muchas veces que sobrevuela sobre tu existencia una atmósfera de desideologización cargada, con probabilidad de tormentas eléctricas y granizo? Y vos, claro, sin paraguas. Un síntoma de esto suele ser el planteo inicial, previo, de la discusión. La cita de un autor, el uso de determinados vocablos, la mirada que se le da a la cosa, de movida nomás. Señal de alarma del semáforo de la ideología.
Dos: La seguridad no tiene ideología, suelta un funcionario de turno después de que asaltan al centésimo anciano de la ciudad. Hay que tener ideas para solucionar el tema (Se aconseja casi silabear el sustantivo ideas para darle fuerza al concepto). No pensar, hay que decir además, en la ideología del asaltado o del asaltante. Resulta que el nono estaba aburrido por la vida y le abrió la puerta a cualquiera, justo al delincuente insensible que tima a los mayores, no caben dudas de que el primer responsable es el abuelo que no da dos vueltas a la Acytra a cada paso. ¿Decir eso es no tener ideología?
Claro que sí. Es cierto que la postración y exclusión socioeconómica a la que se ha sometido a la población de nuestra provincia genera explosiones de intentos de inclusión a cualquier precio. Incluso a punta de pistola. Está claro que el aparato de represión tradicional no va a dar solución a lo que sucede porque sencillamente el crecimiento de la marginalidad ex geométrico y el supuesto ofrecimiento de seguridad no llega ni a ser aritmético. Pero ahí está el error de creer que se trata de discutir solamente una idea: la seguridad. La idea, sola y aislada, de que no asalten a los abuelos. De lo que se trata es de hacer un planteo a través de un conjunto de ideas, de un plan, de una razonada convicción para hacer frente a este problema.
Y hay más ejemplos: yo vengo de haber ocupado cargos en distintos gobiernos a lo largo de estos últimos diez años con funcionarios de distinto color partidario pero esto no implica ser un saltimbanqui de la política. Defiendo y defendí ideas. Punto. En el caso en que vos y yo (y todos) estamos pensando debe decirse primero, sin dudas, de que se trata de un hombre inteligente y sin rasgos de deshonestidad. Pero inmediatamente hay que preguntar: ¿se puede eso? ¿Se puede ideas sometidas a ideologías?
A las pocas horas pareció llegar la respuesta. Y si no, bramó el funcionario con ideas, miren al gobernador nacido de la matriz de la revolución productiva devenido ahora en sacerdote del nuevo tiempo. Punto. Y aparte. Porque al hombre que hablaba, acusado nada más, ni nada menos, de "sincericidio", voló por el firmamento santafesino como hombre bala eyectado del circo con poder en esta Invencible provincia. Se lo echó, explican, por sus ideas, no por su ideología.
Y hay mucho más: la despenalización del aborto para evitar quinientas mil muertes de mujeres argentinas que al año usan ramas de perejil, agujas de tejer o lo que sea es ideología de las izquierdas. Y por eso, descalifiquemos la discusión. Que nadie trate el tema para no favorecer a los que ideologizaron la realidad, hicieron bandera de una convicción con sustento de pensamiento.
La necesidad de pensar el sistema previsional haciendo que el estado reasuma su obligación de jubilación mínima, vital y móvil es ideología del otro lado. No tratemos, entonces, nada de ese tema. El agua, la luz, el transporte público, el celibato de sacerdotes, etc. es ideología que hay que combatir. Empecemos de cero. Evitemos lo dicho por los ideólogos. Apenas hablemos de ideas.
Tres: Primero y más obvio de los actos del entendimiento que se limita al simple conocimiento de una cosa. Simple conocimiento, tengo necesidad de remarcarte. Eso es la idea, según el Real diccionario de nuestra lengua, en primera acepción. La que le sigue vale la pena como metáfora de nuestro vocablo: imagen o representación que del objeto percibido queda en el alma. Su idea, da un ejemplo, no se borra jamás de mi mente.
Cuando vas a ver qué es una ideología encontrás: doctrina filosófica centrada en el estudio del origen de las ideas. O, mejor, conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época.
Una idea es el primer acercamiento racional a un concepto, a una cosa. Es descubrimiento empírico y racional frente a un hecho interesante. La suma de esas ideas, necesariamente, conforma una ideología. Es cierto que la categorización del significado de esas ideologías es posterior y, si querés, arbitraria. En las pampas del general que decía en política que todo ingresaba en un partido, de derecha a izquierda, recurrir a la categorización de la revolución francesa es complicado. Pero existe.
Las ideologías pueden ser de derecha o de izquierda. Progresistas o conservadoras. Populares o aristocráticas. Sectoriales o generalistas. Dogmáticas o anárquicas. Pero existen. Y los que suelen decir que abrevan de las ideas de muchas de las ideologías son, generalmente, ideólogos de los acomodaticios. Híbridos. Cómodos. O lo que se te ocurra según tu propia ideología.
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