CONTRATAPA
› Por Alvaro Botta
Rosario convalece en una cama del Clemente Alvarez. Se cortó la luz y
los médicos que trabajan ahí necesitan gasoíl para hacer funcionar el grupo electrógeno. Vecinos del hospital piden donaciones.
Empiezan entonces los debates: izquierda vs derecha, leprosos vs canallas, empresas vs artistas. Todos discuten, pero nada se hace.
Me duele verla así, siempre viví con ella. Cada barrio tiene algo mío y
viceversa. Alberdi me da el sol, el río y la arena, en Arroyito dejo el corazón. En Rosario Norte están todos los trenes que tomó mi viejo para seguir a Central. En una esquina, el bar donde Rita baila sola. Calle Belgrano me da vida, me hace crecer, me invita a soñar. Laprida es la calle inclinada donde aprendo a escribir. Barrio Martín me enseñó a quererte. El parque Urquiza me dio música, dos vueltas a la calesita y mi abuela coimeando para que yo agarre la sortija. Zona Sur me prepotea, me escupe en la cara. No me intimida, estoy sentado en una mesa de Santa María comiendo la mejor muzza del país. El independencia y una vuelta en los botecitos, el gusano loco y los pororó de Solange. En el Veracruz están los carlitos, la mojarrera, y todos los barriletes que me hicieron feliz.
Pero la peatonal está desolada, y es como un tumor que no para de crecer. Un perro reposa en un colchón gastado mientras un anciano repite tortuosamente la palabra "cambio". Navego en este mar de cemento, buscando cualquier puerto en esta tormenta, y todos los negocios se parecen. Las vidrieras, al igual que los ojos, son la ventana del alma. Todas se empecinan en comunicar descuentos por pagos con tarjeta.
Un extranjero me pregunta donde puede cenar. Me habla en inglés, hace frío y esta por llover, él calza ojotas. El cartel de Sorocabana llora atrás nuestro, el fantasma del Rich nos sobrevuela. Le sugiero calle Oroño, le comento sobre el nuevo polo gastronómico poblado por cadenas cuyos dueños viven en otras provincias. O países.
¿Por qué perdimos la belleza?
Los que antes te amaban, ya se fueron, o se murieron. Ya nadie te canta
"Rosario tienes cuerpo de amante, que uno siente que aún goza aunque tema envejecer".
Ningún Facundo Marull se pone triste porque ya no tiene una casa en Rosario. Los que viven, se dedican a hablar y discutir. Solo les interesa tener la razón, como si sirviera de algo.
Una llovizna me enseña que se puede estar peor. Me cubro con unas carpetas. Un vendedor ambulante se encuentra rodeado de paraguas. Estamos él, dos peatones más y yo. Me mira, sonríe y grita:
Apúerese...
viene el agua
viene el agua
y aumentan los paraguas
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