CONTRATAPA
› Por Eduardo A. Di Pollina*
A ciento veinte años de la creación del Partido Socialista en la Argentina, es justo recordarlos orígenes y, sobre todo, la lucha de hombres y mujeres cuyo compromiso y labor política son indiscutidas y respetadas por todos los pueblos y tierras de América Latina. Nos referimos a Juan B Justo, Alfredo Palacios, Alicia Moreau de Justo, Alfredo Bravo y al gran constructor de este partido en las últimas décadas: Guillermo Estévez Boero.
El Socialismo, como muchos recordarán, surgió de ideas propulsadas principalmente por inmigrantes europeos, portadores de nuevas ideologías en las que la igualdad, la justicia social, la defensa de los trabajadores, y la equidad en la distribución del ingreso y de la renta, estaban sus pilares.
El 28 y 29 de junio de 1896 se reunieron en el local de Vorwarts, delegados de agrupaciones socialistas y gremiales encabezados por Juan B. Justo, en el primer Congreso Constituyente del Partido Socialista, dando lugar a un proceso organizativo cuyo origen se remonta a los primeros años de la década de 1890.
En aquel programa partidario ya se planteaban reivindicaciones que tardarían décadas en convertirse en leyes: jornada laboral de ocho horas, igual remuneración a igual trabajo para ambos sexos, reglamentación higiénica del trabajo industrial y prohibición del trabajo de las mujeres donde existiera riesgo para su maternidad o ataque a la moralidad, responsabilidad de las patronales en los accidentes de trabajo y la creación del fuero laboral; abolición del impuesto al consumo e instauración del impuesto progresivo sobre la renta; instrucción laica y obligatoria para todos los niños hasta 14 años y su manutención, cuando fuera necesario, a cargo del Estado; voto secreto y universal para todas las elecciones, autonomía municipal, jurados elegidos por el pueblo para toda clase de delitos, separación de la iglesia del estado, supresión del ejército permanente y revocabilidad de los representantes electos, en caso de no cumplir el mandato de sus electores.
El Socialismo encarnaba así, un proyecto de transformación social y de construcción de democracia colocando en el horizonte ideológico de la política argentina el tema de la justicia social.
En el marco de las luchas obreras y en respuesta a la represión brutal del régimen oligárquico, el partido logró en 1904 su primer triunfo electoral en la persona de Alfredo Palacios, el primer legislador socialista de América.
Fundador del nuevo derecho, el derecho de los trabajadores, proyectó varias leyes sociales que más tarde fueron sancionadas como el descanso dominical, el pago del sueldo en moneda y no en vales, el estatuto del docente, la represión a la trata de blancas, la supresión de la pena de muerte, la indemnización por los accidentes de trabajo, el reconocimiento de los derechos civiles de la mujer y la derogación de la Ley de Residencia, entre otras. Su tarea legislativa estuvo siempre orientada a la búsqueda de un derecho social reparador de las desigualdades que generaban las relaciones económicas que hegemonizaba la oligarquía.
La inolvidable compañera Alicia Moreau de Justo fue la organizadora del centro feminista para luchar por las conquista de los derechos civiles y políticos de las mujeres y, al concretarse el sufragio femenino en 1947, representó a la Argentina en el Congreso Mundial por la Paz, realizado en París.
Como médica, hizo de la profesión un ejercicio que incluía el pensamiento político y la preocupación por los problemas sociales. Fue co-fundadora de la Asamblea permanente por los DDHH, espacio que compartió con Alfredo Bravo, dirigente gremial e incansable militante por los derechos humanos que aún sufriendo las secuelas de la cárcel y la tortura, siguió su lucha por la libertad con igualdad, desde las filas del Socialismo y el Congreso, hasta agotar sus días.
Guillermo Estévez Boero, el más cercano de los compañeros, el maestro de todos nosotros en la universidad, dedicó su vida a la militancia socialista, a la solidaridad latinoamericana y a la unidad nacional.
Fundó el Movimiento Nacional Reformista desde una concepción de la universidad nacional que va articulada a una concepción de la nación, y como Secretario General del Partido y luego Secretario de Relaciones Internacionales, participó activamente en el ámbito de la Internacional Socialista.
Electo repetidas veces Diputado de la Nación, su reseña de Labor Parlamentaria muestra una fructífera producción legislativa, la profundidad de su participación en los debates, sus preocupaciones sociales y sus claras acciones políticas: la creación del Consejo Social y Político, la ley de medicamentos, la creación de los comités de condiciones y medio ambiente de trabajo, la ley de prestaciones básicas en rehabilitación integral para discapacitados, el régimen legal de las universidades, la ley de la juventud, la ley Federal de Pesca, la reglamentación constitucional de los derechos de los aborígenes, la ley de responsabilidad de los funcionarios públicos y la del Consejo Federal de Salud, entre otras.
Repasar la historia de nuestros compañeros, de sus luchas y conquistas, nos invita a reflexionar y a concluir en que, a pesar del tiempo transcurrido desde aquel lejano junio de 1896, el trabajo, la inclusión, la salud, la educación, la violencia contra la mujer y las desigualdades sociales son temas que siguen pendientes en la agenda del presente.
A pocos días del Bicentenario de la Independencia Nacional, es justo rendir homenaje a quienes lucharon por una Argentina con libertad e independencia. Tenemos la obligación como ciudadanos de poner en valor los principios de la democracia representativa y de soberanía popular que constituyeron los pilares fundacionales que se postularon en mayo de 1810, en la Asamblea del Año XIII y en la Declaración de la Independencia de 1816, declaración que implicó la ruptura de los vínculos de dependencia política con la monarquía española y la renuncia a todo tipo de dominación extranjera.
Necesitamos retomar la gesta independentista. No hay independencia posible sin dignidad y libertad, no hay independencia posible sin independencia económica, social y cultural; no habrá independencia posible mientras en nuestro país siga muriendo una mujer cada 30 horas, mientras exista hambre, pobreza, desempleo, concentración de la riqueza y desigualdad.
A 120 años de la creación de un Partido que provocó una revolución política de fuertes ideales y grandes sueños, es imprescindible que enarbolemos con más fuerza que nunca las banderas del socialismo para darle continuidad al legado de nuestros fundadores y de muchas compañeras y compañeros que han forjado lo que somos, defendiendo como antes, como siempre, la democracia y la soberanía con valores, con justicia, con igualdad y solidaridad.
*Diputado de la Provincia de Santa Fe.
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