Dom 14.08.2016
rosario

CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA

Zombies

› Por Adrián Abonizio

  • "La gente aquí no tiene una vida real. Simplemente, sobrevivimos. Somos almas muertas en cuerpos vivos. No tenemos ni esperanza ni motivación", dijo una de las tantas personas refugiadas que fueran entrevistadas para saber acerca de sus condiciones de vida en Europa y Australia.
  • "La relación entre el esclavo y la figura del zombi ha sido percibida por varios estudiosos del tema. Generalmente, se comparan características como los hábitos de comida, la ropa rasgada, la transición hacia la esclavitud marcada por el bautismo o la asignación de un nuevo nombre, la pérdida de toda relación con el ser que se era antes de la esclavitud, la muerte social, ausencia de un rito funeral luego de la muerte y su estatus sociológico de objeto". Pobre gente, se dice el tipo que lee el argumento en la compu, rodeado de papeles, trabajo indeseable a cambio de una paga y una vida infeliz. Cuerpos sin alma, almas sin cuerpos. Servidumbre, sumisión a cambio de un crédito.

    --Pobres negros -se sorprende pensando el tipo que se cree libre. Mañana tiene cinco vencimientos de tarjetas y está angustiado: no recuerda que es lo que compró.

  • --Volver de la muerte no debe ser difícil, el tema es que cuando uno regresa, llamado por un brujo se convierte en su esclavo -medita ella, muy racional y estricta con una amiga antropóloga mientras estudian. No percibe que su novio la gobierna sicopáticamente en lo que ella cree es amor. Y que es el peor de los hechiceros modernos. Además de engañarla con otra zombie parecida a ella.
  • Domingo Cavallo es un zombie hecho y derecho. El Gran Maese del mal. Los ojos celestes putrefactos en su órbita de demente, la guardia de espantajos que lo sigue siempre y la capacidad de generar muerte a su paso. Está entre nosotros. Nadie ha detectado su cubil de enterrado, pero cuando alguien lo haga no alcanzarán los bosques de la Amazonia ni los yacimientos de hierro de Rumania para cortar estacas con que romperle la crisma y el reseco corazón. Nuestro Presidente, que ostenta la cucarda de zombie menor -Zombius Parasitarium Liberalum, dicen- lo guarda en una cripta a la que accede para aceptar consejos, el oído puesto sobre el féretro vacío.
  • Primero fueron los afroamericanos, los "niggers" de las barriadas de New York: el experimento con el crack funcionó. Droga barata y letal que produce descerebramiento y muerte en vida. Luego, por estos lares se empezó a metodizar el uso del paco, una sustancia parecida con arrasadores resultados. Nada está improvisado en la máquina de fabricar espectros caminantes.
  • -El Frankenstein de la cultura occidental, el Golam de los judíos no son nada de nada al lado del Messi de los zombies... -exclama doctoral el profe. Cuando le preguntan, sólo responde por lo bajo con un miedo teatral a ser quemado en la hoguera: --¡¿Y quién puede ser, alumnos?! !El Cristo! !El que cada Pascuas vuelve de entre los cadáveres para retarnos!
  • Los zombies cuentan con el favor del público cinéfilo. Producen horror, pero al mismo tiempo cierta fascinación. En los últimos años se han puesto de moda los muertos vivientes en la pantalla.

    La gran mayoría de films incluídos pertenece al género de terror, pero a veces se dan sorpresas, pues aparecen en algunas comedias. Como la muerte misma y los velorios: un enredo, una sorpresa espectral y patética a la vez, donde suelen encontrarse las personas que se odian pero obligadas a convivir en un espacio saturado de olor a flores al lado de un finado. Esas juntadas de familias se suelen transformar casi en un muerto viviente, pues como en una película mala, renacen de alguna defunción; hacen revivir las broncas seculares, enfrentamientos y el afecto enlutado que los unirá circunstancialmente, hasta que la tierra tape los restos de todos y de cada uno.

  • El ejercicio es simple: contemplar la cara de ciertos candidatos a alguna estatura de la política, cuando estén expuestos al sol de los carteles y la propaganda, y detectar por sus rasgos, sus modos cuanto hacen que están fenecidos y nadie les ha avisado. Eso sí: dicen que huelen a perfume caro adquiridos en shoppings flotantes.
  • Si bien no era un cándido, seguía siendo un romántico del amor a la divisa y los códigos de honor. Le habían musitado, los más grandes del equipo, que los partidos anteriores habían estado "arreglados" para bien de vaya a saberse qué causa. Y que este que jugarían en minutos también: deberían "ir para atrás", ni acercarse al arco rival y dejarse hacer dos goles. Salió a la cancha en estado de shock. Y así jugó, hasta que fue reemplazado. En la tribuna uno le comentó a otro:

    --No sé que le pasa al pibe, parece un zombie, parece.

    --Y... salen de noche, chupan. ¡Mucha joda! -contestó el otro-.

    --Además, se fue llorando, el maricón. Para mí que es putito -culminó el primero.

  • The Walking Dead es una serie de éxito mundial, ambientada en USA, donde una pandemia sacude todo: los zombies se han apoderado de la nación y andan por ahí mordiendo gente y descomponiendo el mundo. Un caos. La justificación para crear una serie donde matar de un disparo a la cabeza de semejantes monstruos es un acto patriótico. Como en Irak, Siria, Afganistán, Corea, Nicaragua, etc, etc, etc, etc.
  • El la denomina "moda zombie". En la pasarela irrumpen modelos con los labios pintados de oscuro, los lagrimales rojos, los párpados de negro, la ropa fantasmal y de un diseño basado en el ropaje colgante. Caminan mirando la nada con agresividad, como a punto de saltarle al cuello a la platea. Son flacas como espectros. No puede uno imaginárselas en la cama, pero sí en una tumba.
  • El tipo está con otro apoyado, conjeturando: --Los chicos de hoy ya no creen en nada. Del Tren de La Matanza me tuve que ir. Me escupían, me tiraban cosas, me tocaban el culo.

    La reflexión parte del gordo que hace de zombie en el Tren Fantasma de La Plata. Lo dice seriamente, resignado a que ya no espanta a nadie y con terror absoluto de perder su conchabo por la ausencia del miedo.

  • Mauri, el presidente de los ricos, es uno de los zombies mejor pagados. En su revisión coronaria, los médicos saben que no alcanzarán a oír ni un solo latido. Se toma algunas atribuciones monetarias directamente. Y favorece el bolsillo de sus compañeritos de college. Se encuentra en una alegre estudiantina concheta gubernamental donde los platos rotos lo habremos de pagar nosotros. Pero es el último en el escalafón de los despojos. Recibe órdenes, se mueve con flaccidez de marioneta, nunca se desgarra la ropa y parece ameno con todos los dientes blancos. Un zombie auténtico anda sucio, es rastrero y babeante. Algunos me han dicho verlo así. Es una imagen poética dark, solo eso. Pero yo solo veo uno, discreto, manejado por tanzas y sin embargo es de los peores: mata a distancia. Lo que se dice, un zombie elegante al que se le enredaron los piolines y no puede siquiera bailar decentemente como cualquier monigote sustentado por hilos espectrales lo haría.
  • Mi papá fue llevado de urgencia aunque por precaución, a un Pami. Al día siguiente por la mañana, ya restablecido, me esperaba sentadito al lado de su cama, vestido y afeitado. Me causó una ternura infinita. Era el chico grande que anhelaba que su hijo lo sacase de aquella cárcel. Ya en el remis comentó: --Ahí adentro está lleno de difuntos que no lo son y es que el lugar te ayuda mucho a morirte. Charlé toda la noche con dos tipos que ya habían espichado y no le habían avisado, pobrecitos... espero que ya hayan conseguido nichos.

    Miró la avenida recién lustrada de oro con el otoño y culminó mirándome a los ojos: --La peor muerte en vida es no haber elegido una verdadera profesión, algo que le guste a uno, una vida buena que uno pueda defender y poder mirar de lleno la cara de todos estos fiambres en vida que caminan al lado de nosotros y no saben nada de lo que es ser libre. Al mes, más o menos, se murió de verdad y para siempre.

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