CONTRATAPA
› Por Pablo Suárez
Sugerencia: lea este texto pronunciando las "eses" y ya verá cómo se siente un poquito mexicano.
Hace 10 años emprendimos con un grupo de amigos, una actividad que tenía como finalidad pensar la historia de México y el desarrollo que había tenido entre nosotros.
No tuvo repercusión mediática como una visita de Luis Miguel, pero creanme, que fue un evento realmente importante porque nunca antes se había hecho algo igual, ni habían venido tantos historiadores mexicanos juntos a nuestra ciudad.
De los que lo organizamos cada uno tenía sus propios lazos con aquel país y aquella cultura. Unos habían vivido, otros habían ido de viaje y otros nomás se habían interesado por las historias de ese país. ¿Nada más por eso? podrían decirnos ¿y por qué no se interesan por otra cosa? ¿por qué no se ponen a estudiar problemas argentinos? (que tenemos ¡y muchos!)
Para empezar: ¿dónde está escrito que sentir curiosidad por temas mexicanos va en desmedro de los temas argentinos? y para seguir: ¿quién dice que conociendo México no podemos conocernos mejor nosotros mismos? ¿Nunca viste una película en la que te identificaste con el personaje como si fueras vos mismo?
México es un país que de alguna manera funcionó siempre como nuestras "antípodas internas" continentales. América Latina comienza o termina en el Río Bravo y termina o comienza en Ushuaia.
Desde el origen compartimos la experiencia de la conquista española, que nos dio, con todo lo malo, también esa gema que es nuestro idioma en común. Ese español que con variedades, (lean "Digo la tonada", de Antonio Esteban Agüero si aún no lo han hecho) compartimos desde hace siglos, y que de alguna manera nos hermana con todos los latinoamericanos y también con los vilipendiados "gachupines" (ya si dijiste gachupines con la ?ese? final, ya lo ves con otros ojos, no digas que no).
¡Pero hombre!, nomás por eso no vas a decir que somos "amigos", ni mucho menos "hermanos".
El problema es que la historia y la cultura mexicanas se nos han presentado tradicionalmente como demasiado distintas a las nuestras, a nuestras tradiciones y a nuestras construcciones actuales (en unas antípodas que no sólo son territoriales, sino también culturales y formativas) Que descienden de los indios ¿que nosotros somos europeos? Que comen picante, que toman mucho, que son machistas, que son violentos, que está lleno de narcos, que ocultan su herencia africana, que los que son más blancos discriminan a los indios.
¿Y pues entonces? ¿Seguro que somos tan distintos? ¿y si revisamos un poco nuestras historias y realidades?
Pero es que aun así, en las cosas que tenemos de distintos podemos encontrar puntos en común de lo que constituye nuestra identidad americana, que es como todas las identidades, única y múltiple en sí misma.
Por eso está bueno saber cómo fue la conquista de México aunque acá -en Rosario, digo- no hayamos tenido pirámides construidas por imperios, por eso está bueno saber cómo la etapa colonial en México vació de oro y plata las minas durante siglos, y es útil también saber cómo fue la primera revolución social del siglo XX que con sus campesinos desarrapados, plantó la dignidad de los pobres contra los "regímenes oligárquicos" (aquí tuvimos Ley Sáenz Peña y grito de Alcorta).
Porque cuando empezamos a ver que más allá de los destinos comunes a que nos ha llevado la globalización que todo homogeniza y pasteuriza, hay tradiciones forjadas por nosotros mismos, mediante las cuales elegimos construir con México nuestros propios lazos, en aspectos que han sido fundamentales para nuestras culturas y nuestras identidades actuales. El fútbol, el cine, la música, la literatura, más recientemente la cocina.
Libertad Lamarque junto a Aceves Mejia, o los increíbles Arturo de Córdova y Delia Garcés para que Buñuel arme un clásico del cine mexicano como la pelicula Él. O Siqueiros pintando Ejercicio plástico en un sótano de Botana. Y el boom literario de los 60 que incluyó a Cortázar, pero que también claro, incluyó a Carlos Fuentes.
Capítulo aparte para la gran receptividad de México para los exiliados argentinos (y de toda América) durante los años de la(s) dictadura(s).
Por todo eso. Pero también porque si alguien no se había dado cuenta y pretendía hacer gala de originalidad o de tradiciones propias, hoy las políticas globales para la región, tienden a igualar futuros y pretender consolidar modelos que intentan aplicarse del mismo modo en todos lados, modelos que claramente significan detrimento de los derechos democráticos y sociales de las mayorías, de alienación de las culturas populares de cada país, de abolición de hecho de las iniciativas autónomas de las comunidades.
Y entonces, si nos estamos pareciendo, está más que claro que conocer al otro es conocerse también a sí mismo. Y ahí sí, darse cuenta que estamos más unidos de lo que parece.
Y a la pregunta ¿por qué México? ¿por qué Latinoamérica? debemos responder sin dudar, ¿por qué Argentina?.
La actividad México y Argentina: una frontera improbable coincide este año con la realización del Encuentro Arte, creación e identidad cultural en América Latina que desde hace quince años viene desarrollándose en la ciudad de Rosario. Los esperamos, el 15 y 16 de septiembre en el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa.
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