Sáb 10.09.2016
rosario

CONTRATAPA

Pepe

› Por Sonia Tessa

Una ovación acompañó su entrada al edificio del Espacio Cultural Universitario (ECU), cuando el sol de las 9.30 de la mañana iluminaba el inmenso pasillo a través de los vitrales del techo. El ex presidente de Uruguay José "Pepe" Mujica Cordano entró con su paso cansino, rodeado de hombres con traje. El, como siempre, sencillo, con vaqueros y campera de gamuza. "Soy un viejo estrafalario", se definió un ratito después, frente a la prensa, mientras tomaba un té. A los 81 años, después de haber vivido una vida de película que incluyó la militancia en Tupamaros, doce años en la cárcel y cinco como presidente de su país, Mujica convoca, provoca admiración y emoción. Hay quienes prefieren resaltar su austeridad, aquello de vivir en una finca a pocos kilómetros de Montevideo, en una casa con paredes descascaradas. Pepe no se la cree. "Fui presidente y soy sencillo, vivo como vive la mayoría de la gente de mi pueblo y eso que debiera ser lo normal. Parece que es un hecho inusual y llama la atención. Pero no soy yo, es la pobre gente que tiene una crisis de esperanza y necesita creer en algo, y entonces agarra un viejo que le sirve de pretexto para tener esperanza", dijo. Es innegable: el barullo que se arma a su alrededor tiene que ver con la excepción. Vivir como se dice, decir lo que se hace. "No hay que idealizar, hay que querer a la gente", les dijo a los jóvenes sobre el final de su conferencia en la entrega del Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Rosario.

Para los presentes, esos 45 minutos de discurso fueron un regalo, que dan ganas de compartir. El líder político cuestionó la sociedad de consumo, el modelo de crecimiento que sólo mira la tasa de ganancia. No es novedoso: lo dijo en la ONU, cuando era el presidente de su país. Los detractores dirán que Uruguay sigue siendo un país igual de capitalista tras su presidencia. Y es verdad. Ningún hombre solo hace una revolución, lo dijo él en su conferencia de ayer, por si hiciera falta. "Mentira que hay hombres que cambian la historia y todo lo demás. Todo eso es verso, hay causas y compromiso. Hacemos lo que podemos. Sembramos algunas ideas como los yuyos que tiran semillas para todos lados. La mayoría no prende, pero alguna prende", expresó minutos antes de subir a la tarima donde fue distinguido por la UNR y el Concejo.

Los discursos previos a su conferencia no fueron nada protocolares. El decano de Ciencia Política, Franco Bartolacci, lo llamó "el líder más trascendente de América" y el decano de Humanidades y Arte, José Goity, habló de su "liderazgo ético". Hubo abrazos y un juramento: Pepe juró respetar y hacer respetar los estatuos de la UNR. "Siento un enorme compromiso con estas universidad y con todas las de América Latina que luchan a favor de nuestra inteligencia para que tal vez, las generaciones, algún día, puedan construir la nación que nos falta", fue su juramento.

Y luego, sus palabras que resultan iluminadoras. Es inevitable recordar que este hombre fue conducción del Movimiento Nacional de Liberación Tupamaro, en los años 70, cuando la revolución parecía inminente en América Latina. "Ibamos a arrasar con el capitalismo, íbamos a crear una sociedad sin clases, todo lo demás. Qué inocentes. Yo tengo una visión autocrítica que le quiero transmitir a las nuevas generaciones. Ojo, cometan sus errores, no los nuestros.", dijo ayer ante un auditorio que lo escuchó con devocion. Doce años preso, buena parte en un pozo donde sólo podía evitar la locura hablando con las hormigas. Cuando salieron de prisión, los Tupamaros salieron a las plazas de su país a tomar mates con la gente para hablar de la experiencia fallida. "Nos equivocamos por ingenuidad. Pero no se equivocaba nuestro corazón anhelando cambiar la esencia de la historia y esa tarea está pendiente. Es la hazaña más grande del hombre desde que está arriba de la tierra, el ponerse a fundar un nosotros distinto que sea capaz de absorber y de restañar la esencia de lo que somos biológicamente y construir como quien construye un edificio deliberadamente, una sociedad pensada para tratar de procrear la felicidad humana arriba de la tierra", arengó.

Deleitarse con Pepe Mujica no significa coincidir con todas sus posiciones políticas. En su país, los responsables del terrorismo de estado no han sido juzgados. Desde el principio de su historia como naciones, las relaciones entre Argentina y Uruguay son complejas, llenas de recelos. En el vaivén entre el amor y el odio, ese vínculo juega al tentempié en el precipicio, si se permite la alusión a un hermoso verso de la cantautora Ana Prada. José "Pepe" Mujica fue presidente de Uruguay en un momento de esplendor de la Patria Grande, y fue uno de los artífices de la hermandad entre esos pueblos.

Tampoco significa aceptar que siempre hable del "hombre" para referirse a la humanidad. La mitad de las presentes, la mitad de las personas que viven en la tierra, no forman parte su discurso. Aunque la apelación sea solamente masculina, en su país se eliminaron las muertes por aborto debido a la legalización. Una ley que había vetado su antecedor (y también predecesor) Tabaré Vázquez, y Pepe no vetó.

Durante 45 minutos, Mujica contó lo que venía a decirles a los jóvenes. Y fue un mensaje de esperanza: "Si el hombre logra superar estas cvoyuntura irracional, donde hemos desatado una civilización que no podemos gobernar, porque la civilización nos gobierna. El mercado nos manda a nosotros, organiza nuestra vida, nuestros quereres, nuestras frustraciones, nuestros logros, nuestras aventuras, nuestras vacaciones nos las vende en cuotas. Nadie consulta nuestros sentires, nuestros afectos. Construir una civilización distinta es una larga marcha y seguramente llena de errores pero es posible".

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