CONTRATAPA
› Por Homs
Siendo las cuatro de la tarde heme aquí, en domingo, a punto de realizar la tarea que me han dado en el taller literario al que asisto. A las ocho de mañana comienza la clase, y la profesora es tan puntual, y estricta y linda; nunca sé si más estricta que linda o al revés.
Dado a mis hábitos de hombre encerrado en su oficina de lunes a sábado, el mediodía es apenas otra taza de café. Para decirlo sin rodeos, no tengo la costumbre del almuerzo y hoy, a poco de haber tomado plato principal y postre, en lugar de barajar conceptos mis humores fluyen hacia la somnolencia. Pluma sí, pero para el almohadón.
Así las cosas, de tripas, corazón, y de ovejitas saltando, palabras sabiamente encadenadas.
¿Podré hacer algo que conmueva a la profesora?
Darle algarabía e introspección a su ánimo, lograr que ría, moverla a llanto.
Rimar con tino, narrar con gloria.
Frente a mis compañeros ella dirá que la mía es la mejor redacción, y en la conmoción que le propina el arte a las emociones, al felicitarme, la gracia del cosmos se esparcirá en sus facciones.
Pensar en eso me pone nervioso.
Ahora necesito paños fríos, preguntas técnicas.
¿Debo priorizar eficacia sobre elegancia?
¿Ser escueto, parsimonioso? ¿Parco, neutro, frío? ¿Italiano?
¿O qué?
La consigna es plantear un comienzo y, apenas esbozado, continuar en dos vertientes opuestas. La profesora -al referirme a ella en esa forma mi adolescencia vuelve a subyugarse frente a la mujer que enseña- nos contó que la idea le surgió después de haber visto Melinda y Melinda por televisión. Nombró al director pero no le entendí bien. Al arrullo de la digestión la sinceridad fluye por mis frases: en el noventa y ocho por ciento de los casos jamás entiendo nada de lo que dice. No importa. Habló, entre tópicos varios, de patos griegos. Quizás Melinda sea una especialista en ánades de esa especie. ¿Habrá qué escribir en torno a cuestiones semejantes? ¡Qué incertidumbre!
Lourdes, y no vuelvo a llenar su hueco con un nombre que no la abarca, remarcaba -con el énfasis bondadoso de los manipuladores- que, a su juicio, lo mejor era ir a la fuente después de hacer el ejercicio. Sin preámbulos, en medio de tal situación, otra realidad le daba el marco a mis necesidades. "Si no haces trampas, a la película, en un Cairo vacío, tres ninfas refulgentes de penumbra nos la proyectarán, a vos y a mí". Su voz era mar para el caracol de mi oído.
Placer sensorial.
Lluvia sobre el lino.
¿Qué tormenta nos depara Cristo esta vez? era la pregunta que se hacían esas mujeres solas, viudas desde jóvenes por la guerra, hartas de haber creído tanto, entrando a la iglesia. Mentalmente irracional el trasluz de los vitrales volvía rojos a los truenos. La cruz, sostenida al viento por clavos oxidados, salpicaba pavura. Los rayos indicaban el sitio donde habría un cristiano de caer.
Oráculo de fuego para un futuro castrado.
No lejos de ese cielo hubo quienes vieron a los orfebres bruñir la aurora.
Esculpidores de transparencias. La inconmensurable altura no impedía apreciar detalle alguno del movimiento de sus manos. Virutas sanguíneas de la piedra saltaban a un vacío humano. Al amparo de tales pelusas divinas -percibidas en tierra como chispas de perspicuidad- el poeta, por mucho a Homero superior, se dispuso a llevar a cabo su tarea...
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