A diferencia de lo que dicen los que saben (y repiten los que no saben), yo creo que en el siglo XXI la condición natural del hombre es la de ser extranjero. Todos hemos sido expulsados ‑o hemos salidos disparados en busca de presente, futuro‑, sea del pueblo, del país real, del país ideal, de la infancia, de la familia. Y si todavía no lo somos, debiéramos preparamos porque en el horizonte siempre hay una mudanza, un cambio, una mutación.
Quizá se deba a que el mundo es redondo y se mueve, y uno está siempre como cayendo. Por eso se larga a caminar. Paradójicamente, en el camino se cruza con autóctonos que caminan en sentido contrario para volverse extranjeros en el lugar que antes era nuestra casa. Era insuficiente para nosotros, pero un paraíso para otros. Es así desde que el mundo se pobló.
La mayoría de las veces es una tragedia. Pero, como tantas otras tragedias (la muerte, los sometimientos de la naturaleza, los vaivenes de la historia), no hay más remedio que vivirla, atenuando los pesares, esquivando los dolores. Así, la tragedia se volverá aprendizaje.Quizá el odio de algunos autóctonos hacia los extranjeros es porque el extranjero que se sobrepone a esa tragedia es más fuerte que nadie.
La otra posibilidad es quedarse siempre en el mismo lugar, sin hacer olas, rezando para que no llegue una inundación, una sequía, una dictadura, una malaria, enfermedades que se combaten sólo moviéndose. Y rogar que no nos carcoma la curiosidad, la que mató al gato y ahora nos quiere obligar a ver lo que hay más allá de nuestra cuna.
Pero la curiosidad te gana, o llega el neoliberalismo y te acuesta, o el banco te morfó los ahorros, y te vas a Europa a perseguir el sueño de progreso económico, algunos, de una sueca en la cama otros, y abandonás la tierra de tus abuelos que será trabajada por un boliviano que debió abandonarsu pueblopor árido.Es que la posibilidad de que aquello que te completa esté exactamente donde naciste, es mínima. Sería mucha casualidad que la sueca de los sueños (quién dice sueca dice alemana, es a modo ilustrativo), viviera en mi pequeño pueblo de la pampa sojera.
La explicación se la dio Tom Jobim a un periodista que, en un intento de ponerlo en apuros, le preguntó por qué vivía en Nueva York si era y se decía tan carioca. Tom respondió: "A diferença entre Nova York e o Rio é que lá é bom, mas é uma merda. Aqui é uma merda, mas é tao bom".
Es verdad, la patria es una mierda pero muy bonita, y lo que hay afuera es bonito y una mierda a la vez, y para estar seguro hay que ir y verlo. Vivirlo. También volverse un extranjero sirve para entender lo bello que uno deja atrás. Oír roncar a la sueca para darse cuenta de qué linda era la vecinita del barrio.
El que sale rajando de la malaria o de una dictadura, o por simple curiosidad, no piensa en si será aceptado o no en el lugar adónde se va a volver un extranjero, porque ese lugar es un no‑lugar, un vacío, una pregunta. Podés ser despreciado en el pueblito italiano de tus abuelos y adorado en China donde las chinitas fantasean con los blanquitos de ojos "ledondos". No queda otra que ir, tocar, ver, llorar, reír. Y si una chinita te da bolilla, siempre tendrás una anécdota para entretener a los muchachos del café.
Decía el escritor Santiago Gamboa que en tanto colombiano era un extranjero mal visto por, digamos, un francés. Pero que si ambos, francés y colombiano se encontraban en India, se sentirían vecinos, contemporáneos de un mundo lejano, ya no Europa o Latinoamérica, sino Occidente.Sería algo así como un chileno y un peruano que se odian hasta que llegan a Argentina y se hermanan por el odio de los autóctonos a los extranjeros.Por eso, ¿qué es ser un extranjero? ¿Yo no lo soy en argentina al ser indoeuropero, caucásico, medio italiano y algo francés (por lo delicadito)? De no existir las migraciones los argentinos blanquecinos habríamos nacido en... ¿Roma, Grecia? Pero si los griegos ni siquiera son griegos, eran... ¿qué eran antes los griegos? ¿Y lo que son de origen español serán godos, pero, los godos no venían de...?
Como en otras cosas, la aceptación o el rechazo al extranjero lo decide el mercado. Los extranjeros sirven cuando llegan, sirven para pedir su expulsión, sirven cuando tienen que votar y sirven cuando no votan. Sirven para jugar al fútbol, sirven si hay prosperidad y nadie quiere lavar copas. Y sirven para achicar gastos cuando la prosperidad se esfuma. Sirven para culpar y exonerar culpas ajenas. Nada nuevo.
Lo extranjero es un concepto plagado de paradojas. Yo, como extranjero caucásico en Europa, era un pobre músico ambulante, improductivo a los efectos de la plusvalía y del capitalismo. Un boliviano que trabaja en las quintas argentinas es una unidad de producción de alto valor. Pero yo no sufrí los embates de la xenofobia. Y eso que ya no estaba para jugar al fútbol. Así que cuando dicen extranjeros hay que traducirlo en "pobre" o "negro".
Imaginemos un momento donde todas las personas se hubieran quedado siempre en el lugar de nacimiento. ¿Qué sería el mundo? ¿Un lugar más pacífico, más lógico, más justo? ¿O absolutamente injusto? Pero si la mayoría de los desplazamientos fueron por guerras entre autóctonos. Sin todas esas tragedias no tendríamos ni siquiera lo que conocemos como cultura, sino una suma de folclorismos detenidos en el tiempo por ausencia de influencias y motivaciones.
El extranjero es demonizado cuando el trabajo, una de las vacas sagradas del capitalismo, está en crisis. Mientras tanto, entre crisis y crisis, sus manos serán las preferidas para los trabajos que nadie quiere hacer, desde palear mierda hasta hacer de puta.Y no hay que olvidar que compran cosas que nadie compra: documentos ilegales, balsas pinchadas, comida vencida. Y alquilan habitaciones donde no dormirían los perros. Una industria que de no existir generaría más desocupados. Y la droga, no hay que olvidar la droga. Con qué se drogaría el primer mundo si los extranjeros no le proveyeran de la buena.
Es raro que el neoliberalismo, que le vende heladeras a los esquimales, no haya inventado un "Curso para volverse un buen extranjero". Yo lo estoy escribiendo. Arranqué con una serie de consejos."Si sos peronista alquilá casa con parquets para poder hacer un asado ante la primera angustia. Si sos radical, hacete okupa de la sede de la Internacional Socialista así cuando te peguen una patada en el culo te vas a sentir como en casa. Si sos Pro quédate a vivir afuera y no vuelvas nunca. Si sos criollo, andá a vivir a África, donde serás un casi bwana casi respetado. Y los bolivianos, todos a china, donde con un poco de esfuerzo pasarán casi desapercibidos. De ser posible, en general y en particular, traten de ser lindos y no demasiado pobres". El último consejo es el más importante: "cuando empiezan a hablar mal de los extranjeros metete abajo una baldosa hasta que vuelvan a necesitarte, momento que llegará, como llegó mil veces y mil más".
El único extranjero de mierda es el conquistador, el colonizador. Pero sin el conquistador no existiría el jazz, y Maradona habría jugado para la selección de Galicia, o la selección de Vayaunoasaberdónde. Y Aristóteles sería desconocido en occidente porque según parece fueron los árabes los que lo reinsertaron en Europa cuando invadieron la península en busca del sol del mediterráneo y unos buenos carajillos.
Así que con este tema, mejor dejar que el mundo gire y los melones se acomoden como pueden. Melones somos todos. No lesdé mucha bola a los que odian con facilidad. En el fondo se odian a sí mismo. ... es pobre gente (peligrosa, eso sí), de ideas cortas, que le habla a otra pobre gente de ideas también cortas. Es como el rengo de la pierna derecha que habla mal del rengo de pierna izquierda.
Si, como dice Chiabrando, todos somos extranjeros, el que odia a un extranjero se odia así mismo, a sus abuelos, a sus ancestros y al primer hombre de la tierra (nuestro Adán, que de haber muerto nadie existiría) que tuvo que cambiar de cueva porque se lo quería comer un dinosaurio. Saque conclusiones.