CONTRATAPA
› Por Beatriz G. Suárez *
Pienso en las comillas. En realidad, en todos los signos que acompañan a las letras y que nos sirven para. ¿comunicarnos? Que son a veces más importantes que las mismas palabras. Y que a mí (particularmente) me molestan.
Odio las comillas. Odio a los encomilladores por doquier. ¿Para qué están? ¿quién las inventó?
Quienes están advertidos de que la palabra perro, de por sí, evoca al perro y a algo más (a la perra vida, por ejemplo), al tener a mano las comillas, escriben "perro", guiñando el ojo al lector e imaginando una complicidad más allá de la lengua. Me ofusca encontrarlas y, últimamente las veo por todas partes.
La ciudad está entre comillas si sus escribas las usan. Además, quien escribe tendrá que ser lo suficientemente hábil como para que con eso sus palabras hagan química y logren el masdecir que se desea ahorrar poniendo las mentadas comillas.
Si uno quiere que un objeto rojo parezca a la vez índigo sepia no puede apetecer esto con sólo colgarle un cartelito: esto que ve no crea usted que es solamente rojo. Deberá, nada menos que, pintarlo debidamente usando el diccionario (no el entre comillado estafador).
El encomillador cree que sabe escribir porque confunde osadía con falso hallazgo. En última instancia encontró cuatro ínfimos palos en pares. En el parque, la plaza o un aserradero los hay a montones.
Me gustaría defender humildemente a aquél preocupado por ejercitar la poesía y no al quía que las coloca de sombrero en la palabra estúpido (por dar otro ejemplo) y la afloja, al punto de que el aludido no sólo no parece estúpido sino que termina siendo vivo.
Y el abuso actual que se ejercita sobre este signo lleva a un malentendido más radical aún, aquél por el cual, encomillando, se logra una especie de chiste. Como si el chiste connotara o denotara un asunto menor sobre lo hablado. En este sentido se encomilla al doctor por no decirle que no sabe nada o por poner en suspenso su honor, y todos nos reímos, y no sé cuál es la gracia. Quien escribe doctor y entiende que dicho médico o abogado tiene cuestionado su sitio entre los de su clase, tendrá que poner en marcha su habilidad, de lo contrario se vaguea en vez de escribir.
Si les puso comillas a las Pymes, al presidente, a la bondad...¿qué piensa? ¿qué aunque no las colocara la palabra se queda quieta?
Las palabras son inquietud, carrera errática, móvil.
¿O es que quien dice no quiere decir lo que dice y sí quiere decir, pero no sea que se note que quiere decir lo que en realidad está diciendo queriendo no decirlo?
Si para esto han nacido las comillas espero que mi denuncia surta efecto.
No quiero que se las coloque arriba de un vocablo. Quien lo hace está poniéndole los cuernos. Los cuernos a las palabras y al lenguaje mismo.
A veces se termina un escrito con una hermosa palabra entre comillas. Es más, hay un gesto que últimamente veo, consiste en levantar los brazos y escribirlas en el aire. Pero...¿no nos estaremos volviendo locos? Se habla y las muchachas salen de las hojas y marcan en la nada, en la ventisca que se levanta por decir.
Muchachos, a veces, es mejor no escribir nada o no decir nada si no se desea correr con los riesgos que propone ese ejercicio fundamental que nos diferencia de los animales y que es la parla.
Me despido, ácida de mí misma con una cita de Gabriel García Márquez: (") Nunca hablo de literatura porque no sé lo que es, y además estoy convencido de que el mundo sería igual sin ella. En cambio, estoy también convencido de que sería completamente distinto si no existiera la policía. Pienso por lo tanto que habría sido mas útil a la humanidad si en vez de escritor fuera terrorista (").
Cuando yo misma encomillo mi birome es porque no logro decirme en silencio lo que mi propia desaparición supone. Las comillas hacen un atentado y algo fundamental se muere.
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