Lun 11.12.2006
rosario

CONTRATAPA

Mabelita se desmaya en Alabama

› Por Sonia Catela

Mabelita no se divierte en nuestro divertido barrio de casas rodantes, el más grande de los barrios de casas rodantes de toda Alabama, y en vez de entusiasmarse ante el inminente festejo por la victoria de nuestras tropas, que detonará en un rato, Mabelita se descompone por tercera vez, puntualmente a las cinco p.m, la mejor hora, la happy hour, el momento en que todos los vecinos salimos a tomar la primera bebida oficial al aire libre, sentados bajo nuestros tolditos.

"¿Por qué no plantan algún árbol? Habría una corriente fresca" se queja Mabelita y se desmaya, pobre, viene de un lugar de nombre español impronunciable, Cóboda o Córboba donde chapotean en la tierra y dejan proliferar árboles ignorando la invención del pavimento, así que se desvanece, 5 pm.

"Hola, Ted, éste va por la victoria", copa en alto saludo al vecino, como si Mabelita o su cuerpo se negaran a aceptar nuestro modo de vida americano, "Me achicharro, me corre el sudor a chorros", se queja, "Beibi, hoy se festeja que los hicimos polvo, ¿te vas a perder el party?", "¿Qué planean esta vez?", "Acabamos de retorcerles el cogote a los jodidos, ¿no? Traeme otro whisky, ponele hasta aquí" marco con el dedo, Mabelita se levanta del sofá americano y me prepara el trago, "Tomate uno, tonta, mirá cómo izaron las banderas, andá, poné la nuestra", "No me siento muy bien", "Dale, sentate, entonate con algo".

Ya traquetea la caravana de camiones con los barriles de cerveza y se ve, detrás del arco de entrada cómo se acerca la carroza con la casilla tapada con plástico negro; esconde el plato principal de la alegría, un regalito de Guantánamo; Smith conecta el sistema de altoparlantes y se larga la música country, me pongo a zapatear a su ritmo, "Servime otro, Mabelita", "¿Nadie trabaja aquí?" dice la jodida; sabe que desde que cerró la planta, no.

Qué va a entender Mabelita que la fábrica es un pulmón, nos expele y absorbe, vuelve a escupirnos y a chuparnos según América lo necesita,"¿Por qué ensordecen con esos parlantes, no pueden bajarlos un poco?" porque Mabelita ¿qué quiere? Mabelita quiere leer, se le ha metido en la cabeza recibirse de no sé qué y anda con papeles en lugar de un vaso, "Vení, bailá conmigo" y como no le da la cabeza para entendernos, se niega, pese al desfile de los camiones con cerveza y la carroza, que trae tapada la gran gloria que nos corona, y viene de Guantánamo directa al más importante barrio de casas rodantes de toda Alabama, "Grande sí, pero con el aire acondicionado cortado" gruñe la resentida, no entiende que tipos que colonizaron el lejano oeste no se ponen a llorar porque deban recortar gastos mientras la fábrica permanece cerrada, planta que reabrirá de inmediato, se viene el anuncio, y como no nos entiende, se descompone a las 5 pm hora de celebración del triunfo de nuestras tropas, "Apantallate, así te refrescás".

Me coloco el bonete con la banderita flameando que me alcanza Bobby y que Mabelita rechaza; pero si a los barriles los aplaudimos con una explosión de cohetes, al acoplado con la casilla tapada le dedicamos un griterío celestial que mi novia tampoco comprende, "¿Qué hay ahí dentro? ¿qué metieron?" alegría, Mabelita, apostá, apostemos, repongo el vaso y con él en mano vuelvo a zapatear sobre el pavimento tan caliente como andamos nosotros, zapateamos "sweet sweet yankees" que Robinson ejecuta en su armónica, y los altoparlantes convocan a los vecinos a acercarse y disponerse en un círculo alrededor de la jaula, la jaula directa de Guántanamo.

Le digo a Mabelita: "Traé las jarras que ya abren los toneles y se pone a correr la cerveza", "Yo me encierro" es su respuesta y se mete a asarse en la cabina; alzo lo que tengo que alzar mientras Meredith y Kevin van descorriendo despacio el telón negro ¿qué sorpresa nos tienen reservada los chicos de Guantánamo? ni yo ni nadie lo sabe a ciencia cierta y ahí ya está, dentro de la jaula; gritamos como locos al verlo.

El navajo Anderson danza su danza guerrera tradicional de escalpelar cueros cabelludos, Gary dispara las bengalas que acompañaban el regalo, aunque tenemos sólo diez horas para disfrutar de él y luego hay que devolverlo a la base, "Sólo balas de goma", recuerda Pamela, la que se ganó el derecho de iniciar los disparos, primer premio en la rifa que organizamos en el barrio, Pamela apunta y blanco, luego tendremos los otros juegos: electricidad, inmersión en la pileta de Ronald; le alcanzo unas jarras a los dos soldados que acompañan el envío y deben devolverlo vivo a Guantánamo; se nos unen y beben con los veteranos de Corea, de Vietnam, de Afganistán, de Grenada, del Golfo que viven en el más grande barrio de casas rodantes de Alabama, mientras los marines inauguran el juego de dardos acertando en el blanco, unos dardos especiales que inoculan la droga de la verdad y el envío balbucea en su idioma y la multitud corea "Oh Susana", en tanto Perry anuncia oficialmente la reapertura de la planta en la que trabajamos que produce gas sarin y bacilos de ántrax y nada puede superar este momento que Mabelita decide perderse.

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