Dom 18.02.2007
rosario

CONTRATAPA

El triunfo de la nada

› Por Luis Novaresio *

Uno: un cámara que todo lo ve, en la nimia existencia de cada cosa. Cada uno. Una sucesión de historias mínimas que nunca te voy a contar, porque apenas si las conozco. Me imagino un show de realidad pura fotografiada permanentemente para fisgonear en ese cachito de realidad que, para vos, es todo. Para mí, que te miro, una tecla del control remoto de mi vida. Nada. ¿Te interesa? Torcés la boca. ¿Te sentarías a verlo? Me decís que si hay una buena historia, fuerte, bien contada, con una imagen y una música que te predispongan, quizá sí. No hay nada de eso. Pura realidad. Cruda. Desarticulada. O mejor: articulada por el azar. Nada. ¿Lo ves? No te garantizo nada más que la nada.

Dos: Delante de mi coche va un carro. Un caballo cansado, flaco, tira de unas maderas unidas por la voluntad antes que por la ciencia. El mayor será de apenas dieciocho. Negro. De los negros nuestros. Cabecita, diría si el peronismo no hubiera muerto, si los grasitas de Eva tuvieran quien los protegiera. Mira en el volquete azul y separa cartones y escombro. Me bajo y le pregunto si se venden bien los escombros. Ni se asusta con mi pregunta. Ni con mi presencia. El más chico, sí me mira curioso. Los escombros van al corralón. El cartón al cartonero. Los pesa. Un peso el peso. El nene acaricia al caballo para tranquilizarlo. El animal

desconfía de mí. Tiene cuatro años el chiquito, le faltan dientes, sonríe y dios podría ser esa luz. Todos los días sonríe, a eso de las siete, cuando recorre calle Mendoza, por Echesortu, que está ella de contenedores con cartones. Me pregunta si soy su tío. Creo que si le dijera que sí, me abrazaría. Transpira ganas de abrazo. El negro sacude las riendas y el caballo responde como puede. Se van.

Acá no hay cámaras del show. Nada.

Tres: No entiendo tu sorpresa por el éxito de Gran hermano. Cuál es el motivo para que no lo sea, quiero preguntarte, pero no me das tiempo. Cortás tu sobre de azúcar y la lonja de papel pequeña va a parar dentro del saquito vacío que antes solía tener impreso un poema. O una frase. Me río sin que lo notes y te digo, pensando en aquellas frases de los viejos sobres de azúcar, lo invisible es esencial para los ojos. ¿No era así? Lo esencial es invisible. ¿Y no es lo mismo? ¿Altera el producto? No me escuchás. Lo tuyo es una diatriba ininterrumpida para los que se hipnotizan frente a los rayos catódicos que muestran la nada, filmada a 360 grados. Todas las cámaras que cuentan la nada de una docena y media de pibes bonitos. Les atrae la nada, te quiero decir. Pero no me dejás. Adolescentes, te envalentonás, a los que no les ha pasado nada y sospechan que eso es la vida, fumar un puchito, decir boludo cada cinco segundos, disputar pruebas sádicas como no dormir o andar atados como esclavos bajados de los barcos traficantes de negros de la época de la colonia. ¿Nadie ve de los derechos humanos, del INADI o de donde carajo sea, ya gritás, que eso es televisación de una tortura, degradación hecha espectáculo? Todos miramos, pienso, pero no vemos. Porque es la nada. Y la nada atrae. Me insultás para que no filosofe sobre lo que no es. O no escuchaste, preguntás retóricamente, la discusión del "marxismo" existente en la casa (¡cómo odio que hablen de "la" casa!), pensamiento parido por uno que gustaba del teatro y hacía que todos fueran materialistas. Te lo juro, volvés a gritar, eso dicen y la gente lo mira. Pienso que "la" gente es tan desagradable como "la casa", pero no te lo digo.

Gran hermano es el triunfo de la nada. Pero de la nada más vacua. LA que no impone, no encuentro como no redundar, nada de nada. NO cuestiona, no genera angustia existencial ni especulación religiosa.

Varones que se rascan, mujeres que se depilan y se peinan. No hay morbo porque ni morbo para ello, no hay sexo, no hay historias, nadie confiesa algo que valga la pena discutirse. ¿No será que, por opuesto, la nada es más atractiva que el todo que nos ofrecemos en la vida diaria? Puede. Por sobre todas las cosas, es mucho, muchísimo más útil y funcional.

Cuatro: El sufrimiento existe. Y no te hablo, me dice ella, del sufrimiento físico. Hablo de la imperfección, de lo efímero de la felicidad. La causa de ese sufrimiento es el apego al deseo. Al deseo de esas cosas mundanas que nos hacen sufrir. EL sufrimiento puede cesar. Aniquilando ese deseo mundano. Para ello hay un camino. Sería largo que te lo explicara en este rato, ella piensa con pesar. Porque se ve que quiere compartir lo que sabe. La generosidad de la felicidad, pienso yo. Algunos principios son esenciales. No dañar a ningún ser vivo, no tomar lo que no te es dado, no tener una conducta sexual en contra tuya o de lo que quiere el otro, no tomar sustancias intoxicantes, no faltar a tu verdad. El camino, me dice ella, es la meditación. ¿Sabés cuál es el sentido etimológico de la palabra meditación? Cultivo de la mente.

Anne se aloja el Hostel Río Brown de Rosario, una casa hermosa. Sus dueños son lo más preciado del lugar. Y, es cierto, el patio, el río cerca, los sillones. Hay visitantes de Canadá, un catalán que despierta suspiros entre las mujeres, dos chilenas y Anne que viene de vientre francés pero reside en la India luego de sentir que el budismo era su camino. Está en esta ciudad, la misma que fundó la Virgen , para contar su experiencia con esta corriente de pensamiento que no tiene dios, no es religión, no exige creer más que en lo que uno compruebe, no juzga ni aísla. O acaso no te imaginás, me dice, católico y budista. Me río. Es que no me imagino católico, le digo. Entonces serás agnóstico y budista. Se puede.

En el patio del Hostel corre una brisa amable. UN grillo chirría. Nada. Tanto, la verdad. Nada, para todos.

Cinco: Dios lo tiene con él. Y vos la mirás. Te pido que no hables, mi mirada es una imploración de silencio. La mujer es alta. Por su edad, supongo que en la secundaria jugaría al básquet. Por su edad, me corrijo, jugaría pelota al cesto, ese deporte ñoño de mujeres con bombachudo blanco tan denigrante para ellas como el no poder votar en las urnas. Es linda. O podría serlo si se ocupara de usar la belleza como presentación. Por la mañana da clases. En una escuela de Villa gobernador Gálvez. Por la tarde trabaja con estos chicos. Y con sus madres. Desde hace seis años tiene, con otras mujeres, una casa de día para asistir a los enfermos de VIH. Dan de comer, alojamiento para casos extremos. Los escuchan, los acompañan, los abrazan. Entienden, me dice luego ella, que escuchar con voluntad es tan importante el cóctel de drogas. Usa alianza porque está casa con Cristo. Lo repite. La mirás, otra vez, con incredulidad. Con Cristo. Y a él le ofrecemos nuestra virginidad. Somos vírgenes consagradas. ¿NO hay metáfora? No la hay.

Ella sale del Hospital de niños en donde acaba de morir un niño de seis años de Sida. Y se va a la casa, a pasos de este bar en donde la tele muestra "la" casa. Nada.

Seis: Gran hermano es el triunfo de la nada. Pero de la nada vacía, perdoname la redundancia. Porque hay otra nada, a cada paso, repleta de significados. Que no se mira. Que no tiene cámaras. Que no transmite las 24 horas. Nada inspiradora, repleta de significados, al menos, de preguntas. Nada que se podría mostrar. Así fuera para descartarla. Criticarla. Denostarla. Nada útil.

No me jodas, escucho que decís. . Que parece que Johny le va a decir que sí a Osito. No me molestes.

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