CORREO
¡Cállate, cállate, que me desesperas! o algo así tronó el Rey Juan Carlos en la capital trasandina, en el incidente entre Zapatero, el monarca y el compañero Chávez que contó con mucha prensa. Generalmente las reuniones a nivel continental solían ser tediosas y previsibles en cuanto a los planteos previos, sus transcursos, y a sus resultados. Lo común era una reunión donde el imperialismo yanqui ya tuviera un documento elaborado y el resto del continente lo aprobaba a carpeta cerrada. Sin embargo lo ocurrido en Santiago de Chile y el anterior en Mar del Plata fue distinto, tienen algo en común: no tuvieron un corolario acorde a los objetivos para las cuales fueron creadas esas "cumbres". La cumbre de las Américas fue un invento de los E.U.A. con la intención de lograr el apoyo necesario al ALCA, o sea la apertura de los mercados latinoamericanos a las empresas del norte, esa intención llegó a su fin en las playas marplatenses. La cumbre de países iberoamericanos es igual, pero las empresas son de capital español y europeo, todo esto al calor de la oleada neoliberal de los '90; claro que por aquellas épocas había otra dirigencia. Hoy estamos ante un hecho inédito, un grupo de cinco a siete mandatarios que básicamente coinciden en una creciente aspiración de soberanía y de unidad latinoamericana. Es lógico entonces que a la par de las situaciones caóticas que heredamos de la aplicación de las recetas económicas/políticas desde los centros de poder, surjan incontenibles, una serie de cuestionamientos, como los que venimos presenciando, al FMI al Banco Mundial, a la Unión Europea y a Estados Unidos. Nosotros sabemos muy bien lo que han hecho empresas como Telefónica, Repsol, BBVA, SantanderRío, se han movido a sus anchas a la sombra de las privatizaciones, de la desregulación económica, y a costa de los argentinos y de los latinoamericanos. Tenemos ahora un conjunto de mandatarios que no tienen compromisos con los poderosos de siempre, sean internos o externos. Esto quiere decir que gozan de absoluta libertad para hacer y decir lo que les venga en gana, el único compromiso que tienen es con sus Pueblos, por lo tanto en reuniones como la que nos ocupa, ya no puede haber temas a carpeta cerrada. Quizás la mejor conceptualización de lo ocurrido haya sido las palabras del Vicepresidente de Cuba, Carlos Lage: "Vivimos en una región que demanda cambios y nadie puede negar que hay contradicciones entre la necesidad de ese cambio con las políticas hegemónicas de una sola potencia". Le guste al Rey o no, cualquiera de esos mandatarios está en posición de decirle lo que quiera. Pero volviendo al cruce de palabras entre el Rey y el Comandante Chávez, salta a la vista un detalle, mas allá del respeto debido o no, o del respeto exigido o no, hay un tema que no ha sido convenientemente aclarado por el Rey, ni por el actual Jefe del Gobierno español, ni por el anterior, como así tampoco por el jefe de la oposición. Ninguno de ellos rechazó la acusación del presidente venezolano sobre la participación española en el frustrado golpe de estado de 2002. La acusación es lo suficientemente grave como para obviar una respuesta, pero... ¡cállate, cállate que me desesperas!
Fabio Gentili
Concejal de Rosario
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