CORREO
Me dirijo a ustedes en mi carácter de personal directivo de una Escuela Provincial a los efectos de hacerles llegar mi reclamo de una eficaz representación de mis intereses, dado que nos encontramos en los comienzos de una nueva negociación salarial con el Ministerio de Educación. Sobre la función directiva recae un cúmulo de actividades permanentes. Bajo nuestra responsabilidad se encuentran la educación de los alumnos que concurren a nuestras escuelas (a veces también la garantía de su permanencia en el sistema, de su salud y de su alimentación), y de todos los recursos tanto didácticos como humanos, que se necesitan para ello; son nuestra tarea el ofrecimiento de cargos y el seguimiento de los docentes de distintas modalidades, especialidades y niveles; porteros, atención de cooperadora y de padres; estamos encargados del cuidado de edificios escolares, de su mantenimiento, arreglos, pintura, construcción, luz, gas, agua, gastos de funcionamiento, subsidios, y un largo, heterogéneo, insólito e inagotable listado. Por otra parte, tenemos el peso de la responsabilidad civil que nos amenaza constantemente, agravada por un Ministerio que no tiene sistema de prevención de accidentes, ni emergencias médicas para todos, ni seguros de vida, y que ha permitido que los edificios escolares llegaran a un estado de decadencia tal que en lugar de ser espacios de educación, se hayan convertido en verdaderas trampas de inseguridad en las cuales es milagroso que no ocurran más accidentes. A esto se suma el hecho de que la reglamentación vigente permite que nos pongan reemplazantes sólo después de 20 días de ausencia, lo que significa que aun encontrándonos enfermos o con serios problemas, tenemos que concurrir a las escuelas, pues si no lo hacemos, perjudicamos a nuestros compañeros docentes, que deberán realizar doble tarea: dar clases y a la vez hacerse cargo de nuestras responsabilidades (sin cobrarlas, por supuesto). Esto se agrava si tenemos en cuenta que, dado que las plantas escolares de la mayoría de las escuelas se encuentran incompletas, nos vemos obligados a suplir con nuestro trabajo las carencias de personal que tanto nos afectan: faltan secretarios, preceptores, porteros, bibliotecarios, docentes especiales... y a pesar de todo, hacemos funcionar las escuelas (incluso a pesar de la organización burocrática impuesta desde el Ministerio de Educación). La situación de recarga laboral que implica hacerse cargo de todo esto es alarmante y constituye el aspecto más sobresaliente de nuestro malestar directivo.
Alicia Barbisano
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