CORREO
El bullyng o la burla, que ahora temen los políticos, no es lo más grave del grotesco que más rating compra, basado en datos o "captos" (Laing), violando los derechos del consumidor a un espectáculo que respete la percepción del espectador. El 5 y 6 de mayo observé el programa, más "elegido" (o publicitado) y tomé una especie de biopsia con la que fue fácil diagnosticar el negocio de la infantilización de los espectadores, que aceptan reiteraciones, repeticiones y hasta denigraciones (sobretodo dirigidas al sexo femenino) y la perversa pretensión de provocar risa con el maltrato psíquico...
Es increíble que en medio del debate de una nueva Ley de radiodifusión, y cuando existen tantas instituciones defensoras de la salud mental y cultural, se compren tantos ecos y silencios, tanta aceptación de insultos, gestuales y verbales, como el mostrado en la "dramatización" a la que fue sometida una joven modelo, en el hipócrita horario de "protección al menor".
Lo peor de todo, es la utilización de niños en formatos de abuso y explotación violando la ley 23.849. Asombra la aceptación de padres que aplauden y no cuestionan ni la hora en que actúan sus niños, ni el contexto, ni las danzas que enseñan, ni el interrogatorio del "conductorpastor", ni la angustia y el llanto que les provoca, ni la estela de consecuencias ocultas... Como dijo Freud: "La herejía de una época puede convertirse en ortodoxia, de otra".
Mirta Guelman de Javkin
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