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Estallidos
Aún resuenan los estertores de los bombardeos a las ciudades japonesas Hiroshima y Nagasaky, pero a pesar de esto, y quizás por la inexistente la mala conciencia de los poderosos y por sus desmedidas ansias de dominación global es que de un modo u otro la cuestión nuclear asuela desde entonces a la especie humana y a otras renovando el peligro en ciernes. El peligro es el de una devastación a gran escala.
La energía nuclear al igual que los vuelos espaciales es una de las siniestras facetas de la modernidad.
La expansión territorial de los imperios coloniales hacia Africa, Asia y luego hacia América desde el Siglo XV, estableció el sometimiento de poblaciones y territorios colocado bajo la férula de monarcas y sacerdotes, todos como mascarón de proa de la burguesía en ascenso.
En efecto, el devenir de la sociedad industrial cuyos albores se remontan al Siglo XVIII en Europa Occidental ha implicado un progresivo deterioro de las condiciones ecológicas.
La carrera armamentista que se aceleró durante la llamada "Guerra Fría" entre EE UU y la URSS, pero luego fueron sumándose al "club nuclear" otros Estados como la India, Iran y en los últimos años Corea del Norte.
Por supuesto no son ajenos a este proceso los países de la Unión Europea, cómo olvidar las pruebas del Estado francés en el Archipiélago de Las Canacas.
Con la hipocresía característica de los sociópatas surgen voces de alarma por el experimento coreano, pero bien sabemos que el sueño de la "bomba propia" anida de modo en secreto o no tanto en el alma de más de un caudillo primer o tercer mundista.
Y sino recordemos a Perón y Kurtz Ritcher con la Isla Huemul como base operativa. Agregando a esto las fanfarrías triunfales de las dictaduras militares argentinas y sus proyectos Atucha.
Es preciso tomar plena conciencia que en el capitalismo las crisis se suelen saldar con guerras de exterminio y conquista. Esto lo denunciaron los socialistas libertarios como Pierre Ramus desde el siglo XIX, y lo dijo con meridiana claridad Rosa Luxemburgo que pagó con su vida la osadía de desafiar a los claudicantes socialdemócratas alemanas prestos a sacrificar la revolución proletaria y a votar créditos de guerra en los albores de la pasada centuria.
De ayer a hoy algunos cambios y muchas invariantes.
Carlos A. solero
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