CORREO
Al parecer la única forma que a los desharrapados les preste alguna atención esta sociedad anestesiada es que ocupen en plenitud el espacio público, el centro de la urbe que transita sin querer verlos. Plazas ubicadas frente a las sedes simbólicas de los poderes formales, paseo peatonales o interrumpiendo el tránsito para mostrar la mentira e hipocresía del "normal deselvomiento de las actividades económicas".
Son miles en la ciudad, en el país, millones y en el continente cientos de millones.
Y en todos lados se los ignora hasta que estallan, con sus reclamos, sus verdades articuladas como pueden y examinadas luego de muchos días, sesudamente por funcionarios, que algún día, después de las reformas que deforman cada vez más porque nada modifican se expiden diciendo que es imposible.
Los imposibles se remite a responder por: viviendas dignas, educación extendida y con recursos suficientes, acceso pleno a la salud pública.
En todo el continente, para lograr ser vistos los nadie producidos por el capitalismo tienen que desgarrar el velo de la normalidad que nos oprime, nos aplasta y que multiplica miserias y humillaciones.
Es preciso no girar la mirada hacia la nada y el absurdo cotidiano y ver de frente el rostro de la desgracia fabricado y maquinado pñor los hacedores del malestar general, encerrados en sus intrigas y en edificios inteligentes, climatizados como los palacios de antaño.
Carlos A. Solero
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