CORREO
A los sesenta años, gran parte de las empleadas públicas tienen derecho a la jubilación y enfrentan la disyuntiva del retiro con resistencia a partir, por el incumplimiento de la ley que les otorgaría el 82 por ciento móvil del sueldo en actividad.
Condenadas a subsistir con porcentajes que incluso no llegan al 50% de lo que están percibiendo, siguen trabajando frenando las carreras de ascenso de sus compañeras, posponiendo un derecho y la posibilidad de disfrutar de los últimos años haciendo todo aquello que no han podido hacer por falta de tiempo y ejercer las tareas de esposa, madre y empleada.
El régimen provisional, siempre supeditado al manejo de la economía y variables de ajuste de los malos gobiernos, ha sufrido recortes de beneficios que lo tornan imprevisible y no ha habido gobierno (tampoco este) que fije un definitivo criterio para convertir ese beneficio en algo placentero, que les permita a las/os que han aportado esfuerzo a la construcción de nuestro país una vida libre de privaciones en su última etapa.
Cuando podrían disponer del tiempo para dedicar afecto a los nietos, muchas y muchos debe salir a buscar en el mercado ingresos que les permitan compensar los magros ingresos, produciendo una distorsión de la oferta laboral al ofrecerse por mucho menos de lo que ganan los de edad entre los 20 y 50 años.
Presas fáciles de los inescrupulosos buscadores de mano de obra barata, que salen con "ofertas" de ventas domiciliarias, cobranzas, gestiones, reparto de propagandas, etc. que constituyen hoy una realidad de "oferta y demanda" vergonzosa.
Quién no ha visto, conoce o tiene en su propio seno familiar, hombres y mujeres de más de 60 años que desarrollan actividades "lucrativas" y que constituyen gran parte de lo que conocemos como "economía informal".
La denominada tercera edad, ha pasado a ser la ropa vieja de nuestra estructura económica, mientras se deben soportar jubilaciones de privilegio de "castas especiales conformadas por ex funcionarios, legisladores, militares retirados" con regímenes de inequidad que los distancian de las realidades del resto de la masa de gerontes, que deben subsistir, mas que vivir su retiro de la actividad.
Impedidos de hacer paros, con disminución de sus fuerzas para manifestar, relegados por las conducciones de los gremios y desatendidos por los últimos gobiernos en sus derechos (que incluyen al actual, pese a su retórica populista), las distintas fuerzas políticas no les han dado cabida reivindicativa a sus siempre permanentes reclamos de jubilaciones dignas.
Angel M. Contestí
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