CORREO
Me obligo a mí mismo a una auto respuesta al sentirme profundamente conmovido por un hecho muy significativo. Es verdad. No todo está perdido.
En una escuelita del barrio Stella Maris, en la periferia de Rosario, un grupo de alumnos de la escuela primaria Nº 299 Ceferino Namunucurá, de entre diez y catorce años participó en un torneo de ajedrez que convocó a más de 120 escuelas públicas y privadas.
Estos chicos de condición muy humilde fueron los ganadores contra algunas escuelas de primer nivel como la San Jose, Cristo Rey, Normal 1, Normal 2 y Dante Alighieri. Debemos suponer que el nivel académico de estas escuelas, sin menoscabar a la 299, debe ser muy superior, que en las casas de los alumnos concurrentes no deben faltar TV por cable o satelital, una o dos computadoras y la Play Station, que sus mesas deben estar bien servidas, con buenas comidas y bebidas, con buena calefacción en invierno y refrigeración en verano.
La contrapartida son las casas precarias con piso de tierra, con mesas no tan bien servidas, mal calefaccionadas y muchas más carencias de las que podamos suponer. No es apresurado imaginarse que en ese medio ambiente no se pudo generar el capital humano y la inteligencia necesarias para poder competir en un torneo de esa importancia, donde es fundamental tener una base educativa sólida lo cual de por sí es un requisito indispensable.
Y sin embargo, mal que nos pese y nos guste o no, (nosotros nos inclinamos por los más débiles) esto ocurrió. Estos chicos introvertidos, y poco expresivos, dieron muestras sobradas de su notoria inteligencia, con estrategias de planeamiento de hasta tres o cuatro jugadas anticipadas.
Sé que la manera de expresar mis sentimientos puede parecer un tanto exagerada, pero debo decir que tocó mis fibras más íntimas y aunque pueda parecer una "mariconada" la emoción que experimenté hizo que derramara unas lágrimas. Reflexioné en voz alta y me dije, bueno, carajo, "no todo está perdido" y pensé que la estrechez de miras del sector empresarial le impide aprovechar ese invalorable capital humano.
Debemos seguir de cerca a estos niños, para ver si su inteligencia natural se potencia y les genera un futuro brillante y promisorio para beneficio propio y de la comunidad.
Humberto Zicarelli
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