Sáb 05.02.2011
rosario

CORREO

La arrogancia del ser humano

En su libro La Trampa que releo cuando un nuevo tema de contaminación ambiental salta a la tapa de los diarios o es motivo de comentarios periodísticos, James E. Goldsmith, se pregunta y dejando librada la respuesta a un razonamiento humanista libre de presiones economicistas, si el ser humano en su arrogancia no ha ido demasiado lejos e imprevisto el peligroso desborde de las manipulaciones genéticas.

Dice y es difícil no compartirlo, que necesitamos revisar nuestras prioridades, porque el fin de la agricultura no es tan sólo producir el máximo de alimentos al más bajo costo directo y empleando la menor cantidad de mano de obra, sino producir una diversidad de alimentos que satisfaga y respete la salud humana, que contemple el medio ambiente y apunte a mantener el empleo en un nivel que asegure la estabilidad social de las comunidades rurales.

En nuestro país, en el que se valora más el nivel de producción cerealera que la calidad de vida del hombre de campo, especialmente los jornaleros rurales. Que se contamina con agro tóxicos la tierra, los cursos de agua y se sigue experimentando con transgénicos en producciones a gran escala y solamente le interesa a sus autoridades saber cuantos millones de toneladas podrán exportarse y cuantas divisas producirán para inflar el colchón de las "reservas", que se seguirá haciendo para ponerle límites a este desastre ambiental y qué futuro nos aseguran.

Sumando estos daños ambientales a los producidos por la descontrolada minería a cielo abierto, el dinamitado de glaciares (reservorios de agua pura), la probada ausencia del Estado como contralor de las actividades industriales, extractivas y de la producción y las atrocidades que se cometen en las explotación pesquera de ultramar en la que esos controles ni siquiera se han implementado, tenemos por delante un negro futuro.

Qué intereses tan poderosos se mueven para tapar todas las informaciones de contaminaciones futuras del medio ambiente, los riesgos de la salud y que desidia o complicidad se denuncia en nuestros cuerpos parlamentarios que nos obligue a debatir las cuestiones de fondo para asegurar una mejor calidad de vida a los argentinos.

Los invito a leer La Trampa y a partir de esa lectura comunicarnos entre nosotros, para ponernos de acuerdo en "qué hacer desde ahora" para profundizar la lucha por la vida de nuestra y las futuras generaciones. ¿Les parece poca cosa?

Angel Contestí

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