CORREO
Violencia
El 21 de enero Melani Navarro fue asesinada al haber quedado en el medio de una balacera entre narcos en La Granada. Tenía sólo 5 años. La espiral de violencia que el narcotráfico siembra en los barrios más humildes, en connivencia con la policía provincial y un poder judicial que mira para otro lado garantizando impunidad, no para de llevarse la vida de los más jóvenes de nuestra ciudad.
A las dos semanas de la muerte de Melani, el Centro de Salud que existía en el barrio cerró sus puertas, dejando a los vecinos sin la posibilidad de atención primaria, frente al silencio de las autoridades municipales y provinciales. El "centro de salud 20 de junio" había sido inaugurado en 2010 para descomprimir de pacientes al Sáenz Peña. Los profesionales que atendían en el lugar, desamparados y sin ningún tipo de protección, optaron por no ir más.
El repliegue del Estado municipal en los barrios de Rosario no es nuevo. Desde el año 2010 venimos asistiendo a un vaciamiento de las políticas sociales del municipio, con el desmantelamiento y reconversión de los Centros Crecer, la pérdida de funcionalidad y la desarticulación de un abordaje integral entre políticas sociales y políticas sanitarias en el territorio.
Los centros de salud que conforman el dispositivo de Atención Primaria de la Salud están cerrados los fines de semana y con suerte de lunes a viernes tienen horarios de atención por la tarde, mientras que las ambulancias no entran a los barrios.
Cuando la intendenta de la ciudad, Mónica Fein, inauguró las sesiones ordinarias del Concejo Municipal, puso el acento en el desafío de "construir una sociedad y una ciudad más integrada, más equitativa". En buena hora, hace casi veinte años que el socialismo gobierna Rosario y está a la vista el modo profundamente desigual bajo el cual creció nuestra ciudad.
La paradoja en La Granada es una muestra más de lo que pasa en muchísimos barrios de nuestra ciudad. Mientras la violencia del narcotráfico se lleva la vida de nuestros jóvenes y niños, el Estado más se repliega y brilla por su ausencia. Pero los vecinos y familiares de las víctimas no bajan los abrazos y se resisten a que este sea el único futuro para los jóvenes y los más chicos. Se organizan desde abajo, construyen memoria y luchan contra la impunidad. Nos queda hacia futuro el desafío de juntar todas estas luchas en un proyecto de ciudad común, que haga posible el derecho a vivir dignamente y en paz.
Sebastián Artola
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