CORREO
Mano dura
El clima reinante en diversas provincias y ciudades de la Región Argentina no puede sino generar inquietud y preocupación en las personas que ansiamos construir una sociedad sin injusticias y libertad.
En la medida que se profundiza la crisis socioeconómica, continúa deteriorándose la trama social, se erosionan cada más las solidaridades básicas y se incrementan los niveles de represión institucional y la violencia social.
Desde los poderes ejecutivo y judicial se implementan medidas de duro castigo a los trabajadores que reclaman por sus derechos laborales, ejemplo de esto es la dureza de las condenas impuestas a los trabajadores petroleros de Las Heras (provincia de Santa Cruz), además de los miles de trabajadores con procesamiento en una verdadera judicialización de la protesta social.
El desembarco en Rosario de fuerzas federales de Gendarmería y Prefectura Naval es una señal más de lo antedicho. Ciertos problemas no se resuelven con más cámaras y represión en las calles sino con mayor inclusión social.
En la medida en que la brecha entre los que más tienen y la mayoría careciente se mantenga o amplíe, la violencia persistirá o aumentará. Este sistema, el capitalista, se sostiene en la desigualdad y esto es ya de por sí violencia e injusticia.
El eterno retorno del discurso de la mano dura tiene una larga y triste tradición en estas tierras, quizás por la fundacional matriz sociocultural hispánica de la colonización y la conquista desde el siglo XV, con continuadores paradigmáticos como Juan Manuel de Rosas, Julio A. Roca y algunos caudillos civiles o militares que arraigaron con sus acciones y pensamientos en las masas.
Ciudadanos de clase media reclamando policías bravas, aplicación de pena de muerte, intendentes del cono urbano bonaerense aspirantes a gobernadores o comunicadores sociales solicitando la restauración del servicio militar obligatorio.
Mecanismos que en el pasado reciente generaron muerte y terror por doquier, rémoras de una sociedad hostil con los más pobres.
No están aun cerradas las heridas generadas por las dictaduras cívico militares, las matanzas como la de Puente Pueyrredón en junio de 2002, los asesinatos del maestro Carlos Fuentealba o el joven Mariano Ferreyra, las desapariciones forzadas de Jorge Julio López y Luciano Arruga.
Antonio Moldes
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