CORREO
Añoranzas
Se ha vuelto muy difícil, casi imposible, volcar opiniones sin que se tomen como agravio por algunos sectores de la sociedad. Hemos perdido la costumbre de dialogar en el disenso, que si bien no era muy fuerte, nos permitía, al menos, conversar entre hermanos, para tratar de mejorar las cosas y perfeccionar los destinos del ser humano. Sin soberbias. Sin mentiras. Solamente razonando. De puro soñadores nomás. Dicen los jóvenes que los que peinamos más canas nos volvemos intolerantes. No coincido. Y aunque alguno se enoje porque no coincido, lo sostengo. Es cierto que la vejez, en general, suma un poco de mal humor. Seguro que eso debe tener su explicación. Pero, qué le pasa a los más jóvenes que llegan al punto de no tolerar siquiera a una compañera de escuela, mejor vestida o arrogante? En nuestro período escolar, años atrás, a la más coqueta la dejábamos un poco sola. Le hacíamos un vacío por engreída. La cargábamos. Eso era todo. Añoranza del tiempo pasado? No. Añoranza de costumbres de respeto por el otro. Añoranza de un trato escolar diferente. Añoranza de esa maestra, que no era la encargada de darnos de comer, pero le decíamos "la segunda mamá". Su palabra era ley, como la de mamá, la de papá o los abuelos. Así comenzábamos nuestro tránsito vital. Respetando. Pensando. Discutiendo. Sin agresión. Tratando de ganarle al otro, con figuritas, payana o pelota y por qué no?, también algunas piñas inoportunas. Con ánimo de cambiar todo lo que nos parecía injusto. Juzgando, analizando, buscando la perfección. Añoranza del tiempo pasado? No. Solo añoranza por todo lo perdido.
Edith Michelotti
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