Votar para todos

No vivimos solos. Estamos en sociedad. Somos un maravilloso ramillete de argentinos, nativos, descendientes de inmigrantes o un verdadero crisol de tales, a los que el domingo se nos brinda la posibilidad de elegir el sendero que vamos a transitar durante cuatro años o más. Estamos frente a una situación de gran responsabilidad que comenzará por el voto y que después seguirá de acuerdo al grado de participación que querramos tener en la formación del país que anhelamos. Es dable suponer que a mucha gente les puede haber "ido bien" durante estos últimos 12 años de gobierno. O quizás a la inversa. Pienso que elegir nuestro voto de cara a esa individualidad es un error que nos anula la capacidad de observar qué les pasa a nuestros hermanos. Porque si bien existen los que tienen trabajo seguro, con sueldos buenos y puntuales o que tienen empresas, industrias o profesiones que les permiten transitar una vida meritoria, que quizás han podido realizar viajes importantes o acceder a jubilaciones dignas; también existen los pobres, los enfermos mal atendidos, los desocupados, los que reciben educación insatisfactoria, los delincuentes, los que pierden hijos en las rutas, en las calles, con la droga, la corrupción en el poder, la violencia de género, la violencia social, las violaciones, la falta de vivienda, etc. Ignorar todo eso porque nada les llegó a lastimar en lo personal o familiar, o por el contrario creer que la fatalidad es una aliada imbatible, sería como conceptuar que se vive una realidad tan "eterna como ilusoria". Porque nadie está exento de nada. Nada es bueno para siempre, nada es malo para siempre. Por lo que humildemente creo que debemos sumar nuestras fuerzas para crear un equilibrio que nos alcance a todos. Que no será fácil ni rápido, pero que, si no lo intentamos, podemos llegar a convertirlo en imposible. "Esa" y no otra cosa es para mí la tarea que encaramos el domingo.

Edith Lucía Michelotti