Jue 14.01.2016
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El Macri del futuro

Sí, no parece probable que el hombre se vuelva progresista o se meta en la historia grande de la democracia. Es más, hay quien teme que entre en la lóbrega galería de los Uriburu, Onganía, Videla, Menen y De la Rúa. El tiempo dirá, y crucemos los dedos, por supuesto, respecto a esto último. Pero mientras, junto al análisis cotidiano de la remake neoliberal y el debut a puro decretazo, conviene alertarse frente a otro peligro.

Digámoslo con todas las letras: el atropello brutal a la autarquía de la Afsca, la amenaza que se cierne sobre la también autárquica Procuraduría, el desprecio por la división de poderes al designarse supremos a dedo, la comunicación a Mendoza de que no se acepta la decisión de la Corte de esa provincia regularizando la situación de los detenidos sin prisión preventiva y plazos legales vencidos (ojo: no liberar, regularizar...), y otras varias medidas que conocimos en estas dos semanas, suponen lisa y llanamente una microbordaberrización.

Juan María Bordaberry fue aquel presidente uruguayo, elegido democráticamente, que en los '70 decidió cerrar el Congreso y perpetrar un autogolpe con apoyo militar.

Acá, es cierto, los militares están sosegados, y no se cierra el Congreso sino que no se lo convoca a extraordinarias como exige la ley. Pero el resultado es ese precisamente: que se saltea a las Cámaras y el gobierno se autodesconstitucionaliza.

Y esto surge de las acciones y de las palabras de los funcionarios que, es durísimo decirlo, son propias de golpistas: "el país normal tiene que funcionar así"; el DNU "es para casos como este"; la autarquía de un organismo no limita al Ejecutivo; las restricciones de las leyes "están hechas para estadistas"; "sin inversiones en telecomunicaciones el país no puede evolucionar" (del Ministro de Comunicaciones trenzado en discusión con el feroz anticristinista pero repentinamente asustado Nelson Castro).

La conclusión es que, por el bien de los más débiles y las instituciones, ojalá no se nos obligue a otro 19 y 20 que siempre entraña sufrimiento y riesgos. Pero, ojo al piojo, no sea que el Congreso mismo, donde el oficialismo padece de una enorme debilidad, se vuelva técnicamente una restricción para nuestros estadistas. Y así, el jefe del Fino Palacios, de las brigadas quemacolchones de los crotos en pleno invierno y de las represiones de la metropolitana en el Borda y en Parque Centenario, sea consecuente y decida redondear definitivamente el autogolpe.

Héctor Cepol

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