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Sin dudas, la historia social de los pueblos es paradojal. A casi 43 años de su secuestro, tortura y asesinato en Chile, luego del golpe de Estado que instauró una dictadura cívico-militar encabezada por el general Augusto Pinochet, un tribunal de Estados Unidos de Norteamérica condenó al verdugo material de Víctor Jara.
En efecto, decimos que es paradojal porque fue ese Estado, el norteamericano con Henry Kissinger -el canciller del patético presidente Richard Nixon-, además de la CIA y las fuerzas represivas estatales, quienes perpetraron la carnicería contra militantes revolucionarios, mujeres y hombres que no se resignaron a padecer el perverso sistema capitalista. Las imágenes hablan por sí mismas, alcanza con ver cualquier documental sobre la situación en Chile luego del 11 de setiembre de 1973 para observar el Estadio Nacional de Fútbol de Santiago con las tribunas repletas de prisioneras y prisioneros políticos que iban siendo fusilados selectivamente al comienzo, y luego de modo masivo.
Víctor Jara, poeta, cantaautor y dramaturgo, era un emblema de la poesía social, del espíritu revolucionario, socialista y libertario que anida en los corazones de las y los proletarios con conciencia insumisa, dispuestos a romper definitivamente con la alienación que impone el capitalismo.
Había que tronchar esa vida, y los chacales artillados lo hicieron. Había que aniquilar a ese hombre irreductible que con sus versos y canciones denunciaba las humillaciones perpetradas por los poderosos desde hace siglos en las diferentes latitudes.
Francisco Franco y sus secuaces se cobraron en agosto de 1936 en España la vida del poeta Federico García Lorca, Videla y Massera en la Argentina masacraron a miles de seres humanos entre ellos a Haroldo Conti, Francisco Paco Urondo, Roberto Santoro y Rodolfo Walsh, la dictadura cívico-militar uruguaya encarceló a Juan Carlos Onetti. Pinochet tuvo su "trofeo de guerra" con Víctor Jara. Como bien escribió el anarquista Rafael Barrett: "Cuando se piensa algún tiempo en los jueces, nace por contraste la idea de la justicia".
El sistema establecido pretende borrar aquel crimen indemnizando con dinero los asesinatos perpetrados por sus agentes. El dinero, ese infame ícono del capitalismo que encubre todas las miserias materiales y morales que padecemos y a las que resistimos.
La voz de Víctor Jara no pudo ser acallada por sus verdugos, su ironía y pasión de vivir trascienden las paradojas y persisten como cantos de libertad y resistencia de las mujeres y hombres rebeldes que luchan contra la opresión ayer y hoy.
Carlos A. Solero
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