CORREO
El Carnaval está en Rosario, sí, en nuestra ciudad, viene del fondo mismo de cada barrio, y desde allí, como toda vieja expresión en constante renovación y cambio, avanza sobre la ciudad y desbordando alegrías, frustraciones, esperanzas, júbilo, en forma desordenada pero con un rumbo certero, gana los corazones de nuestro pueblo. Es por ello que aquéllos que cotidianamente ponemos nuestro cuerpo, sentimientos e ideas al servicio de los objetivos que nos permitan un salto cualitativo en nuestra calidad de vida, hoy desplegamos con desparpajo exhuberante nuestras alegrías, sintiéndonos soberanos hacedores de noches de fantasía, dando vida a personajes venidos desde la historias misma de la ciudad, y gozando con sus multifacéticas expresiones de humor. Sí, el Carnaval está con nosotros, somos pueblo sin discriminaciones, cargamos nuestra mochila de desapariciones, gatillos fáciles, y exigiendo justicia echamos al olvido las tristezas y los odios, y ofreciendo baile y malabarismos, como en la vida misma, nos incorporamos al bullicio callejero. También nuestra ciudad, como otras ciudades y pueblos valoran la importancia de regalarnos para elaboración y perfección en nuestros propósitos, escuelas que propician e instrumentan recursos creativos en todos los tipos de artes populares para posibilitar la práctica y el espíritu carnavalesco. Bienvenidas sean las comparsas, murgas, batucadas, reinas, bahianas, embajadores y otras tantas expresiones artísticas carnavalescas, con todo su bagaje de alegría y entretenimiento que invitan a sumarnos a la fiesta como parte necesaria de nuestra vida en un marco de enorme sentimiento popular.
Amilcar Monti
En mis años de juventud, cuando se bailaba se hablaba, se miraba a la cara del compañero. No quiero con esto decir que aquélla época era mejor. Era un tiempo de prejuicios provenientes en gran parte de la religión y otros heredados. Cosas escondidas que hoy salen a la luz, y muchos vislumbran como más auténticas. Pero quiero referirme al baile de hoy. Al lugar lo llaman boliche, creo. Allí se reúnen los jóvenes para socializar, para reunirse, para hacer amigos. Ponen una música ensordecedora que cala tan hondo que no se puede ni hablar..., ni pensar. Para completar ese ambiente casi subhumano, echan humo en el ambiente. A eso deben agregarse luces sicodélicas, girando, y otros faroles que enceguecen. Además, gracias a la tecnología todos esos chicos, que no pueden hablar con el que tienen enfrente, hablan sí con sus celulares. No sé si será el modernismo o el posmodernismo, pero no creo que sea buena esa incomunicación. Después de todo existen las personas que esperan que las miremos, que les hablemos, para saber que aún dentro del boliche, estamos en el mundo.
Edda Gómez
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux