SOCIEDAD › LAS CHICAS DEL EQUIPO "AL HOCKEY SE LO JUEGA CON BANANAS" CUENTAN SU EXPERIENCIA.
Tienen entre 11 y 20 años, viven en Villa Banana y desde hace siete meses practican hockey, un deporte generalmente relacionado con sectores sociales medios-altos. Sueñan con convertirse en jugadoras de la talla de sus admiradas Leonas.
› Por Evelyn Arach
"Sueño con ser una de Las Leonas", se esperanza Micaela Piris con un palo de hockey en la mano. Micaela es una de las treinta adolescentes de entre 11 y 20 años que integra el equipo "Al hockey se juega con Bananas", un nombre alusivo al asentamiento irregular donde viven, conocido como Villa Banana. Desde hace siete meses practican este deporte de forma gratuita gracias a un proyecto que lleva adelante la asociación civil Causa y Efecto financiado por la municipalidad. Con palos en desuso que fueron reparados y mucha voluntad estas chicas cumplen su sueño: ser parte de un deporte considerado elitista e inalcanzable, pero que logró hacer pie en uno de los barrios más conflictivos de la ciudad. El encuentro sirve también para organizar talleres sobre salud reproductiva y conciencia de género y para ayudarlas a proyectarse. "Algunas jugadoras tienen verdadero potencial deportivo y estamos viendo la manera de que consigan becas para integrar algún club", se entusiasmó Paula Negroni, una de las entrenadoras.
Cuando ella y Ana Bottoli, llegaron para dictar una clase sobre derechos laborales a chicos en riesgo social de la zona oeste, poco imaginaron cuanto llamarían la atención sus palos de hockey. Ambas son jugadoras profesionales del Club Universitario e integran Causa y Efecto, una ONG formada por estudiantes universitarios de Rosario. "Las chicas empezaron a preguntarnos sobre este deporte y a decirnos que les gustaría participar. Así surgió la idea de formar un equipo y luego fue aprobada en el Presupuesto Participativo Joven. Comenzamos siendo trece el primer día y hoy somos más de treinta: es un verdadero éxito", afirmó Negroni.
Los entrenamientos se realizan todos los sábados por la mañana en el Polideportivo Municipal ubicado en Ovidio Lagos y 27 de Febrero. Bottoli y Negroni ofician de instructoras junto a otros dos varones expertos en el juego. "Siempre miraba por la tele los partidos y me encantaban, pero pensé que nunca iba a jugar", confiesa Tamara Servin, de 15 años. Y es que en un barrio sin recursos las chicas tienen pocas chances de practicar un deporte. Mucho menos si se trata de hockey.
"Tener un palo profesional cuesta 800 pesos y un equipo de arquera tres mil", ilustró Negroni. De todas formas algunos viejos palos donados por jugadores de la ciudad y otros comprados con el subsidio estatal sirven para realizar las prácticas. Y las chicas no se amedrentan. "Queremos participar de un torneo con otros clubes", contaron. Para eso necesitarían conseguir otro espacio físico, algunos palos más nuevos y también camisetas. "Todos aquellos que quieran ayudarnos con algo pueden escribir a [email protected]", señalan las entrenadoras, convencidas de que se puede.
Antes de fin de año proyectan un encuentro con los otros dos emprendimientos solidarios de hockey que hay en Rosario: "Más Hockey" de Ayelén Stepnik y el equipo de la fundación El Desafío, fundada por el reconocido entrenador Mario Raimondi.
Los fondos del presupuesto participativo les permitieron adquirir parte del equipo y garantizar el traslado de las jóvenes, que cuando asisten reciben una tarjeta de colectivo y también un refrigerio. Pero para que el proyecto crezca necesitan más recursos.
"Consideramos que el deporte es mucho más que una actividad física, es un bien cultural. Uno de los beneficios más importantes es la inclusión que se logró entre ellas, porque a las chicas de Villa Banana se fueron sumando adolescentes de otros barrios como San Fransisquito y Godoy. Ahora son un verdadero grupo de amigas. Durante la semana se juntan entre ellas y entrenan", explicó Negroni y sostuvo que desde que comenzaron las clases no para de recibir nuevas alumnas.
Una de ellas, Griselda Escalante, tiene veinte años y es mamá de dos nenas. "Siempre me gustó el deporte, pero a los 16 años tuve a mi primera hija y después se me hizo muy difícil poder jugar. Además los clubes tienen una cuota muy cara. Me parece buenísimo poder hacer lo que mas me gusta y gratis. Además el grupo es genial, nos llevamos muy bien", contó la joven que como tantas otras, idolatra a rosarina Luciana Aymar y sueña con ser como ella.
Las historias se suceden una a una y en todas hay una cuota de esperanza. Como en Valeria Colucci, la goleadora del equipo que aguarda por una beca para ingresar a algún club profesional. "Es la única forma de que pueda tener un lugar donde aprender y practicar porque las cuotas en los clubes cuestan entre 120 y 300 pesos mensuales, pero además hay que pagar durante el año 300 dólares para mantener el césped. Eso para mi es imposible", confesó.
Lograr igualdad de oportunidades para jóvenes que crecen en un barrio marginal es un verdadero desafío. Villa Banana, ubicada en la zona oeste de Rosario es una barriada populosa donde la exclusión, la violencia, el hacinamiento y la falta de servicios como la red cloacal son una constante. "La mayoría de los chicos reparte su tiempo libre entre el hacinamiento de su casa, el encierro del ciber o la calle que es muy peligrosa. El objetivo fue ayudarlos a encontrar otros espacios", explicó Negroni, de 24 años, que junto a otros jóvenes de la asociación recorre el asentamiento desde hace seis años.
Y precisamente en busca de esos nuevos espacios las chicas de "Al Hockey se juega con Bananas" consiguieron lugares para ver el año próximo el mundial que se celebrará en Rosario. Ellas, que jamás pensaron en presenciar un partido de hockey esperan deslumbradas que llegue ese momento.
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