SOCIEDAD › MARCELA CABRERA AUBERT FUE VENDIDA AL NACER: BUSCA SU VERDADERA IDENTIDAD
A los 25 años, supo que no era hija biológica de sus padres. Aunque indagó, sólo llegó al nombre de una partera, Beatriz Forte, involucrada en otras adopciones ilegales. La enfermedad hereditaria de su hija impulsa aún más su búsqueda.
› Por Pablo Fornero
"Mi madre pagó muchísima plata por mí hace cuarenta años atrás", relata Marcela Cabrera Aubert, aunque en realidad desconoce quién es su mamá biológica. "No tengo un nombre y un apellido", dice esta rosarina de 42 años decidida a rearmar su historia, un "periplo" plagado de obstáculos que recomenzó hace poco tiempo. Por lo pronto, sabe que fue entregada de manera ilegal a sus padres de crianza en el mes de octubre de 1972 y su partida de nacimiento, la llave para conocer su historia, está firmada por Beatriz Forte, una partera que vive en Funes "implicada en entrega y robo de bebés antes y durante la última dictadura". Hace cuatro meses consultó a través de las redes sociales la existencia de datos o casos similares y obtuvo un "montón de información" sobre "tráfico de chicos" en Rosario y la zona entre 1969 y 1977.
Recién a los 25 años, Marcela supo que no se llamaba Marcela. Discutió con su mamá adoptiva y saltó la revelación, sospechada con anterioridad. Le preguntó si conocía algún dato que le permitiera dar con sus verdaderos padres, pero solo consiguió el contacto de una intermediaria entre su madre y la partera, una mujer que vivía a unas cuadras de su casa, cercana a barrio Fisherton. Rápidamente la buscó, pero sólo pudo averiguar que su madre biológica estudiaba arquitectura o ingeniería. "Que me había dado porque tenía problemas y no recordaba bien si era musulmana o turca". En ese momento, Cabrera prefirió descansar en esa información. "No busqué más, lo dejé sepultado totalmente", recuerda.
Pero hace tres años, cuando a su hija le diagnosticaron una enfermedad hereditaria, el destino volvió a mirarla a la cara y, en esta ocasión, no pudo y no quiso esquivarlo. Su hija padecía el Síndrome de Behcet, conocido también como enfermedad de "la Ruta de la Seda", una afección potencialmente grave y peligrosa que suele darse en personas con antepasados que vivieron en Medio Oriente. La coincidencia conmovió a Marcela. El padecer de su hija podría estar directamente relacionado con la vida de su abuela.
Ahí fue cuando Cabrera Aubert retomó y profundizó la búsqueda. Se comunicó con Abuelas de Plaza de Mayo, donde la trataron "re bien", pero le explicaron que en el Banco Nacional de Datos Genéticos indagaban en casos a partir desde 1976. Ella no claudicó y siguió explorando hasta dar con la ONG Quiénes Somos, con base en Buenos Aires, dónde le sugirieron que pida su partida de nacimiento en el Registro Civil de Rosario. En el documento "apócrifo" que tramitó, ella figura como hija natural de sus padres y Forte como la mujer que ofició de médica durante el parto. Googleó el nombre y apellido de la partera y se encontró "con un montón de casos de gente dada por esta mujer, el primer caso es del año 69, una chica de Rosario, hasta los gemelos del 77", los hermanos Sebastián y Mariano, quienes fueron separados al nacer y se conocieron después de 24 años.
Hasta el momento, el del Forte es el único dato certero que tiene, aunque sabe que el delito prescribió. Ella está convencida que la partera era el "último eslabón" de una cadena. "No debe haber sido una operación de ella sola. Mi mamá me cuenta que le ofrecieron un varón dos veces, pero quería una nena, el 28 se comunicaron con ella y me entregaron. Había un flujo constante de chicos, era como un negocio cuando tenés que cumplir con la expectativa del cliente", narra Marcela, con frialdad aunque convencida de sus dichos. "Lo tenés que ver como un negocio, los chicos son mercancía, paquetes. Mi madre pagó muchísima plata por mí, hace cuarenta años atrás. Nunca fue a la casa de la mujer (Forte), la pasaron a buscar dos hombres en auto, a las 12 de la noche, dieron muchísimas vueltas hasta entregarme, los dejaron tirados por ahí para que se tomen un taxi, con movimientos sospechosos. Era una cuestión muy cínica en toda la gente involucrada", amplió.
Cabrera dice que "siempre" fue "muy reticente" a enfrentarse a su pasado. "Por miedo, porque sabés que hay una habitación oscura, que tiene que ver con tu identidad y abrís esa puerta y no sabés con qué te vas a encontrar", cuenta y habla de "monstruos que están siempre escondidos para atacar". La enfermedad inesperada de su hija le sacó las dudas y venció el miedo. Ahora continúa su búsqueda, aunque ya no es individual. Piensa no detenerse hasta saber realmente quiénes son sus padres. Para lograrlo, cree que es necesario que el Estado "empiece a darse cuenta que hubo mucha gente que estuvo fuera del rango del 76 que también ha sido apropiada en movimientos oscuros y tenebrosos y no están incluidos".
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