SOCIEDAD
Desde hace 40 años Olga dedica su vida a reparar juguetes. Su hermano Néstor los reparte en hospitales y hogares de niños.
› Por Sonia Tessa
Nadie adivinaría que tras la fachada de esa casa de dos plantas en el barrio Belgrano se esconde un hospital de juguetes. Pero al entrar a la cocina, sorprende verla a Olga con un carretel de hilo y una pequeña caja de materiales de costura, sobre una mesa repleta de muñecas rotas. Con más o menos trabajo, todas volverán a ser bellas, y nuevas. Lo consigue con el esfuerzo de ocho meses, desde el 2 de mayo, con miles de juguetes. Está llegando a su fin la tarea de este año. Cuando su hermano Néstor se calza el traje de Papá Noel para ir a hospitales, cotolengos y hogares de niños, adonde lleva los juguetes y caramelos, reciben su mayor retribución: la cara de los destinatarios, asombrados y contentos por el regalo. La historia de estos hermanos esconde su belleza en los pliegues de la ciudad.
Olga tiene 80 años y su hermano, 73. Ella es modista de profesión, hoy jubilada. "Siempre fui una laburante", dice con una sonrisa que le ilumina los ojos claros. Su hermano también es jubilado, pero aún así continúa trabajando en una fábrica metalúrgica. Los dos encuentran el tiempo para repetir, desde hace 40 años, la tarea, el compromiso y el rito. Desde mayo, Olga recibe los juguetes dañados que le acercan los vecinos. Los limpia, los rellena, los pinta, los embellece. Y cuando están como nuevos, los acomoda en cajas que su hermano reparte. Todo el gasto corre por cuenta de ellos, sobre todo de Néstor, que lleva a la tintorería los muñecos que no se pueden lavar en el lavarropas ni a mano, compra los materiales para las reparaciones y entrega los juguetes. Su hermana mayor pone la dedicación de todos los días, durante ocho meses.
Todo nació por iniciativa de Olga. Modista desde muy joven, su primera tarea solidaria fue recolectar ropa para las familias inundadas en Empalme Graneros, allá por los `60, cuando su hija Nora fue reina del Club Provincial. Olga comenzó a juntar juguetes y luego lo siguió haciendo. Pero la decepcionó saber que muchas cosas no llegaban a los destinatarios. Entonces su hermano propuso ocuparse él mismo del reparto. Así fue como Olga le cosió el traje.
"Dese vuelta", dice Olga mientras señala un montículo de muñecas sin una parte, o rotas. "Son todos juguetes que me dieron los vecinos, los tengo que lavar, rellenar y pintar", cuenta mientras acomoda las muñecas sobre la mesa. "Les digo que me los den aunque estén muy deteriorados, porque les voy sacando una pierna de allá, una mano de acá, y las voy dejando como nuevas", afirma. "Cuando caminamos por la calle, levantamos cualquier pedazo de juguete que encontramos, porque puede servir", agrega su hija Nora, presente en la entrevista y muchas veces ayudante de su tío en la tarea del reparto. Aunque este año, fue Berta, la mujer de Néstor, quien lo acompañó a llevar las cajas.
Durante la tarde del viernes, Papá Noel recorrió el hospital de Niños Víctor J. Vilela. En las diferentes salas entregó los juguetes que Olga reparó durante todo el año. Mascotas de peluche, muñecas, autitos, a cada quien le entregó lo suyo. "Mirá, mirá, ahí viene Papá Noel", decían los chicos que esperaban por los pasillos del Vilela. En la sala 4, Jorge, de 10 años, se entretenía con los autos que recién le había dejado, mientras su mamá, Delia, contó que el nene estaba internado desde el domingo, pero ayer le iban a dar el alta. "Me volvió loca, porque lo vio por la ventana. Me decía que ya estaba por llegar a cada ratito", dijo.
Papá Noel recorre el hospital acompañado por dos mujeres de la Asociación de Voluntarias del Hospital de Niños. "Esto es lo más lindo que nosotros podemos hacer. Es poner la fe en acción", afirma Susana Montenegro, que junto con Graciela Bogado realiza trabajo voluntario desde hace siete años, todas las tardes.
La ansiedad de los chicos, la cara de sorpresa, la alegría, son para Olga la retribución a tanto esfuerzo. Pero ella desde hace años que no va a los hospitales. "Soy muy llorona, me da lástima todo. Y las nenas con cáncer, no te digo", explicó la razón de su ausencia en el momento en que los juguetes llegan al destinatario. En los últimos tiempos, sólo hizo una excepción con la hermana María Jordán, que la convocó a participar en la entrega de los 1900 juguetes que habían reparado. "Hace años venías conmigo al hogar del Huérfano", le retruca Nora. "Pero tenía 20 años menos, ahora no puedo", contesta su mamá. Pero la edad no es un obstáculo para continuar con esta tarea. "No me voy a jubilar nunca de esto. Es mi terapia, así evito la depresión", afirma, y se le llenan los ojos de lágrimas cuando habla de los niños que reciben el amor que ella pone en cada juguete.
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