SOCIEDAD
En Rosario se reciben muchas consultas en la Asociación de Reducción de Daños "por un chico que fumó marihuana, pero casi ninguna por personas con fuerte dependencia a psicofármacos", explica la titular de esa entidad, Silvia Inchaurraga.
Un estudio publicado recientemente por la ONU asegura que el consumo de drogas lícitas está por sobrepasar al consumo de las drogas ilícitas. De esta aseveración, surge una pregunta: ¿Se podría decir que hay una necesidad dentro de la sociedad de consumir algún tipo de droga? "Y sí, porque en el fondo es esa la pregunta: qué es lo que lleva a las personas a resolver el malestar, la angustia, o incluso el dolor con estos objetos, que por ahí en la sociedad de consumo toma sus particularidades", respondió la titular de la Asociación de Reducción de Daños de Argentina (ARDA) en Rosario, Silvia Inchaurruaga, y explicó: "Lo que pasa es que el consumo de las drogas ilícitas, como siempre ha estado más demonizado, ha tenido siempre más visibilidad social. Lo otro está socialmente más aceptado, entonces no genera tantos temores, tanta estigmatización, tanta preocupación".
Así, Inchaurruaga destacó que muchas de las consultas que recibe en la institución parten de la preocupación de amigos o familiares de alguien que quizás consumió ocasionalmente un cigarrillo de marihuana, "y sin embargo hay instaladas muchas veces en las familias una adicción a los psicofármacos que no genera mayor preocupación".
De esta manera, se visualiza claramente que -sean lícitas o ilícitas- un alto porcentaje de la sociedad consume algún tipo de droga en busca de algo que facilite la tolerancia de la vida. En este sentido, la titular de ARDA explicó los motivos desde el psicoanálisis y la sociología: "Freud definía a las drogas como sustancias quitapenas que venían a intentar hacer más soportable lo insoportable, hablaba del dolor existencial, de lo insoportable de la finitud para el ser humano. Después desde la sociología hay explicaciones que también vienen a analizar cuál es el lugar que las drogas toman hoy en nuestra cultura: Humberto Eco hablaba de las drogas como objetos de la felicidad química, también en esta misma línea de intentar situar qué es lo que se busca con una sustancia, sea legal o ilegal; el sociólogo Gilles Lipovetsky habla de las prótesis narcisistas, es decir de lo que necesitan las personas para levantar la autoestima, para estar más completas en el sentido de tener lo que se espera que tengan en una sociedad".
Precisamente, es en esto que se espera que se tenga, "adonde se ven las funciones que tienen las sustancias estimulantes en relación a la hiper-productividad, ya sean legales, como las anfetaminas, las pastillas que las personas pueden tomar para levantar su estado de ánimo; o sean las sustancias ilegales, como puede ser la cocaína, que también hay personas que la utilizan para poder mantener un alto ritmo y una productividad", afirmó Inchaurruaga, y aclaró que "todo esto es socialmente tolerado en tanto sea funcional a la producción, al trabajo".
Entre otras cosas, una de las exigencias sociales que marcaba era "el culto a la belleza, a la delgadez, que lleva a un alto consumo de anorexígenos, y que no es visto como algo que también expone a riesgos y que también puede ser una adicción".
En este sentido, cabe destacar que en la Argentina, sólo la provincia de Buenos Aires decretó la prohibición de "la fabricación, manipulación, comercialización, prescripción y uso de medicamentos industrializados o preparados magistrales conteniendo sustancias ansiolíticas, asociadas con sustancias simpaticolíticos y parasimpaticolíticos", y la prohibición de "la fabricación, manipulación, comercialización, prescripción y uso de medicamentos industrializados o preparados magistrales conteniendo sustancias anorexígenas, asociadas entre sí, o con sustancias ansiolíticas, diuréticas, hormonas, extractos hormonales, laxantes o también con cualquier otra sustancia medicamentosa", basándose en una resolución de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), que determina que "...el uso de asociaciones de ansiolíticos con sustancias simpaticolíticos y parasinpaticolíticos causan grave riesgo a la salud humana..." al igual que "... el uso de asociaciones de anorexígenos con sustancias ansiolíticas, diuréticas, hormonas, extractos hormonales, laxantes u otra sustancia medicamentosa...".
Pero volviendo a la función socialmente productiva de estas sustancias, Inchaurruaga aseguró que tampoco son vistos los riesgos que puede acarrear el consumo de sustancias estimulantes "cuando están asociadas a una super-inserción laboral, una hiper-productividad, un hiper-rendimiento, y sí escandaliza cuando este consumo -sea adictivo o sea por la vía recreativa- está más asociado a algo que no tiene que ver con la inserción social-laboral, sino que es cuando el consumo de drogas mismo los excluye, que es algo más asociado a las drogas de la pobreza, de los sectores marginales, más asociado a lo que se conoce como las sustancias visionarias, las sustancias que las personas consumen no para hacer otras cosas sino por el propio consumo en sí mismo, sea por que les da placer, sea como medio para el autoconocimiento o lo que sea, cuando hablamos de alusinógenos o de alguna otra sustancia en este sentido".
De esta manera, en relación a las diferencias entre el consumo de drogas legales o ilegales, la titular de ARDA aseguró que "lo fundamental no está dado por la legalidad o no de la sustancia, sino que el punto que tenemos que interrogar es qué posición tiene la persona que consume. Digamos, para qué consume y por qué consume. Esa es la gran pregunta que cuando trabajamos en el campo del uso y del abuso de drogas tenemos que dejar siempre en el eje del debate: el sujeto, por qué una persona consume, por qué una persona necesita una sustancia para hacer más soportable su vida, por qué necesita determinada sustancia para cumplir un objetivo -que puede ser un objetivo impuesto por nuestras sociedades- porque la legalidad o la ilegalidad de la sustancia, lo que hace de última en nuestra sociedad es exponer a las personas a mayores riesgos o a mayores daños, porque cuando un consumo es clandestino, oculto, es porque está prohibido o porque pasa a ser mal visto por la sociedad", y ejemplificó: "El consumo de sustancias para adelgazar, que en determinadas épocas han aparecido señales de alarma, hay momentos en que eso parece ser absorbido por la moda o por este ideal de belleza que parece ser mayor que el ideal de la salud".
"En este sentido -continuó- el efecto que tiene la ilegalidad son dos cuestiones claves: una es la clandestinidad, tener que consumir ocultándose, sin pedir la información necesaria sobre qué se consume y cuáles son los riesgos; y después el tema de la prohibición que tiene un efecto potenciador de todos los riesgos y todos los daños, porque que una sustancia sea ilegal significa que una persona puede ir a prisión por su consumo".
Así, en relación a la penalización de la tenencia de drogas para consumo personal en la Argentina, Inchaurruaga destacó que "marca la diferencia entre lo que le puede pasar a un joven usuario ocasional de marihuana o a un adicto a la cocaína, que puede tener una pena de prisión o puede ser obligado a internarse en una institución para su tratamiento, y la diferencia de una persona que consume una sustancia socialmente tolerada que puede producir tanto o más daño que aquella, como por ejemplo el alcohol. Entonces esa persona no va a estar expuesta a todos esos riesgos y daños que le expone el sistema penal, pero sí va a estar expuesto a los mismos o mayores daños en relación a cómo va a estar expuesta su salud".
Justamente, remarcó, "el alcohol es una sustancia que produce una adicción no sólo psíquica sino también física, y que expone a muchísimos riesgos. Es una de las principales causas de muerte en nuestro país, sin embargo el hecho de ser una sustancia legal marca estas diferencias, que muchas tienen que ver con la percepción social que tiene una cultura en un momento determinado". Informe: Paula Kearney.
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