SOCIEDAD
Es parte del pensamiento de Irene Delfino, una incansable
militante por los derechos de las mujeres que esta semana
fue distinguida por el Concejo Municipal de Rosario.
› Por Sonia Tessa
Alta, fuerte, tenaz, Irene Delfino conoce los rigores del trabajo rural, las inclemencias de la persecución política, los sinsabores de ir contra la corriente. Por eso, la distinción que le dio el jueves pasado el Concejo Municipal por su infatigable pelea a favor de los derechos de la mujer tiene un doble valor. Para muchos, ella es una desconocida. Pero cualquiera que alguna vez haya participado de una lucha popular en la ciudad la habrá visto batallar de manera incansable. Integrante de la Unión de Mujeres Argentinas desde 1961, Irene fue protagonista en el Palacio Vasallo, acompañada por muchas mujeres, compañeras de militancia y vecinas de su barrio, en zona oeste, por calle Nicaragua al 600 bis.
"Hace más de 20 años que vivo en el barrio, pero anteayer el comentario de todas era 'mirá a quien tenemos'. Había un revuelo. Aunque yo siempre les contaba las cosas que hacía, que iba y venía. Pero cuando las invité al acto, me decían 'Irene, vas a estar en el Concejo Municipal'. Se aparecieron con sus mejores galas. Y cuando las vi me dio una alegría tan grande...", relató la homenajeada, que se pasó la mañana del viernes cebando mates, recibiendo comentarios elogiosos y mostrando "la ordenanza, el diploma de honor, la medalla, un ramo de flores impresionante". Las pequeñas reliquias del reconocimiento que no buscó, pero merecía.
"Agradezco a todos y todas los que colaboraron en esta distinción, que a mí me causó mucha sorpresa, porque siempre una piensa que hay mujeres que colaboran a otro nivel", expresa Irene el viernes, cuando todavía le dura la emoción. "Una mujer como yo que viene del campo, que trabajó en distintas cosas... Me daba la impresión de que hablar de esto era insignificante, pero cuando te ponés a hacer historia, decís 'Pucha, cuántas cosas se hicieron", sintetiza el camino que le abrió la distinción, aunque le cuesta ponerlo en primera persona.
Desde 1961, cuando se incorporó a la militancia, Irene combinó la tarea social con la lucha por los derechos de la mujer. Nieta de un anarquista, hija de educadores que sólo pudieron solventar sus estudios primarios, la educación fue su obsesión. "En la actualidad, el que sólo estudió hasta 6° grado sigue siendo analfabeto. Hace falta adquirir conocimientos, porque si te quedás con los libros de las escuelas únicamente, el conocimiento de la realidad que tenés es muy pobre", considera. Es por eso que en 1998, después de muchas gestiones, logró la creación de la escuela secundaria para adultos de la UMA. Pese a su empeño en que funcionara como institución independiente, con el nombre Micaela Bastidas, en homenaje a la compañera de Tupac Amaru, sólo duró una promoción en el local de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Durante esos tres años, ella fue una alumna aplicada, que se recibió con un promedio de 9.
Luego, el Ministerio de Educación decidió que este anexo funcionara en su institución sede, la escuela Magnasco. Irene Nunca se resignó. "Ni se les ocurra", contestó cuando un funcionario quiso tranquilizarla, prometiéndole que pondrían su nombre a un aula. "Desde el punto de vista de la educación, tienen que ser escuelas diferentes, como la que nosotras habíamos planteado, donde se enseñe a analizar, a pensar, no a aceptar todo lo que viene de arriba como te lo mandan. Además, tiene que ser una escuela que visibilice a la mujer, porque siempre digo en los textos escolares faltan las hojas que cuenten las luchas de las mujeres a lo largo de la historia", apunta sin bajar los brazos en sus objetivos.
Para Irene, los derechos de la mujer no son un enunciado, sino reclamos concretos. "Hay una base de logros, pero falta mucho todavía. Por ejemplo, el derecho de la mujer a decidir con respecto a su cuerpo, la despenalización del aborto", enumeró el jueves en el Concejo Municipal, cuando le dieron la palabra, y también consideró que se debe propiciar "la igualdad de condiciones con el varón en todos los ámbitos, para que la igualdad de oportunidades sea una realidad".
Como ella sabe que "nunca hay por qué pedir disculpas, si uno dice las cosas como las siente", tampoco se calla su convicción: "En distintos lugares muchas mujeres todavía están sumisas a lo que les dice el varón. Yo siempre rompí con eso, desde chica, siempre cuestioné por qué yo no tenía los mismos derechos que los varones".
Por esas convicciones eligió para repartir, el día de su distinción, una vieja tarjeta de UMA, con una frase de la religiosa feminista Pompea Bernasconi. "No se trata de que la mujer asuma el espacio del hombre, sino que asuma su propio espacio. Ningún hombre va a darlo, sino que nosotras tenemos que conquistarlo. Mientras tanto exista una mujer oprimida, no habrá una nueva sociedad", dice el texto que eligió Irene para que forme parte de su distinción.
Todavía está conmovida por la cantidad de mujeres que la llamaron, de distintos lugares. Hasta la hermana Marta Pelloni le envió sus felicitaciones. "El día anterior no me podía mover de mi casa, por todos los llamados... Era continuo, llegaba a la puerta para salir y me tenía que volver porque sonaba el teléfono", relató Irene, quien recibió a su hermano que vive en Sunchales, y a mujeres de UMA de todo el país.
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