SOCIEDAD
Así lo ve la historiadora Mirta Zaida Lobato que presentó en
Rosario su libro "Historia de las Trabajadoras en la Argentina
(1869-1960)". Las cosas que cambiaron y las que no tanto.
› Por Paula Kearney
La historiadora Mirta Zaida Lobato pasó por Rosario para presentar Historia de las Trabajadoras en la Argentina (1869-1960), su último libro, en el que a partir de relatos, obras literarias, fotografías, artículos periodísticos y películas, entre otras cosas, analiza las "continuidades y rupturas" de las trabajadoras argentinas a lo largo de casi un siglo signado por la modernización. Así, en diálogo con Rosario/12, explicó que "hay un efecto de invisibilidad sobre el trabajo de las mujeres, y para poder encontrar el trabajo, el tipo de experiencia en las formas de representación, hay que hacer una relectura de las fuentes que tradicionalmente usaban los historiadores del trabajo, y hay que leer también a contrapelo algunas fuentes que habitualmente los historiadores no usamos. Por ejemplo, en el libro hay una foto sobre unos esquiladores, y a mí lo que me fascinó fue jugar con el Fotoshop, porque con eso iba ampliando las figuras hasta que encontré a las mujeres con las tijeras de esquilar. Entonces ese trabajo me parece que lo pude hacer porque tenía en mi cabeza la idea y la necesidad de hacer esto visible, lo que aparecía en los bordes, en los márgenes, detrás de la escena, y al mismo tiempo leer de un modo distinto lo que era muy evidente. Por ejemplo en la literatura, toda la cuestión del trabajo femenino está visto como una espiral donde el trabajo termina siempre en la violencia y la anulación, y eso era demasiado evidente".
-¿Le parece que esa violencia se ha ido atenuando a lo largo de este período que abarca, o que ha ido tomando diferentes formas?
-Hay una cosa que es interesante: las mujeres pueden reclamar ciertos derechos, que es una cosa que me parece que a principios del Siglo XX no estaba suficientemente claro. Sobretodo en las últimas décadas hubo todo un debate sobre la condición femenina que permite que las mujeres puedan articular mejor sus voces. Ahora, los cambios en algunos planos no son tan visibles. Por ejemplo, uno puede decir que las mujeres están más presentes en la vida política, y de hecho hoy tenés una gobernadora en Tierra del Fuego, pero no podemos decir que el trabajo de la mujer en el hogar está compartido con los varones.
-Con respecto a inserción laboral asalariada de la mujer, particularmente en Rosario, ¿recuerda alguna característica en especial?
-No, porque las mujeres de los sectores populares tienen un patrón común de inserción laboral: la mayoría son costureras, trabajan en la industria textil, o en el servicio doméstico, entonces no podría decir que hay una especificidad regional. Y también depende de las épocas.
-En el libro nombra mucho las diferencias entre el campo y las grandes ciudades, entre las que puntualiza Buenos Aires, Rosario y Córdoba, ¿qué se puede decir de estos cambios con respecto a la inserción laboral de las mujeres en las ciudades, y qué pasa en el campo?
-Justamente yo voy mostrando en qué actividades se van insertando las mujeres en función de la mayor complejidad de la actividad económica del país. Es decir, si a principios de siglo podían ser tejedoras, teleras, o personas que trabajaban en el servicio doméstico -algunas se transforman en costureras- a medida que se desarrollan actividades industriales vas viendo cómo empiezan a entrar algunas de esas mujeres a esa actividad. La propia tapa del libro muestra como en 1958 tenés mujeres trabajando adonde se fabrican lamparitas y tubos de electricidad. Entonces, a medida que la actividad económica se va haciendo más compleja, y una puede encontrar que algunas actividades se desarrollan más en algunas zonas que en otras, se puede ver adónde están las mujeres. En cambio el trabajo rural es un trabajo más difícil de encontrar, porque me parece que está articulado alrededor de la familia. Por eso yo en el libro planteo prácticamente un debate, que es que el trabajo familiar y en trabajo en el hogar también son trabajo, aunque no reciban un salario.
-Hacia el final del libro, ya en el período correspondiente, cita textos de Eva Perón que justamente hacen eje en la familia, ¿le parece que ese trabajo ya estaba reconocido como tal en ese período?
-Ahí me parece que hay una idea de que el trabajo dignifica, y que el trabajo también dignifica a las mujeres, porque lo que voy mostrando en el libro es la tensión entre honra y deshonra, entre trabajo y virtud. Las mujeres que salen a trabajar fuera del hogar en realidad están expuestas a la cuestión de la deshonra, a perder su virtud. Y por otro lado trabajo con la idea de la pobre obrera madre, que la desarrollo a partir de las ideologías radicalizadas, y cómo el peronismo también cambia eso, porque la obrera puede ser bella. Hay una oposición entre trabajo y virtud, y hay una oposición entre trabajo y belleza. La mujer que trabaja no puede ser bella, y el peronismo rompe con esto. El problema es si eso cambia la condición laboral de una mujer, y ahí es adonde estoy planteando ciertas contradicciones, porque el problema de la discriminación salarial, que es de largo plazo, no se resuelve con el peronismo y tampoco se resolvió hoy.
-Mencionaba durante la presentación el compañerismo entre hombres y mujeres, lo que decían los hombres de las mujeres, y que muchas veces no salían a defenderlas, ¿qué diría que es lo dicho y qué estaba como no dicho?.
-No sé si hay algo no dicho, no sé si lo pensé. En todo caso me parece que los varones tienen una posición ambigua, que ellos debían sentir ese peso de las cosas que circulaban, que esas mujeres estaban expuestas al peligro, y mucho más si se convertían en militantes. Me parece que hay en ese punto una serie de discursos que muestran esa contradicción, eso de desear que las mujeres también los acompañen en las luchas.
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