PIRULO
Se pudo percibir desde los departamentos con balcón al frente, o simplemente caminando por las calles de la ciudad. Algo distinto había ayer en el aire de Rosario, que la emparentaba más con la paz de una siesta pueblerina que con una urbe de un millón de habitantes. Gracias al paro de las estaciones de servicio que liberó el asfalto de vehículos, el silencio fue un inesperado protagonista del penúltimo día del año.
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