PSICOLOGíA › SON LOS HIJOS DE UNA CARICATURA DE LO SEXUAL
› Por Serge Cottet *
El adolescente generalmente hace obstáculo al discurso convenido de la psicopedagogía. Un tipo de edad a una distancia también inestable de una generación a otra, y sobre todo cuyo franqueamiento es también incierto, desalienta el mensaje del educador más convencido. El cliché del estado de desarrollo o del pasaje crucial entre dos épocas palidece frente a la explosión de las normas aún encarnadas por la generación de sus padres, y sobre todo la de la norma sexual. La generación nacida en los años setenta, después, la posmoderna de los años noventa, son, cada una a su manera, reveladoras de la maldición sobre el sexo que la ideología de los años sesenta y ocho creyó poder superar.
Con relación a esta subversión, el psicoanalista no puede quedarse con la afirmación de los estados del alma invariables desencadenados en la pubertad. Los aspectos más dramáticos que la actualidad revela a lo largo del tiempo sobre los adolescentes, se trate de los dramas del amor como de las formas modernas del síntoma: droga, sida, suicidio y otros pasajes al acto. Estamos incitados a considerar al adolescente más bien a partir de este real clínico. Este punto de vista había sido ilustrado sin llegar, sin embargo, a las derivas de hoy.
El momento de la pubertad pone en juego un real del sexo sin precedentes que dejará marcas. Más allá de la psicología de los estadios, la sociedad psicoanalítica de Viena consagró muchas de sus sesiones a esta cuestión con un cierto acento dramático. En 1910, se comentaba el libro del doctor Abraham Baer respecto del suicidio de los niños. La obra pone en evidencia los efectos del goce en los estados del alma de los jóvenes. La tesis higienista de Baer (1901) no fue bien recibida en la época porque la misma lo imputa a la sexualidad asimilada en esa época a una fuerza vital nietzscheana, a la responsabilidad de la autodestrucción: "Baer cree [...] que el aumento de los suicidios de niños debe ser puesta en relación con la precocidad creciente de nuestra juventud hipersofisticada, que se hastió por el goce de toda suerte de placeres".
Más allá de su ingenuidad, estas líneas son más elocuentes hoy que en la época de Freud, ya que las mismas presentan la maldición sobre el sexo como el reverso de los años locos. Nosotros seguimos a Christian Baudelot y a Roger Establet cuando afirman como durkheimianos: no es la sociedad la que aclara el suicidio, es el suicidio el que aclara a la sociedad. Sin desarrollar acá la cuestión de los suicidios de los jóvenes, creemos, mutatis mutandi, que la sexualidad de estos últimos aclara la sexualidad contemporánea. La misma revela el impasse así como la caricatura trasmitida por "estos verdaderos niños que son los padres".
* Artículo completo en Virtualia nº 17, Revista Digital de la EOL.
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