PSICOLOGíA › LA VIOLENCIA EXTENDIDA ES UNA MARCA DE LA EPOCA
La crueldad siempre formó parte de lo humano, pero hoy se propaga, y se extiende a los jóvenes, e incluso a los niños. Los adolescentes se enredan en el discurso de la muerte.
› Por Mónica Prandi*
La masacre de Columbine Hight School, en Colorado, es el caso que inaugura la serie de violencia en las escuelas. Ocurrió en 1999, y el school-shooting se ha ido multiplicando a escala global a lo largo de estos años. Este episodio negro ha sido el hito que marca un antes y un después, a partir de él comenzó a ser inquietante enviar un niño a la escuela. Allí, había entrado el crimen.
Desde el inicio de los tiempos la violencia y la crueldad han formado parte de lo humano, sin embargo hoy acudimos a una escena donde la barbarie se propaga y en las nuevas generaciones es protagonizada a una edad cada vez más temprana. La violencia que siempre se ha mantenido en el corazón de los hombres, hoy se extiende y alcanza a los jóvenes, también al niño, haciéndolo víctima de abuso o ejecutor violento entre sus pares. Es un momento en que advertimos que los adolescentes hoy se enredan tanto en los nudos del amor como en el de la muerte.
La cultura de los jóvenes contemporáneos también realza un gusto por la estética de la destrucción y la decadencia. Las canciones, las insignias en la moda, sus hábitos de consumo, los llamados deportes extremos y las diversiones que practican -donde la vida se arriesga-, no dejan de exaltar la dimensión del mal y un coqueteo con la muerte. Esta hegemonía de la muerte ha comenzado a brotar a nivel del síntoma social.
No todos los jóvenes se ponen en riesgo o se satisfacen en la vía de la violencia, muchos encuentran que hay mejores modos de gozar.
Pero los hechos repetidos donde la destrucción y la muerte toman la escena y la vuelven trágica, nos ponen a pensar.
¿Cuál es la falla que deja a los sujetos de hoy concernidos en el odio? Se percibe a todo nivel estas nuevas formas de padecimiento y también, por distintos medios, se intenta dar una respuesta, un alivio.
Sin embargo los efectos se propagan dejando al descubierto el poco alcance de muchas soluciones pretendidas. Europa también esta muy preocupada por el tema y trabaja en la prevención de la delincuencia. Se insiste en una precoz detección de los signos de violencia, los cuales ya podrían evidenciarse a los tres años. Los informes científicos, por ahora, contribuyen a asegurar un escenario temible. El simple hecho de enviar un niño a la guardería se puede convertir en amenazador, ya que podría ser la ocasión de rodearlo de futuros delincuentes.
De hecho en Argentina, hace unos pocos años, ya ocurrió un caso donde un pequeño de 5 años le quitó un muñeco a uno de sus compañeros de clase e intervino la policía y la justicia. También, en un colegio de St Pittsburg, USA, el año pasado, una niña de cinco años rompió unos papeles y su maestra la denunció a la policía, quien se la llevó esposada.
La violencia es un nuevo síntoma social del que se ocupan las fuerzas del orden público y también la psiquiatría. Las pretendidas soluciones no alcanzan a localizar la dimensión de la causa. El odio que arraiga la violencia, la pasión por la ignorancia que yace bajo el síntoma del déficit de atención, el cortocircuito del goce toxicómano que pretende alcanzar la satisfacción sin rodeos, nos deja observar la forma que toman las pasiones para el hombre posmoderno. También revelan que hoy falla la función de los ideales que han sido tradición otras épocas.
En la actualidad el amor, el amor al saber, el amor al prójimo y también el amor a la vida aparecen devaluados. Pero los ideales no pueden mantenerse a perpetuidad. En realidad, el hombre de hoy no parece estar muy interesado en el verdadero saber, no hay demasiado tiempo para pensar, además no es del todo necesario que el sujeto sepa porque el saber ya se ha acomodado en algún repliegue del discurso de la ciencia. Sólo hay que extender la mano y consumirlo.
En cuanto al amor, ¿podría decirse que está bajo amenaza de consumirse? Hoy los hombres y las mujeres parecen mostrarse mas interesados en reclamar por sus derechos para conseguir aquello que les dará la satisfacción, que a dar lo que no se tiene, es decir amar. Podríamos decir quizás que nuestros héroes posmodernos alcanzan su destino trágico porque se yerra la vía del amor.
*Fragmento. En Revista ElPsitio versión completa.
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